Argentavis Magnificens
Aves y Pterosaurios
En total 4 grandes grupos de animales han logrado dominar los cielos: los insectos, los murciélagos, las aves y los pterosaurios. Todos ellos han conseguido elevarse del suelo y planear usando su propia energía y por periodos de tiempo largos, manejando autónomamente su trayectoria y la distancia (esto los diferencia de animales planeadores como el pez volador, la serpiente voladora o la ardilla voladora).
De estos cuatro resaltan en primer lugar los insectos, por su pequeño tamaño, y en segundo los pterosaurios, por tratarse de gigantes. Las aves en la actualidad alcanzan tamaños importantes (tanto el cóndor de los Andes como el albatros rozan los 4 metros de envergadura), pero distan de compararse con el Quetzalcoaltus, el mayor pterosaurio de la historia (que quizás alcanzó los 15 metros). Y los murciélagos, por su parte, apenas si alcanzan el metro ochenta.
De los tres grupos actuales, las aves son las que están mejor preparadas (por su estructura) para alcanzar grandes tamaños: los murciélagos son más aptos para la maniobrabilidad que para volar distancias largas (y a los insectos ni siquiera me molesto en incluirlos aquí). Parecería, pese a ello, que las aves jamás podrán alcanzar los tamaños gigantescos de los antiguos pterosaurios.
Pero existen al menos dos aves que, en el pasado, estuvieron cerca de alcanzarlos:
Argentavis Magnificens
Como su nombre en latín lo indica, se trató de un Ave Magnífica que habitaba las planicies de Argentina en el Mioceno superior (esto es, entre 8 y 6 millones de años en el pasado). Parece estar cercanamente emparentada con los buitres actuales: una especie de magnífico Cóndor antediluviano, recuerdo de los tiempos en que la creación era prístina y gigantes ancestrales vagaban por el mundo. Pues, bajo todos los términos, se trataba de un gigante: las estimaciones indican que tendría entre 7 y 9 metros de envergadura y pesaría como máximo unos 70 kilogramos.
Con el tamaño de un aeroplano pequeño, este gigante podría recorrer a su antojo las inmensas planicies de la Patagonia en busca de alimento. Su sentido del olfato, como el de los buitres actuales, se encontraba muy desarrollado permitiéndole detectar animales muertos a grandes distancias. Pero, al contrario que los buitres modernos, no tenía que esperar a que los carnívoros terminaran de comer.
Su gran tamaño la hacía un contendiente poderoso, capaz de asustar a muchos depredadores de la región y de robarles su alimento. Esto, seguramente, garantizó su éxito en las grandes sabanas.
Pelagornis Sandersi
De un tamaño casi igual al del gigante argentino, Pelagornis Sandersi estaba emparentado con el otro gigante volador del presente: el Albatroz Real.
Se sabe menos de este animal que de su homólogo argentino: vivía en América del Norte y volaba sobre las infinitas aguas del Océano Pacífico alimentándose seguramente de peces. Los restos encontrados permiten estimar una envergadura de hasta unos 8 metros (y hasta 40 kg de peso), lo que lo coloca muy cerca en la competencia por el ave voladora más grande de la Historia (hay que aclarar que los estimados tienen cierto margen de error, por lo que algunos consideran que este animal, y no el Argentavis, merece el título). Esta ave precedió por casi 20 millones de años al Argentavis y habitó hace unos 25 millones de años, en el periodo Oligoceno.
¿Cómo podía volar un pájaro gigante?
En la actualidad aún se debate cómo volaban los pterosaurios más grandes, pues por su tamaño el despegue se convertía en un problema serio. El problema dista de haber sido resuelto (y si consideramos que volaban es sólo porque la forma de sus huesos no tiene sentido de otra manera).
Argentavis nos presenta un dilema parecido. Una vez en el aire, el ave no tenía más que extender sus alas para planear suavemente a una velocidad que seguramente superaba los 100 km/h. Llegar al aire, sin embargo, era un asunto completamente diferente.
La teoría más solida le apunta a la geografía como su principal aliado. En aquellos tiempos la cordillera de los Andes no se había formado, por lo que vientos de hasta 40 km/h debían ser constantes en las planicies (vientos que iban del Atlántico al Pacífico). Con estas características climáticas, es factible pensar que el Argentavis podría despegar usando sus poderosas piernas para hacer una carrera corta contra el viento y luego elevándose extendiendo sus alas.
Análogamente, se piensa que el Pelagornis podía elevarse usando las corrientes oceánicas, y en sus visitas a tierra habitaría exclusivamente los altos acantilados de la costa para poder volver a despegar.
En ambos casos, el tamaño alcanzaba los límites viables de un ave voladora, haciéndolos vulnerables a cambios climáticos que implicaran menos corrientes ascendentes para planear o corrientes horizontales para despegar. En el caso del Pelagornis no se tienen teorías sobre su extinción, pero para el Argentavis parece haber sido letal la aparición de la Cordillera de los Andes que cerró el paso a los vientos de la Patagonia.
Es bueno recordar que varias sociedades del occidente norteamericano tienen leyendas relativas a aves gigantes, principalmente el llamado “Pájaro Trueno”. Cabe preguntarse si aves de este tipo, pero del pasado reciente, podrían haber existido en tiempos históricos.
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