Definición de Argumento de Autoridad
En el ámbito de la dialéctica, se conoce como Argumento de Identidad, al elemento discursivo que argumenta una proposición o asunto, basado en que la premisa que se defiende fue promulgada por una autoridad en la materia donde se circunscribe el tema al que se refiere la discusión, debate o exposición.
En este sentido, algunos especialistas han indicado que básicamente el Argumento de Autoridad funcionaría de acuerdo a la fórmula que indicaría que “A es cierta porque lo afirma o dice B”, en donde A representa la teoría que se busca defender, y B constituye la autoridad moral, científica, religiosa o artística que emite dicho postulado.
Etimología del término Argumento de Autoridad
Con respecto al origen etimológico del nombre de esta categoría argumentativa, los estudiosos del Lenguaje han señalado que el término Argumento de Autoridad proviene de la expresión en Latín magister dixit, la cual puede traducirse al Español como “el maestro dijo”, haciendo referencia precisamente a su naturaleza de afirmar que una proposición es verdadera en base a quien la dijo.
Verdad o falacia
En cuanto al carácter verdadero o falso de aquello expresado o argumentado, a través del recurso de Argumento de Autoridad, algunas fuentes han indicado que éste es aceptable, e incluso creíble, cuando aquello que se afirma no necesita comprobarse, o no es necesario hacerlo. En este sentido, el Argumento de Autoridad entra en un terreno racional, por lo que se acepta como verdadero. Es decir, se acepta que A es cierto porque B lo dice.
No obstante, existen postulados y afirmaciones que responden a argumentos que escapan del uso de la razón, requiriendo su comprobación y demostración, por lo que usar un Argumento de Autoridad en este tipo de casos, lleva al individuo que lo esgrime a entrar en terrenos de falsedades, pues se necesita mucho más que citar a una autoridad para mantener como cierto o falso determinado argumento.
Así mismo, existen otro tipos de Argumentos de Autoridad que caen en el terreno de la falacia, como aquellos que son usados como postulados, para tratar de demostrar una realidad, cuando la Autoridad que se ha expresado, antes de emitir una teoría verificable, a lo sumo ha señalado una opinión, personal o profesional, pero que en ningún caso llega a ser una teoría con bases sólidas, sino un parecer de alguien relacionado al tema. En ocasiones, algunos medios de Comunicación caen en este tipo de argumentos, invitando por ejemplo a Economistas a que expresen su opinión sobre determinado tema, pero por el contrario tratan el tema como si eso fuese realmente lo que sucede, queriendo hacer ver una opinión subjetiva con un hecho objetivo, valiéndose precisamente del Argumento de Autoridad.
Por otra parte, disciplinas como la Lógica y la Oratoria ven en el uso del Argumento de Autoridad más una debilidad que una fortaleza, pues según estas teorías un argumento que deba valerse de su origen o firma, en lugar de sí mismo y las pruebas que evoca es por consiguiente un argumento que carece de fortaleza y solidez. Así mismo, se advierte el peligro de que las autoridades a las que se invocan para argumentar, como humanos que son, pueden concebir o tener ideas erróneas de un hecho, por lo que también se debe tener cuidado al respecto.
Argumento de Autoridad mal empleado
Incluso puede llegarse al hecho de apelar a un Argumento de Autoridad, que ya es cuestionable, pero usando autoridades de una materia en otra, por lo que resulta aún más fuera de lugar. Un ejemplo de esto lo constituye el hecho de utilizar algunos pensamientos o frases de Isaac Newton sobre la teología, cuando aun cuando Newton es una autoridad lo es en ámbitos como la Física o la Matemática no en nociones espirituales.
Breve historia de los Argumentos de Autoridad
No obstante, los Argumentos de Autoridad no siempre estuvieron tan desprestigiados, hecho que se agudizó a partir de la incidencia del Método Científico y los avances de la Ciencia en los últimos tiempos. En este sentido, algunas fuentes indican que los Argumentos de Autoridad vivieron su época dorada, sobre todo en la Edad Media, cuando una afirmación era aceptada en su cabalidad, de acuerdo a la autoridad que la había promulgado, sin que se sometiera a ámbitos racionales o científicos dicha afirmación.
Esto llevó a tener como ciertos por siglos muchas proposiciones erradas, e incluso a perseguir a quienes intentaban promover un pensamiento contrario. Hecho que aunado a la falta de acceso a la información y la ausencia de educación, hizo que se afianzara la figura de Autoridad, y por ende el argumento que éste pudiese esgrimir. Situación que duraría hasta bien entrado el Renacimiento, momento en el cual se implementó el uso de la imprenta, y el conocimiento pudo difundirse y circular mucho más rápidamente, colocando en jaque muchos preceptos que en su momento eran considerados inamovibles, solo por pertenecer a una Autoridad en la materia. De esta forma, comenzaron a replantearse las nociones sobre Religión, Geografía, Astronomía, Medicina, Física y Filosofía, entre otras disciplinas básicas para el entendimiento de la realidad circundante.
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