Jacob Rothschild, una de las caras más famosas de la familia (y el personaje en quien se basaron para crear al Señor Burns)
No hay rey alguno que pueda pagar esto. Ha de pertenecer a un Rothschild.
William I, Emperador de Alemania.
La Belle Époque
Se denomina como Belle Époque a aquel periodo entre la Batalla de Sedán (2 de septiembre de 1870) y el inicio de la Primera Guerra Mundial (28 de julio de 1914). En esencia, fue un periodo de rápido crecimiento económico en el que Europa consolidó su dominio sobre el mundo y en el que la existencia de 5 grandes potencias (Francia, Reino Unido, Alemania, Italia y Austria Hungría, aunque algunos incluyen además a Rusia) llevó a un precario equilibrio de poderes que garantizó la paz en el continente por más de 4 décadas.
No fue una época ideal para todos: la clase obrera vio sus condiciones mejorar poco y en general la sociedad siguió siendo profundamente desigual. Sin embargo, fue una época ideal para quienes se codeaban con las clases altas, estaban en profesiones ascendentes o se dedicaban a los grandes negocios.
Y esto, por supuesto, incluía a los Rothschild.
Tiempo de negocios
Si hubo una familia preparada para aprovechar las oportunidades de finales de siglo eran los Rothschild. Su poderosísimo músculo financiero y sus contactos con los más poderosos del continente (y por lo tanto del mundo) los convertían en un grupo privilegiado.
Y no dejaron pasar la oportunidad. En este periodo la familia se dividió un poco más, cada “rama” dedicándose a negocios independientes. Y aunque no se sabe exactamente cuánto dinero llegaron a acumular, en conjunto se sabe que llegaron a tener la riqueza más grande del mundo.
Dentro de sus negocios en este periodo, además de la fundación de Rodhesia, estuvo la compra de la Compañía del Río Tinto (hoy una de las más grandes mineras del mundo), la empresa De Beers dedicada a la compra de diamantes (de la que ya hablamos en este artículo) y los préstamos a Japón durante la guerra con Rusia, los cuales el país pagaría con grandes ganancias luego de su victoria. Una vez más, los banqueros se hicieron en el bando correcto.
Pero no fueron solo sus negocios. Durante los últimos años del siglo XIX la fortuna de los Rothschild era tal que construyeron o compraron por lo menos 41 palacios, una hazaña que superaba por mucho aquellas de las más opulentas familias reales. Estaba claro que los Rothschild se habían convertido en los dueños de la gran riqueza mundial.
Las diferentes ramas:
En este periodo se consolidó la independencia de las diferentes ramas de los bancos familiares: Inglaterra, Francia, Austria y Nápoles. La rama de Frankfurt quedaría sin herederos en 1901, por lo que se trasladaría a las demás oficinas y dejaría de existir hasta 1989, año en que la familia retornaría a la ciudad.
Un matrimonio reciente de un Rothschild con una Hilton
Durante la Belle Époque los Rothschild profundizaron su fama como una familia opulenta a un nivel que quizás solo Rockefeller (ya por entonces el hombre más rico del mundo) podría igualar. Sin embargo, a partir de este periodo (y sobre todo a partir de la II Guerra Mundial) la familia comenzó a manejar perfiles más bajos, evitando la ostentación que los había lanzado a la fama varias décadas atrás. Por esta razón, seguirles el rastro se hace más complicado.
La rama británica
Pese a su importancia, es difícil encontrar información sobre la rama británica de los Rothschild más allá de sus inversiones en el siglo XIX y principios del XX. Parece ser que eventos como la Gran Depresión y el auge de la Alemania Nazi resultaron en graves afectaciones a la fortuna familiar.
La única información importante es que en el año 2003, bajo el liderazgo de David René de Rothschild, la rama británica se fusionó con la francesa.
La rama francesa
Ya en tiempos de la Guerras Napoleónicas, cuando la familia se alineó con el gobierno británico, la rama francesa pasó a un espacio relativamente secundario. Sin embargo, siguió teniendo gran influencia y fue una de las grandes impulsadoras de la industrialización francesa en el periodo posterior. Sin embargo, las revoluciones de 1848 de nuevo le darían un duro golpe, y el nazismo prácticamente aniquilaría todas las operaciones hasta el final de la II Guerra Mundial (de la mano con la nacionalización de los ferrocarriles, que los despojaría de muchos de sus más grandes negocios).
En el año 1980 el presidente Francois Miterrand nacionalizó el banco de los Rothschild (que apenas les había sido devuelto hacia 1950), de nuevo sacándolos de los negocios. Sin embargo, el Barón David de Rothschild comenzó un nuevo banco que pronto alcanzó un tamaño importante. En la actualidad las ramas británico/francesa tienen propiedades y bienes por más de 100 mil millones de euros.
La rama austriaca
En gran medida la historia de la rama austriaca parece haber terminado luego de que los nazis se apoderaran de toda su riqueza y los expulsaran del país en 1938. En el 2001 Rusia devolvió una gran cantidad de bienes y documentos (propiedad original de los Rothschild, expropiados a la Alemania nazi).
La rama napolitana
Aunque fue una de las principales en los siglos XVIII y XIX, en el siglo XX realmente la rama napolitana no tiene mucho qué mostrar.
El poder de los Rothschild
Ninguna familia en la Historia ha logrado lo que lograron los Rothschild: crear y mantener una gigantesca fortuna por un lapso de 7 generaciones (quizás más). Aún en la actualidad la familia maneja diversos fondos y grupos bancarios, siendo el más importante el Rothschild Group fundado en el 2003 (y que incluye a las ramas británica y francesa).
Resalta, además, la impresionante capacidad de la familia para enfrentar adversidades que hubiesen destruido cualquier otra dinastía. El holocausto judío, la Gran Depresión, la nacionalización de sus empresas, todo ello no ha hecho mella en el poder de los Rothschild.
Sin embargo, ya hacia mediados del siglo XIX la familia cometió un gravísimo error estratégico: subestimar el poderío de los Estados Unidos. Los Rothschild jamás compraron o fundaron grandes bancos, lo que les saldría caro en los tiempos en los que Nueva York se volvió el centro financiero del mundo.
Aunque seguramente haya sido mejor así. Con su capacidad de organización, serían hoy, efectivamente, los dueños del mundo… si es que no lo son ya.
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Imágenes: 1: rt.com, 2: semana.com, 3: rothschild.com