A lo largo de las dos entregas pasadas hemos presentado los casos de dos sociedades complejas y desarrolladas: los Anasazi norteamericanos y los nativos de la isla de Pascua, en el pacífico sur. Estas dos sociedades sufrieron las consecuencias de un manejo irracional de los recursos, pero ambas también sufrieron por cambios climáticos que trajeron temporadas más secas. En el culmen de su desarrollo, las dos sociedades fueron incapaces de adaptarse a estos cambios. Pero realmente no puede culpárseles.
A lo largo y ancho de Europa y en vastas regiones de América y Asia no se registran colapsos de este tipo, a pesar de que el clima varió de manera global. ¿A qué se debe esto? ¿Eran los Anasazi o el pueblo Rapanui menos inteligentes que estas sociedades? Medir la inteligencia resulta de por sí problemático, pero el consenso gira en torno al “no”. La diferencia no tiene que ver con las personas en sí, sino con la naturaleza de su entorno.
Ambos, los Anasazi del suroccidente norteamericano y los Rapanui de la isla de Pascua, vivían en regiones relativamente secas. En el caso de los primeros esto se compensaba con sistemas de irrigación, para los segundos se trataba de una agricultura intensiva y la pesca: ambos sistemas tenían algo en común, su dependencia de un tercer factor que los nativos no tuvieron en cuenta.
Tanto la sostenibilidad de las fuentes de agua – para los Anasazi – como la intensidad agrícola y la construcción de canoas – para los Rapanui – dependían de una densa cobertura forestal. Ambas sociedades encontraron un equilibrio, pero lo llevaron al límite y cuando la intensidad de las lluvias disminuyó, se generó un efecto dominó que acabó pronto con los ecosistemas de los cuales dependían estas poblaciones.
En esta edición veremos un caso ligeramente diferente. Se trata de una región históricamente importante que no colapsó como tal (no, al menos, al nivel de las anteriores), pero que si tuvo imperios que no soportaron los cambios climáticos y cuya caída llevó a la anarquía y la guerra.
Mesopotamia, la región de los Imperios Antiguos:
Una región de historia muy antigua
Tradicionalmente se denomina Mesopotamia a la región ubicada entre el Tigris y el Éufrates, en lo que hoy sería Irán, Siria y parte de Turquía y Jordania. Hacía parte del llamado “creciente fértil”, una región que se extiende del actual Irán al Sinaí y que fue la cuna de diversas civilizaciones, y de las sociedades complejas más antiguas en estar registradas. Desde al menos el año 5000 a. C. Mesopotamia vio surgir pequeñas aldeas convertidas luego en ciudades, en megalópolis y finalmente en gigantescos imperios que dejaron su impronta desde Egipto hasta la India.
Sin embargo, las condiciones de Mesopotamia distan de ser ideales. Sus fértiles suelos se deben a las inundaciones periódicas de los dos ríos, las cuales eran catastróficas para las sociedades de la región. Y el clima ofrece muy bajas precipitaciones, por lo que resulta fundamental una labor de encauzamiento e irrigación del agua para poder cultivarlos. Estas condiciones requieren una considerable organización social y gran esfuerzo para organizar las obras de irrigación que han de llevarse a cabo, y la sequedad ponía en riesgo la calidad del suelo en el largo plazo.
Los límites del medio ambiente del Creciente Fértil
Existen varias circunstancias que pueden llevar a una disminución de la capacidad de carga de la tierra. En el caso de Mesopotamia, la salinización es un peligro permanente que se da cuando el agua de regadío se lanza sobre tierras que han sido privadas de su cobertura primaria. El agua, entonces, puede penetrar a las capas más profundas del suelo donde se mezcla con los minerales y les permite ascender a la superficie, disminuyendo de manera dramática el rendimiento de los suelos.
Es importante recordar que la región de Mesopotamia se caracterizó por un conflicto permanente entre sus ciudades. Desde la mítica Eridu hasta Babilonia, pasando por Ur, Uruk, Asiria y muchas otras, todas las ciudades combatían entre sí por el dominio de la región. Por esta razón, no existió un “imperio mesopotámico”, sino que la región fluctuó entre la unidad y la división de acuerdo con el poder del gigante de turno, que intentaba dominar la totalidad de la región. La crisis, entonces, no golpeó a toda la región de una vez, sino que se cernía sobre las ciudades que mayor explotación hubieran hecho de los suelos.
Caos en Mesopotamia
Uno de los primeros ejemplos de esto fue el primer imperio babilónico. Famoso porque fue allí donde se creó el código de Hammurabi, el imperio creció hasta gobernar la totalidad de Mesopotamia, superando al anterior poder de la región: la ciudad de Ur. Sin embargo, el imperio paleobabilónico (como se le conoce para diferenciarlo del posterior imperio neobabilónico) no sobrevivió mucho a la muerte de Hammurabi, pues ya durante el gobierno de éste se registraban menores rendimientos agrícolas, que terminaron por limitar las posibilidades del reino y hacerlo caer frente a enemigos externos. En la crisis también tuvo que ver una progresiva acumulación de la riqueza por parte de las familias más poderosas, algo contra lo que siempre luchó la dinastía (evidentemente con muy poca efectividad).
La diversidad y el tamaño de Mesopotamia impidieron que una verdadera crisis global afectara a todas sus regiones por igual, pero indudablemente fueron muchas las ciudades abandonadas y las dinastías destruidas por estos problemas. Un buen ejemplo de ello es la estación francesa de Khabur, la cual se construyó a principios del siglo XX para sacar el trigo de aquella fértil región. Pero a pesar de la increíble riqueza de los suelos, Khabur había estado abandonada por siglos antes de la llegada francesa, sin que aparentemente existiera razón alguna para tal abandono (pues las tierras eran de excelente calidad).
Los investigadores concluyeron que se trató de un abandono debido a la disminución de las lluvias, la sobreexplotación de la tierra y la pérdida de los canales de irrigación, factores todos que conspiraron para llevar al abandono de la región, que permaneció así desde aproximadamente el año 1400. Así mismo, se cree que la ineficiencia de la burocracia otomana colaboró con la destrucción de los sistemas de irrigación, vitales para la producción en estos climas áridos. Khabur nos muestra el alcance de las crisis en la sociedad mesopotámica, y nos ilustra sobre un proceso que pudo suceder cientos, si no miles de veces a lo largo de la Historia.
El caso de Mesopotamia ilustra una región vulnerable a las crisis que ha evitado un colapso total gracias, en parte, a su propia magnitud. Sin embargo, hay que tener en cuenta que durante las crisis locales, los nativos de las ciudades tenían la posibilidad de emigrar, ya fuera en busca de tierras baldías o como tribus invasoras. Esto también fue una diferencia importante con los nativos de la Isla de Pascua.
¿Podemos aprender algo de esta región?
Mesopotamia nos muestra la anarquía y la guerra a la que puede llevar una crisis de recursos, pero también es un caso de éxito. A pesar de los daños ambientales, la región se mantuvo en pie sin mayores catástrofes a partir del siglo I a. C. aproximadamente. Puede que el llamado “creciente fértil” ya no sea tan fértil, pero sus sociedades fueron capaces de sobrevivir por milenios sin orquestar su propia destrucción, y no cabe duda que los problemas ambientales que se presentaron fueron más locales que generales y no condujeron a catástrofes de la magnitud de los Ramanui o los Anasazi. De alguna manera, es un mensaje de alerta tanto como uno de esperanza.
Sin embargo, la situación actual de la región dista de ser idílica. Entre la guerra y la deforestación, las fuentes hídricas (tan escasas y necesarias en la región) disminuyen lentamente y los suelos comienzan a pagar la falta de líquido. Quizás el futuro del llamado creciente fértil sea más oscuro que su pasado.
Fuente de imágenes: 1: aphs.worldnomads.com; 2: sobreturismo.es; 3: pejeza.gob.pe; 4: media-1.web.britannica.com.