Viajar al futuro todavía es algo que se encuentra en los terrenos de la ciencia ficción, aunque los científicos, especialmente dentro de la física cuántica, no reparan en esfuerzos en encontrar algún método que permita lograrlos o, cuando menos hacer una luz con respecto a ellos y, similar a lo que sucede con el fenómeno de la teletransportación, ya se han logrado avances en propiedades de la materia (no en la materia misma) que, aunque luzcan pequeños, son gigantísimos y abren la puerta a algo mayor en los años venideros.
Sin embargo, no es necesario esperar tanto tiempo para lograrlos. En este sentido, no es un secreto que existen varios factores con los que se puede lograr una especie de viaje al futuro. El más conocido de ellos es que se lograría viajando a casi la misma velocidad de la luz.
En este sentido, si alguien viaja al 99% de la velocidad de la luz durante 25 días, y luego otros 25 días de regreso, al llegar se encontraría con una tierra futura, pues habrá pasado un año desde su partida.
Efecto similar ocurre al estar por unos minutos en el vórtice o lo más cerca posible de un agujero negro. Al salir de allí habrían pasado años, proporcionalmente a lo cerca que hubiera estado del agujero negro.
Lo que sucede es que la gravedad altera el tiempo. Otro modo de lograr también un desface de segundos es acercarce a alguna mole gigantesca.
Por ejemplo, si alguien se queda al pie de una enorme pirámide durante varios días, al salir de allí su reloj estaría algunas milésimas de segundo atrasado con respecto a los que hubieran estado lejos.
Esta es la razón por la cual los relojes atómicos que están en órbita de la tierra deben ser sincronizados diariamente para corregir el leve desface de tiempo con respecto a los relojes que se encuentran en tierra, más cerca de un cuerpo que ejerce mayor fuerza de gravedad.
Con estos mecanismos, no es que se haga un viaje al futuro propiamente dicho, pero sí constituyen una forma de alterar potencialmente el tiempo.