La clásica indumentaria cosaca en una boda
De los Cosacos
No es casualidad que el mismo término “Cosaco” provenga del turco quzzaq: “Hombre libre”. Conocidos desde al menos el siglo X, los cosacos eran un grupo de jinetes habilidosos que habitaban el sur y el oriente de las fronteras rusas. Se dice que fueron desertores y herederos de los temidos tártaros, que vivían en las estepas de Mongolia y asolaron varias veces las regiones europeas desde al menos el siglo XII, pero es poco lo que se sabe a ciencia cierta sobre sus orígenes.
La estructura social de los cosacos era única. Vivían en grupos y tenían una organización democrática primitiva y lo que podríamos llamar un “Estado Federal” pese a ser guerreros por naturaleza y disfrutar el nomadismo sobre los caballos. Con el paso del tiempo algunos de los cosacos se harían súbditos de los Príncipes de Rusia Y Lituania, pero otros defenderían a muerte su independencia.
Estos últimos fundarían en la región conocida como Zaporozhia, al sur de la actual Ucrania, una serie de poblaciones independientes que vinieron a ser consideradas como un reino o ducado autónomo por las grandes potencias de la época. Allí vivieron como hombres verdaderamente libres, haciendo la guerra cuando les placía y aprovechando las bendiciones que brindaba la tierra. Su relación con los rusos, al norte, y con el Sultán al sur, fluctuaba entre una indiferencia desconfiada y la hostilidad abierta. Pero eso sí: los Cosacos eran fervientemente cristianos.
La paz y la guerra
Los cosacos zapórogos, como vinieron a llamarse, no temían ni servían a nadie. Vagan libres entre las estepas como ningún otro hombre de su tiempo y su región: no estaban sometidos al yugo de ningún gobernante. El zar de Rusia intercambió en varias ocasiones misivas con el Sultán de Constantinopla con la esperanza de que éste pudiese controlarlos, pero no, ellos estaban más allá de cualquier poder:
“Los cosacos del Don no son de mi incumbencia y van a la guerra o viven en paz sin mi conocimiento”
Esta fue la respuesta de Iván el Terrible, Zar de Rusia, al Sultán de Constantinopla cuando este le pidió que controlara a los cosacos. Una respuesta semejante había obtenido el Zar algunos años antes al hacer la misma petición al Sultán.
La Guerra con el Sultán
En 1676 los cosacos se enfrentaron al ejército imperial del Sultán de Constantinopla, Mehmed IV. Pese a la superioridad técnica y numérica de los turcos, los cosacos destruyeron el ejército imperial y garantizaron su independencia. El Sultán, haciendo caso omiso de los resultados, envió la siguiente misiva a los líderes cosacos:
“Como Sultán, hijo de Mahoma; hermano del sol y de la luna; nieto y virrey de Dios, gobernante de los reinos de Macedonia, Babilonia, Jerusalén, Alto y Bajo Egipto, emperador de emperadores, soberano de soberanos, extraordinario caballero, nunca derrotado; firme guardián de la tumba de Jesucristo, delegado del poder divino, esperanza y confort de los musulmanes, cofundador y gran defensor de los cristianos,… Les ordeno, cosacos zapórogos, a someterse a mí voluntariamente sin resistencia alguna, y cesar de molestarme con vuestros ataques.”
El resultado fue uno de los sucesos más curiosos en la Historia de la humanidad. Los líderes cosacos, regocijándose tras su victoria, se reunieron e hicieron una gran fiesta con el objetivo de decidir qué habrían de responder al Sultán Mehmed IV. Su misiva se convirtió en una leyenda llena de insultos e improperios a quien se consideraba el “Guardián de la Tumba de Jesucristo”:
Cuadro que inmortaliza el momento en el que los cosacos redactan su respuesta
¡Cosacos zapórogos al sultán turco!
Oh sultán, demonio turco, hermano maldito del demonio, amigo y secretario del mismo Lucifer. ¿Qué clase de caballero del demonio eres que no puedes matar un erizo con tu culo desnudo? El demonio caga, y tu ejército lo traga. Jamás podrás, hijo de perra, hacer súbditos a hijos de cristianos; no tememos a tu ejército, te combatiremos por tierra y por mar, púdrete.
¡Sollastre babilónico, loco macedónico, cantinero de Jerusalén, follador de cabras de Alejandría, porquero del alto y bajo Egipto, cerdo armenio, ladrón de Podolia, catamita tártaro, verdugo de Kamyanéts, tonto de todo el mundo y el inframundo, idiota ante nuestro Dios, nieto de la serpiente y calambre en nuestros penes. ¡Morro de cerdo, culo de yegua, perro de matadero, rostro del anticristianismo, folla a tu propia madre!
¡Por esto los zapórogos declaran, basura de bajo fondo, que nunca podrás apacentar ni a los cerdos de cristianos. Concluímos, como no sabemos la fecha ni poseemos calendario; ¡la luna está en el cielo, es el año del Señor, el mismo día es aquí que allá, así que bésanos el culo!
Koshovyi Otamán Iván Sirkó y todos los zapórogos
Ni el Zar de Rusia ni el Sultán de Turquía podrían jamás doblegar a los Cosacos. Sería la Rusia Soviética, particularmente bajo el dominio de Stalin, quien golpeara más fuerte a estas poblaciones que saldrían muy debilitadas de la Segunda Guerra Mundial. Al día de hoy los cosacos se están recuperando lentamente, pero ya bajo el dominio de varios países, y es poco probable que alguna vez recuperen la libertad que los caracterizó.
Pero ellos, como nadie, pueden preciarse de que sus antepasados le escupieron en la cara al hombre más poderoso del mundo conocido sin que éste pudiera hacer nada.
Fuente de imágenes: 1: reprodart.com, 2: static3.absolutrusia.com