La más célebre imagen del rostro de Mata Hari
La Leyenda de Mata Hari
Mientras las balas silbaban en las trincheras del frente occidental alemán en 1917, una mujer era fusilada en la prisión de Vincennes, en las afueras de París. Se trataba de la espía que se convirtió en un símbolo del poder de la seducción y la sensualidad, una verdadera femme fatale de la que todo vino a decirse, quien habría de convertirse en una leyenda de la Primera Guerra Mundial.
Pero para entender la historia de Margaretha Geertruida Zelle – su verdadero nombre – tenemos que empezar por el principio:
Los primeros años
Margaretha nació el 7 de agosto de 1876 en Leewarden, en los Países Bajos, en una familia pequeñoburguesa. Hija de un sombrerero, se cuenta que fue mimada hasta el cansancio por su padre (Adam Zelle) tras la muerte de su madre (Antje Van Der Meulen) que la convirtió en la niña de sus ojos. Desde joven se caracterizó por su belleza.
Ya en su infancia sentía fascinación por los uniformes militares y a sus 18 años se casaría con un militar al que poco conocía y con quien había mantenido comunicación por correspondencia. Viajó a Java, donde su esposo había sido destinado a servir, y allí vivió por poco más de un lustro: sería en este lugar donde encontrara su destino.
Se cuenta que Margaretha vivió decepcionada de su matrimonio. Su esposo era irascible y violento y la culpaba de su fracaso profesional. Se cuenta que la golpeaba de manera permanente y que incluso llevó a una concubina a la casa, una práctica socialmente aceptada en aquellas regiones de las Indias Holandesas. Algunos incluso cuentan que el hombre, en un arrebato de ira, le arrancó uno de sus pezones de un mordisco, lo que haría que Mata Hari se sintiera humillada por su cuerpo y jamás volviera a presentarse sin un sostén.
Su sufrimiento personal la llevó a refugiarse en sus hijos y en el aprendizaje de la cultura local. Margaretha aprendió las danzas de la región y la cultura del sexo y el amor tan popular en aquellas latitudes, lo que luego le sería de mucha utilidad durante su vida como cortesana. Su marido, entretanto, se sumió en la bebida.
Tragedia y separación
La pareja tuvo solo dos hijos: Norman John Mac-Leod y Louise Jeanne MacLeod, el primero de los cuales murió el 27 de junio de 1899 cuando apenas contaba con 3 años de edad. Aunque la versión oficial achacó la trágica muerte a la sífilis, pronto corrió el rumor de que en verdad había sido envenenado por un subordinado de su padre, molesto por los malos tratos hacia la población nativa. Tras la muerte de su hijo mayor, la pareja sencillamente implosionó.
Ya en Holanda, la pareja se separó definitivamente en 1902 y Margaretha perdió la lucha por la custodia de Jeanne. Pese a sus molestias con su marido, sabía que era un buen padre, por lo que tampoco luchó tanto como hubiese podido por mantener a su hija a su lado. Ya sin vínculos que la ataran viajó a Paris donde comenzó a construir la leyenda que luego habría de convertirse en su pasado.
Vistiendo su tradicional traje
La llegada a Europa
Las cosas no salieron bien al principio para la exótica mujer. Comenzó a trabajar en un circo como acróbata sobre un caballo con el seudónimo de Lady MacLeod (para la desaprobación de la familia de su esposo, que guardaba con orgullo su nombre). Pronto, sin embargo, consideró que esto no era suficiente y comenzó a incursionar en el campo de la danza erótica. Tenía, en aquel entonces, poco menos de 30 años.
Mata Hari
El 13 de marzo de 1905 Margaretha desapareció de la Historia. En el mismo momento en el que salió al escenario en el Musée Guimet con el seudónimo de Mata Hari (“Ojo del Día”, en malayo) su pasado mismo se transformó. Aquel día dejó de ser la heredera de un matrimonio fracasado para convertirse en la princesa de un olvidado reino en Java que había sido educada desde su infancia en los artes secretos de la danza. En el escenario enloquecía a sus seguidores: uno de sus bailes más conocidos (y esperados) consistían en ella retirando una a una las prendas que cubrían su cuerpo para terminar al final únicamente con un sostén con dos pequeñas placas de metal.
El atuendo de la Mata Hari antes de salir al escenario
Su debut fue un éxito atronador. Pronto se convirtió en una verdadera celebridad: el París de la Belle Époque era perfecto para una mujer seductora que gustaba de exhibirse y atraer admiradores. Se contaban por decenas los pretendientes que la seguían con la esperanza de tener un rato a solas con ella, e incluso se convirtió en la amante del millonario industrial de Lyon Émile Étienne. En palabras de la prensa parisina:
«Mata-Hari es Absaras, hermana de las ninfas, de las Ondinas, de las valkirias y de las náyades, creadas por Indra para la perdición de los hombres y de los sabios.»
Su habilidad con la danza, sus rasgos medianamente orientales y su talento para crear historias hicieron que pronto el nombre de Margaretha pasara al olvido. Mata Hari era la última hija de una familia de Brahmanes hindúes que había aprendido en el Oriente a bailar, así como a amar, y que por giros inesperados del destino había llegado al París del 1900.
Cuando su carrera comenzó a decaer, hacia 1912, optó por dedicarse al oficio de cortesana. Bailar no era lo único que había aprendido en Java, y pronto consiguió fama por sus artes sensuales y eróticas tanto como lo había hecho por su exótica danza. Sin embargo, en este periodo (justo antes de la Guerra) comenzó a juntarse con su gremio más querido: los militares, algo que la involucraría en un conflicto del que no saldría tan fácilmente.
Sobre Mata Hari en la Primera Guerra Mundial hablaremos en el próximo episodio.
Parte 2
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