Sanal Edamakaru, “desenmascarador” de milagros
Realizando una labor que muchos consideran loable y otros absolutamente despreciable, Sanal Edamakaru se dedicaba hasta hace poco tiempo a la peculiar labor de “desenmascarar milagros” en su natal India. El objetivo de su trabajo era, ante todo, realizar acciones que llevaran a las personas a comprender que cosas que pensaban que eran mágicas realmente eran causadas por fenómenos naturales.
Aunque en ocasiones este tipo de individuos pueden ser bastante mordaces, en un ambiente exageradamente tradicional como el de India, donde miles de personas pueden ser engañadas, enfermar o morir a causa de su tenacidad al defender actos que serían incomprensibles para otras culturas.
En su tenaz labor, Sanal se convirtió casi en una celebridad en varios círculos intelectuales hindúes y apareció en múltiples programas de televisión en los que se encontraba con representantes del mundo tradicional hindú. En uno de esos escenarios fue que aceptó una apuesta que muchos habrían considerado arriesgada: dejarse asesinar por un faquir.
La apuesta
El hecho ocurrió en el año 2008, poco después de que un político llamado Uma Bharati acusara a sus opositores de haberle derrotado mediante el uso de magia negra. En aquel momento muchos tomaron por cierta la acusación del hombre.
Sanal fue convocado a un programa en vivo de la televisión hindú junto con Pandit Surinder Charma, un poderos e importante faquir que decía ser capaz de realizar todo tipo de influencias usando la magia negra tradicional. A medida que la entrevista avanzaba, Pandit comenzó a asegurar que incluso podría garantizar la muerte de cualquier persona usando sus poderes.
Y Sanal, a quien todo ello le parecía un chiste, decidió retarlo. Debía matarlo a él, ahí, ahora, frente a millones de televidentes.
Cuando el faquir aceptó el reto, los programas siguientes del canal de inmediato se cancelaron y millones de personas se sentaron a ver al hombre que acababa de aceptar el reto de ser asesinado en vivo.
El desenlace
Pandit comenzó entonces a cantar, a recitar sus mantras y a apretar la cabeza de un muñeco de trapo. Se veía confiado, y algunos incluso notaron un destello de miedo en los ojos de Sanal.
Pero pronto la situación revirtió. Pandit comenzaba, minuto a minuto, a sonar más y más desesperado mientras que Sanal sonreía y permanecía calmado. De vez en cuando soltaba una risa nerviosa ante lo que fue un atentado – bastante fallido – contra su vida. Y a medida que pasaba el tiempo y quedaba más claro que Pandit fracasaría, aumentaba como nunca el rating del canal.
Al final, dos horas después, el experimento se clausuró como un completo fracaso (Pandit había afirmado que le bastaban 3 minutos). Aquí pueden ver un fragmento del programa.
Para excusarse por su fracaso, Pandit afirmó que este se debía a que Sanal era protegido por una poderosa deidad hindú, por lo que la magia no le hacía ningún efecto. Lo citó para un segundo round en el que, de nuevo, no sucedió nada. Sanal se convirtió en el gran vencedor del desafío. Pero, cabe hacer la pregunta: ¿y si hubiera sido un creyente?
Muy seguramente en este caso los cánticos de Pandit le hubieran comenzado a causar una mayor opresión en el pecho, angustia y desesperación. No porque tuvieran poder en sí mismos sino porque él – o ella – así lo creían. Al fin de cuentas, el cuerpo es esclavo de la mente.
Por esta razón, cuando muchas personas dicen haber sido sanados por milagros o por magia, haber sido manipulados, controlados o afectados, puede que tengan razón. Sólo que el verdadero poder no está en el hechicero o el psíquico: está en ellos mismos.
Sanal nos muestra que cuando somos conscientes de nuestro propio poder, nadie, ni el faquir más poderoso de la India, puede hacernos daño alguno.
Fuente de imágenes: 1: oxfordstudent.com, 2: i.ytimg.com