Una gran tormenta geomagnética
Existen varios tipos de tormentas solares. Las más importantes para los seres humanos (y también las más peligrosas) son llamadas Tormentas Geomagnéticas y consisten en eventos en los que los llamados “vientos solares” alteran seriamente el campo magnético terrestre. Este evento hace que llegue una inmensa cantidad de energía a una parte de la atmósfera conocida como la magnetósfera y que como consecuencia cargaría eléctricamente grandes regiones aquí y en la ionósfera.
Esto, aunque pasa más bien desapercibido en la superficie, puede tener consecuencias funestas para los actuales sistemas de radiocomunicación en los que se basa la sociedad moderna. Los satélites y las señales con las que nos comunicamos podrían borrarse de un plumazo en la eventualidad de un fenómeno de este calibre. Y esta es una preocupación recurrente porque este fenómeno ya ha sucedido en la historia de la humanidad.
En efecto, entre el 28 de agosto y el 2 de septiembre de 1859 muchos astrónomos alrededor del mundo fueron testigos de una serie de manchas solares de tamaño variable que comenzaron a aparecer en varios puntos del astro rey. Estas manchas eran indicadores de una gigantesca tormenta geomagnética que vendría a conocerse como “El evento de Carrington”. Puntualmente, se trató de una eyección de masa coronal.
La llegada de la tormenta
Esta eyección fue particularmente letal en la medida en que se tardó apenas 18 horas en arribar a la tierra (cuando lo normal son más de 3 días), se cree que porque una tormenta previa (de menor tamaño) habría “limpiado el camino”. El principal impacto visible en la superficie fue la aparición de inmensa cantidad de auroras boreales que llegaron a verse incluso en el Caribe: se cuenta que su intensidad era tal en las montañas rocosas (al occidente de Estados Unidos) que los trabajadores de las minas comenzaron a hacer desayuno porque pensaron que ya era de día. Se dice que la luz superaba con creces a la luna llena, pero con una suavidad tal que “pareciera envolver a todos con su manto”.
Estas impresionantes auroras fueron de la mano con una serie de daños considerables a las redes telegráficas de gran cantidad de países. En Estados Unidos incluso se informó que algunas estaciones presentaron incendios en las redes que, en ocasiones, se transmitieron a las estaciones. En general, el sistema telegráfico colapsó en prácticamente todo el mundo.
El Evento de Carrington es, hasta el momento, la mayor tormenta solar que haya golpeado la tierra. Sus efectos fueron relativamente leves por dos razones: primera, porque no habían otro tipo de radiaciones que se dirigieran a la tierra, y segunda porque la dependencia de la tecnología estaba en un nivel relativamente bajo.
En la actualidad un evento equivalente no sería nada benigno. Incluso suponiendo que no existan amenazas simultáneas en el espacio (como una Supernova), que podrían convertir este evento en un apocalipsis en toda regla, los daños a los sistemas de información global serían catastróficos y podrían acabar con la comunicación. Se perderían millones de servidores, de datos en la nube, los GPS dejarían de funcionar y los sistemas automatizados colapsarían. Los efectos de esto, tanto en la vida de las personas como en la economía, serían gigantescos.
Afortunadamente, nada parecido al evento de Carrington se ha repetido en el último siglo. Y tú, ¿crees probable que se repita en el futuro cercano?
Fuente de imágenes: 1: lavidacotidiana.es, 2: astropt.org, 3: alertacatastrofes.com