En momentos en que la vida se ve en grave peligro, el ser humano puede llegar a realizar acciones o a tomar decisiones verdaderamente drásticas, como preferir cortarse una parte del cuerpo a morir.
Un sueño que terminó en pezadilla
Pues así le sucedió a Aron Ralston, quien cuando tenía 27 años de edad, pretendía convertirse en un famoso montañista y por ende, renunció a su empleo en la empresa Intel. Para lograr su objetivo, se propuso escalar todas las cumbres del estado de Colorado, de aproximadamente 4 mil mts.
El 25 de abril de 2003, manejaba su vehículo con el que se dirigía al ‘Parque Nacional Tierra de Cañones’, localizado en Utah, Estados Unidos. Tan pronto como arribó al lugar, prosiguió su camino en bicicleta. “En medio de la naturaleza yo encontraba satisfacción: pararme en un lugar donde pensé que era imposible llegar, me hacía sentir de una manera única. Había una necesidad de ego, tenía grandes ambiciones y quería saber de qué estaba hecho”, narró el protagonista de esta historia.
El día uno de su aventura, conoció a Kristi y Megan, dos expedicioncitas con quienes comparte la mañana. Luego, continuó con su camino. Las cosas se empezaron a mostrar mal al segundo día, pues cayó a un acantlado mientras practicaba senderismo en el cañón llamado “Bluue John”. En esos momentos, también cayó una enorme piedra de un peso aproximado de 90 kilogramos, aplastándole el brazo derecho a Ralston.
Las 127 horas del video del horror
Aron contaba con una cámara pequeña que pudo alcanzar con su brazo libre, y grabó un video para sus seres queridos, en el que grita, se desespera, implora por ayuda, hasta intenta mover la piedra. En vista de que no se movía, se llenó de paciencia y con su navaja iba raspando la roca para que se achicara y cediera. Sin embargo, nada surtía efecto y las esperanzas se le agotaron. El video duró 127 horas.
Llegó el momento donde no tenía qué beber y la sed le carcomía las entrañas. Debió entonces beber de sus propios orines. Aunque era todo lo que ingresaba en su organismo, porque no tenía qué comer ni cómo moverse. Por si fuera poco, el frío también lo torturaba y se dio cuenta de que pronto moriría de hipotermia o de una infección letal a causa de su brazo herido de gravedad. Tuvo que soportar duras tormentas y casi no recibía los rayos del sol.
Ya era la noche número cinco y con sus últimas fuerzas decidió jugarse el todo por el todo y a como diera lugar, salvar su valiosa vida. En el video se aprecia que cogió su navaja nuevamente, pero para escribir su epitafio en la roca: “Aron Ralston, 1975-2003 RIP”.
Una visión iluminadora
La agonía era sumamente espantosa y como consecuencia, Aron quiso suicidarse. De tal modo que se le ocurrió cortarse el brazo, para de esa manera quedar totalmente desangrado y acelerar su deceso. Pero esa terrorífica noche, en sueños divisó un niño de cabello rubio, de una edad aproximada a los 4 años que jugaba con un pequeño camión. El niño se aproxima a abrazarlo. Ralston lo toma en sus brazos, juega con él y lo sube en hombros. Se percató de que era su hijo que aún no había nacido.
Esto fue motivo más que suficiente para que se armara de valor y decidiera radicalmente, romper los huesos de su brazo atrapado y en seguida, con la navaja rasga los tejidos de la piel y de los músculos, hasta que consiguió amputarlo por completo. “El recuerdo de la gente que quería me dio el coraje para aguantar. Pensé en el suicidio, pero tenía que volver con ellos. Por eso al final, mientras me amputaba el brazo, yo sonreía: iba a regresar, tendría un abrazo de mi mamá, quizá vería a este hijo más adelante”, recordó el valeroso hombre.
Para salir del lugar fue también una tarea infernal. Tuvo quee escalar una pared de 65 mts de altura y caminar cerca de 13 kilómetros. Finalmente, una familia lo ve y lo rescatan. Al poco tiempo, un helicóptero apareció en el lugar y lo trasladó a un hospital.
“Estaba aliviado de haber sobrevivido, pero sabía que iba a ser difícil. Tuve muchas cirugías, dolor, terapias. No podía ir al baño solo. Hacía progresos, venía otra cirugía y volvía a empezar de cero, era deprimente. Durante la recuperación volví a pensar en el suicidio, pero mi familia y mis amigos me distraían. Comprendí que esta no era una historia solo para mí y mis amigos. Entendí que no era una tragedia, sino un regalo que iba a compartir. De alguna manera es lo más grande que me ha pasado en la vida”, añadió Aron.
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