Éste es uno de los fenómenos paranormales que más se repiten en diversos lugares. Una prueba más de que nunca estamos solos y de que existen otras dimensiones paralelas. Sucesos inexplicables que de un momento a otro, pudiesen ocurrirle a cualquier persona y dejarlo completamente frío del impacto. Así le sucedió al hombre que bailó toda la noche con un fantasma. Ésta es la historia:
Una velada inolvidable
Ciudad de México, sábado 9 de abril de 2005. Un grupo de chicos se jóvenes se dirigen a una discoteca. Querían pasar una noche de lujo y como de costumbre, ligar con mujeres. La noche trascurría con normalidad y Johan Guzmán, uno de los que iba en el grupo, se fijó en una mujer que estaba sola en la barra.
Se le acercó y le invitó un trago. Ella accedió sin problemas a conversar con él y el gusto fue mutuo. Bailaron, hablaron, compartieron ideas y a medida en que pasaba el tiempo, se iban compenetrando más y más, hasta que por fin llegó el beso. Laura, como dijo que se llamaba, le decía a Johan que jamás imaginó que se iría a encontrar esa noche con el amor de su vida. El joven estaba alucinado con ella y en sus adentros pensaba que era la mejor conquista de todas.
Querían que los segundos se detuvieran y no se pasara esa maravillosa velada. Por esas fechas, Johan debía presentar los exámenes de graduación y no debía demorarse en el bar con sus amigos, pero las horas no dieron tregua y llegadas las 3 de la madrugada, la discoteca cerró sus puertas.
Laura le pidió al joven que por favor le prestara su chaqueta, pues estaba haciendo mucho frío y ella había olvidado su abrigo. Él así lo hizo, sin pensarlo dos veces. Estaba totalmente hipnotizado por los encantos de esa hermosa rubia, de ojos claros y figura espléndida. Querían seguir la fiesta, pero no había dónde, así que llegó el momento de la despedida.
Johan no quería despegarse de ella, así que le ofreció llevarla a su casa, pero se mostró algo reacia a la propuesta. De hecho, ya en la calle, sus facciones eran algo extrañas, el tono de su piel era más pálido de lo común y se sentía un frío penetrante a su alrededor. Sin embargo, fueron detalles que solo se pasaron por la mente de Johan por un segundo, porque él quería disfrutar junto a la chica lo que más pudiese.
Laura aceptó ante tanta insistencia, pero con la condición de que sólo la dejara cerca, ya que no quería que sus padres la vieran llegar con un hombre a esa hora. Él acepta sin reparos y así fue. A unas tres cuadras de la casa, se despidieron y quedaron en verse al siguiente día. No paraban de besarse, acariciarse y decirse lo mucho que se gustaban y todo lo que estaban sintiendo tan especial el uno por el otro. Al fin, cada uno partió hacia su vivienda.
Johan sabía muy bien que ella se había llevado su chaqueta, pero a propósito no se lo recordó, para que hubiese una excusa de visitarla al día siguiente Antes de el beso de buenas noches, le dijo la dirección exacta. En la tarde del día siguiente, el joven llegó muy arreglado y perfumado a tocar en la casa de la chica. Salió una anciana y Johan le pidió que por favor llamara a Laura; la anciana quedó perturbada y decía que no le jugaran esa clase de bromas, pues Laura era su hija y había fallecido 15 años atrás.
Quedó completamente impactado
El joven sentía que su corazón se iba a estallar. No lograba asimilar lo que estaba aconteciendo. No le creía a esa señora y llegó a pensar que de pronto no estaba bien de la cabeza. Sin embargo, ante la insistencia de Johan, la anciana le dio las pistas exactas para que fuera y lo corroborara en la misma tumba de ella, donde había una fotografía en la lápida.
Totalmente consternado, se dirigió rápidamente hacia el cementerio y siguiendo las indicaciones, llegó a la tumba. De repente, un corrientazo de los pies a la cabeza sacudió el cuerpo del impresionado muchacho, cuando vio la foto de la hermosa joven con quien disfrutó una velada mágica y especial la noche anterior y de quien quedó profundamente enamorado, en la lúgubre lápida. Pero eso no es todo: la chaqueta estaba sobre la tumba.
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