En diversas partes de la Tierra, individuos peligrosos y dementes asechan las calles de ciudades, campos y poblados. Pero sin duda alguna, uno de los peores asesinos en serie, por el número de crímenes y dantescas formas de proceder con sus víctimas, pero sobre todo porque se trataba de niños, es Luis Alfredo Garavito Cubillos: “La bestia”.
Tal vez las cifras superan los 300 niños
Así le llaman entre tantos apodos que le han impuesto por sus características, como “el loco”, “guffy”, “El cura”, “El monje”, entre otros tantos. Este personaje violó, torturó y mató a más de 200 niños en territorios colombianos y ecuatorianos. Garavito confesó haber asesinado a 172 menores. Sin embargo, las investigaciones han demostrado que superan incluso a los 250 o casi 300 niños asesinados, en horribles condiciones.
Garavito nació el 25 de enero del año 1957, en un poblado llamado Génova, en Qundío, Colombia. En las entrevistas que le realizan, confiesa abiertamente y sin ambages, varios detalles de sus crímenes, pero también asegura que cuando era pequeño también fue víctima de maltrato, falta de afecto y atención por parte de su progenitor. También reconoce haber sido víctima de violación sexual en su infancia.
Los recorridos del horror
Trazaba los recorridos del horror: viajó por toda Colombia cerca de cinco veces, haciendo de las suyas en 59 departamentos de esta nación, dejando decenas y decenas de niños violados y asesinados. Existen muchas víctimas no registradas de este sujeto, por lo que sólo se le juzgó por las oficialmente reportadas y finalmente, con rebajas demasiado generosas por la legislación colombiana.
En los relatos de Garavito, éste relata cómo a los 12 años de edad, un amigo de su padre propietario de una droguería, lo violó y lo torturó sin compasión y esto lo hacía cada vez que tenía oportunidad, en un periodo de dos años, aproximadamente.
“Después yo empecé a sentir una atracción hacia las personas de mi mismo sexo. Mis hermanos y hermanas estaban muy pequeños, yo sentí como algo y todos nos fuimos hacia una cama donde yo insinué que se quitaran la ropa y comencé a acariciarlos, allí no pasó nada, ni mis padres se dieron cuenta, ni tal vez mis hermanos se acuerden. Estando durmiendo, cogía a mis hermanos menores y les quitaba la ropa y sin que ellos se enteraran los acariciaba”, comenta el criminal.
Años más tarde, aún siendo un adolescente, intentó ir más lejos en la búsqueda de sus placeres sexuales: acorraló a un menor en inmediaciones de la estación del tren y le comenzó a tocar sus órganos genitales y por fortuna, el niño gritó y sus gritos fueron captados por guardias que acudieron instantáneamente a su rescate, poniendo preso por primera vez a Garavito. “Después de eso me largan y resulta que mi padre me reprendió, me dijo que si acaso no había mujeres. Pero mi papá no me dejaba tener novia y a mí tocaba ocultar todas esas cosas que me pasaban. Me soltaron y de ahí en adelante no volví a vivir en la casa, mi papá me echó y trataba de que no volviera más”, continúa Garavito.
El tiempo siguió trascurriendo y años delante, consiguió trabajo en un supermercado, pero a casi todos los niños que entraban allí, los fichaba y a muchos los violó y mató. El sujeto descubrió que su excitación aumentaba en momentos en que infligía violencia en sus inocentes víctimas, por lo que inició a utilizar cuchillas, veladoras, ganchos y otros utensilios con los que lastimaba a los niños, mientras abusaba carnalmente de ellos.
Conversión al satanismo
Pero este hombre también asegura que al mismo, tiempo sufría de terribles arrepentimientos y en esos instantes donde su Consciencia trataba de hablarle, cogía la Biblia y lloraba compulsivamente pidiendo castigo para sus horribles acciones. Pero eso era por un momento nada más, pues Garavito cuenta que se volvió satánico y todo empeoró cuando obtuvo un libro de magia negra y sus violaciones y asesinatos, se tornaron en sacrificios ofrecidos a Satanás.
De esta manera, el llamado “La bestia” confesó que engañaba a los menores. “Para poder llevar a los niños les repetía el cuento: tengo unos terneritos pequeños y necesito que me ayuden, yo les pago mil o quinientos pesos. Los niños me creían y se iban conmigo. Yo buscaba sitios apartados de difícil acceso y boscosos, también matorrales que estuvieran alejados de las casas. Utilizaba cafetales y cañadas donde hubiera pasto alto, pero siempre lejos de la gente”, narra el violador, con sumo detalle.
Cuando atrapaba a un infante, lo amarraba con cuerdas. Entonces, se empeñaba en propinarle golpes por todas partes: en el estómago, en su pecho, en el rostro y en la espalda. Les quebraba los huesos de las manos, con fuertes pisotones. Lanzaba fuertes puños hacia los riñones y les saltaba encima con el propósito de fracturarles las costillas. En seguida, con un destornillador y un cuchillo, los mutilaba. Le gustaba amputar los dedos y las manos, los ojos, las orejas y lo que pudiera. Todo esto, lo cuenta sin pudor alguno, aquel asesino.
La captura
Sus actos de terror cesaron cuando las autoridades lograron capturarlo, el 22 de abril de 1999. En los procedimientos judiciales, Garavito sacó una libreta donde tenía anotados algunos de sus crímenes y los confesó, pero ya está debidamente comprobado que decenas de otras víctimas quedaron sin registrar. Por las leyes colombianas, sólo se le dio una condena de 40 años que ha podido rebajar considerablemente, pues se convirtió a la religión evangélica, lo cual le ha dado privilegios en la cárcel de máxima seguridad, donde ya cumplió la condena y no lo sueltan, por el peligro de que lo asesinen las masas embravecidas.
Imágenes: asesinosenserie.com; unionyucatan.mx