Objetos que no deberían perderse
Seguramente todos hayamos perdido, alguna vez, un objeto importante. Muchos estamos en una situación permanente en la que objetos de poco valor pero mucha importancia en el día a día (como las llaves o los documentos de identidad) tienden a desaparecer en los momentos más críticos del día. Sin embargo, existen ocasiones en las que se pierden precisamente aquellos objetos que menos deberían perderse. Y, preocupantemente, ocurre más a menudo de lo que uno creería.
Es el caso de los misiles con ojivas nucleares que, por lo visto, se han esfumado en repetidas ocasiones de los inventarios de los países desarrollados. En el caso de los Estados Unidos, el gobierno públicamente acepta que ha perdido 11 ojivas nucleares en los últimos 60 años, en el caso de las antiguas repúblicas de la Unión Soviética, la cifra no se conoce con seguridad, pero alrededor del mundo se cree que el número de armas perdidas puede fácilmente superar las 50.
En el caso de los Estados Unidos, el momento más crítico fue la década 1955 – 65, cuando la Guerra Fría tuvo un “calentamiento” y el movimiento de misiles a lo largo y ancho de los países aliados alcanzó un volumen sin precedentes. Debido a la importancia del cargo, los aviones debían volar directamente hasta sus destinos recargando combustible en pleno vuelo: una labor difícil y peligrosa que los hacía vulnerables a fenómenos climáticos inesperados como tormentas.
Casos reconocidos de pérdidas de ojivas nucleares
Uno de los casos más icónicos sucedió el 10 de marzo de 1965, cuando un Jet modelo B-47 despegó de la base aérea MacDill en Tampa con destino a bases desconocidas, pero que involucraban un vuelo transatlántico con dos episodios de recarga de combustible en vuelo. El primero sucedió sin inconveniente alguno, pero el avión jamás se presentó para el segundo, que se supone se realizaría sobre el Mar Mediterráneo. Pese a las exhaustivas búsquedas del gobierno, el avión jamás apareció y su ojiva nuclear se convirtió en una más en esfumarse de los inventarios norteamericanos.
Otro caso famoso ocurrió en 1968, esta vez en el atlántico, cuando un bombardero estadounidense B-52 voló sobre Groenlandia y se estrelló en la Bahía de la Estrella del Norte, cerca de la base de la Fuerza Aérea Thule, detonando sus explosivos convencionales en una manera, diríase, espectacular. Sin embargo, de las 4 ojivas que estaba cargando el avión se sabe que al menos una no se recuperó, y las autoridades presuponen que la explosión habría derretido el hielo, en donde se habría hundido el dispositivo y donde permanecería, sellado en el hielo, hasta la actualidad.
Pero en ocasiones, los aviones ni siquiera alcanzaban a despegar. En uno de los casos más vergonzosos para el ejército estadounidense, el 10 de diciembre de 1965 un jet Shykawk A-4E se encontraba preparado para despegar con una poderosa bomba de hidrógeno B-43 del portaaviones USS Ticonderoga – a la sazón cubriendo una ruta entre Vietnam y Japón – cuando un fallo en el mecanismo del avión llevó a que, en lugar de despegar, cayera en medio del océano donde se hundió a una profundidad de más de 5 kilómetros. Este accidente resultó en un absoluto secreto por varias décadas, pues los Estados Unidos de hecho habían violado varios tratados a la hora de llevar este artefacto y, peor, temían que las presiones de la profundidad lo activaran.
Fueron varios los casos en los que estos sucesos ocurrieron, incluyendo varios submarinos perdidos tanto por la URSS como por los Estados Unidos. Aunque la mayor parte de las desapariciones ocurrieron en el océano, algunas ocurrieron en tierra, lo que podría indicar que las armas fueron encontradas por quién sabe qué grupos.
¿Crees que estas armas podrían ser un peligro? ¿O el hecho de que no la hayan detonado indica que ya nunca lo harán?
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