Cada una de las princesas Disney que hemos estudiado, esconde oscuros secretos que demuestran que los verdaderos cuentos de hadas, no culminan con un final feliz y están llenos de sangre y crueldad. La sirenita no es la excepción. Su historia real es la siguiente:
Un cumpleaños de ilusión
Todo inició cuando Ariel, la sirenita, celebraba su cumpleaños número 15 y como regalo, le permitieron ascender a la superficie y conocer el mundo exterior. A las jóvenes sirenas se les tenía terminantemente prohibido asomarse al mundo terrestre, porque corrían peligro al exponerse ante los humanos. Pero Ariel tenía mucha curiosidad y le fue concedido echar un vistazo.
Ella era la menor de un grupo de hermanas, hijas del Rey del Mar, que siempre sentía curiosidad hacia lo misterioso. Aquel día de su cumpleaños fue uno de los mejores de su vida, cuando asomó su cabeza por fin, por fuera del agua. Pero fue grande su sorpresa al encontrar a su amor dentro de un barco, tripulado por marineros dentro de los cuales, se hallaba un apuesto príncipe joven que ese día también festejaba un año más.
Mientras ella lo contemplaba totalmente enamorada y los jóvenes se divertían en la celebración, una tormenta espantosa ocasionó el naufragio de la embarcación. Entonces, Ariel nadó a toda velocidad para salvar al encantador marinero. Cuando el príncipe azul despertó, lo primero que vio fue a la sirenita de quien al igual se enamoró perdidamente, pues poseía una sinigual belleza y una melodiosa voz. Pero ella tuvo que retornar a su hogar en el fondo del océano, aunque ambos quedaron flechados por cupido.
Desesperada por amor, lo pierde todo
Desesperada por ver a su enamorado, pero con la incapacidad por su naturaleza de pez, visitó a una poderosa bruja para que le ayudara a transformar su cola de sirena, en piernas humanas. La hechicera aceptó pero a cambio le pidió su voz y Ariel accedió. De tal modo que la bruja le cortó la lengua brutalmente, después de advertirle que las piernas no eran garantía de que enamorara a un hombre y que podía quedarse muda y sin nada, pues si lograba enamorarlo se rompería el hechizo y ella sería una chica común y corriente, con un alma como la de los seres humanos.
Pero a ella no le importó nada las advertencias de la bruja, pues estaba obsesionada con el joven. Después del horrible cobro, quedó transformada en una jovencita real, con unas piernas temblorosas que no sabían caminar. Pensaba que esa acción era fácil y cuando salió a la superficie sintió la dura carga de su peso y la fuerza de gravedad, causándole gran dolor en sus pies y sumado a eso, no podía expresarse porque estaba completamente deslenguada.
Cuando se encontró con su amado, él sí se enamoró de ella porque se le hacía parecida a aquella sirena que lo salvó en el mar, pero realmente amaba a ese misterioso ser femenino del océano que lo rescató, sin darse cuenta de que eran la misma persona, pues ella no podía hablar y él buscaba volver a oír aquella melodiosa voz. Así que no pudo obtener un alma humana.
Al poco tiempo, una mujer con una voz angelical, muy parecida a la de la sirenita, se presentó en el palacio del príncipe y éste, pensó que por fin la había hallado y decidió casarse con ella. Entonces, Ariel cayó en el más profundo sufrimiento y depresión, pues había quedado muda y con unos dolores insoportables en sus pies y boca.
En medio de su tragedia, una misteriosa voz le indujo a asesinar al príncipe; le aseguraba que si terminaba con la vida del apuesto joven, su corazón no se pudriría. Sin embargo, renunció a sí misma por el amor al príncipe y decidió dejarlo vivir felizmente junto con su nueva prometida. Intentó varias veces suicidarse en el mar, pero nunca lo logró ni murió. Uno de esos días, Ariel empezó a elevarse en el aire y quedó condenada a ser hija del viento.
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