El mundo de la astronomía es sorprendente. Cada día, se descubren miles de fenómenos extraños y espectaculares en el espacio exterior y en multiplicidad de astros. Impresionantes cifras de dinero se invierten en tales proyectos espaciales de la Nasa y de las distintas potencias mundiales, así como el observatorio más tecnológico y grande del mundo, el cual pertenece al Vaticano y curiosamente, se llama “El Observatorio Lucifer”. Uno de esos descubrimientos más asombrosos, es que en algunos planetas de nuestro sistema solar, llueven diamantes. Veamos:
Ni la ciencia ficción lo contempló
Como si fueran salidas de la imaginación de un escritor de fantasía, son las cosas que observan los distintos observatorios astronómicos de alta tecnología. Gracias al empleo de sofisticados rayos láser, capaces de difundir 27 mil flashes por segundo, diseñados con el objetivo de iluminar a grandes distancias, se pudo capturar algunas imágenes en Saturno y en Júpiter. Dicho rayo láser también es capaz de pulverizar cualquier diamante, incluso si éste se halla a una presión 50 millones más fuerte que la de la Tierra. Muchos usos le ofrece esta tecnología, a esta rama de la ciencia. El nombre de láser es: : “National Ignition Facility”, muy similar al de la película “Star Treck”.
Gracias a eso, igualmente ha sido posible observar y analizar el comportamiento del carbono en condiciones de presión exageradas, como las que según la NASA se encuentran en lo profundo de las masas planetarias de grandes proporciones, como en el caso del Dadivoso de nuestro Sistema Solar. Otras investigaciones que han contribuido a estos estudios, son las del “Lawrence Livermore National Laboratory”, de Estados Unidos. Se han enfocado en especial en esos gigantes gaseosos, pues poseen un gran contenido en carbono, evidenciando cabalmente, que allí se producen sorprendentes lluvias de diamantes. También, se ha podido divisar bloques naturales de diamante sólido de enormes proporciones.
Este fenómeno ya es un hecho aceptado oficialmente por la ciencia, ya que duró en debate por muchos años. El experimento definitivo se llevó a cabo con 176 láser distintos, apuntando contra un objeto cilíndrico de oro, de unos reducidos centímetros de diámetro, simulando la presión y condiciones en las profundidades de los planetas grandes. La idea era calentar el cilindro, hasta que los rayos x desintegraran por completo el objeto de oro.
Certeza en la comunidad científica
No les quedó la menor duda a los científicos, concluyendo que en Júpiter y Saturno sucede igual; en sus centros hay grandes bloques de diamante y la presión de la capa atmosférica eleva la densidad de las moléculas del carbono, quedando como resultado una especie de gotas del preciado mineral diamantino, que comienzan a caer en forma de lluvia, ofreciendo un espectáculo cual ninguno.
Desde hace más de tres décadas, se sabe que el diamante en bruto presenta una marcada estabilidad en los núcleos planetarios de Neptuno y de Urano, caracterizados por el intenso frío que impide que la atmósfera derrita el diamante. Bajo ese precepto y desde ese entonces, sospecharon que en Júpiter y Saturno la cuestión sería al revés. Pero ahora no sólo se descubrió que es así, sino que además los diamantes flotan en el centro de estos astros y por acción del calor y los demás elementos, se forman increíbles icebergs. La precipitación permite que al final, en varias zonas comience a llover diamantes líquidos.
Obviamente, diversos cálculos se han desarrollado y gracias a éstos, se sabe que cerca de 10 millones de toneladas de ese preciado mineral, se acumula en la atmósfera cada año. Los colosos gaseosos son muy ricos en carbono en forma cristalina brillante, según los estudiosos. Todo comienza con las fuertes tormentas que transmutan el metan en carbono u hollín, para luego con el pasar del tiempo, convertirse en trozos de grafito y finalmente, en hermosos diamantes. Constituye todo un ciclo que finaliza cuando el granizo de diamantes, termina fusionándose con un mar líquido en el interior de los núcleos planetarios, señalan las investigaciones.
“Todo comienza en la atmósfera superior con las tormentas, cuando un rayo convierte el metano en el hollín. A medida que el hollín cae, la presión sobre él aumenta, lo que provoca que se convierta en grafito”, indicó Kevin Baines, el principal promotor de estos estudios aceptados por la “División de Ciencias Planetarias de la Sociedad Astronómica Americana”.
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