Una antigua extinción masiva
En este portal ya hemos hablado del alcance de las antiguas extinciones masivas. La segunda más importante (y también la segunda en orden cronológico) fue la gran extinción del Ordovícico, que acabó con los mares boyantes de vida primitiva. Las teorías sobre esta, que involucran un océano desprovisto de oxígeno y/o el cambio climático por el aumento de este gas en la atmósfera (eventos separados por algunos millones de años) no han sido capaces de explicar a satisfacción el dramático evento.
Sin embargo, nuevas evidencias parecen indicar que una causa no evaluada anteriormente para que estos eventos sucedieran fue el aumento de los niveles de metales pesados en los mares ordovícicos. Aún se analiza si esto pudo llevar a la anoxia (es probable que así fuera), pero incluso de no ser así los metales afectaron mucho las poblaciones de plancton, base de la cadena alimenticia marina.
Los “Monstruos del Apocalipsis”
Con este nombre se denominan algunos especímenes de plancton que fueron hallados en algunas rocas ordovícicas de Libia. Puntualmente, los científicos se concentraron en organismos llamados quitinozoos, que en este periodo mostraban horribles mutaciones debidas, precisamente, al aumento de la presencia de metales pesados en el océano (principalmente hierro, manganeso, cobre, plomo y aluminio). A estos procesos se les denominó cambios teratológicos, por el griego Theratos que significa “monstruo”, y pronto las criaturas vinieron a conocerse como los monstruos del apocalipsis.
Lo interesante de asunto es que estas mutaciones parecen haber sido el preludio de un espantoso periodo de extinciones en los mares ordovícicos. Y, de manera preocupante, muchas de estas mutaciones se han encontrado también en las criaturas microscópicas de las fuentes de agua actuales. Los “Monstruos del Apocalipsis” ya predijeron una vez el destino del mundo y bien podrían hacerlo de nuevo.
El papel de la humanidad
Sin embargo, en esta ocasión no son fenómenos naturales los que llevan a esto, sino los desechos que la humanidad ha lanzado a los cursos de agua del planeta. Esto podría ser algo bueno: los metales pesados podrían ser un preludio de fenómenos geológicos que desconocemos y que llevarían de ordinario a una extinción¸ pero al ser su origen artificial dicho fenómeno no tendría por qué ocurrir.
Sin embargo, si los metales pesados no son un síntoma sino la causa podríamos estar trayendo sobre nosotros la destrucción. En ese caso es poco lo que podemos hacer… además, claro, de modificar completamente el funcionamiento de nuestra sociedad.
¿Qué tan cerca crees que estamos de la catástrofe? ¿Y qué tan lejos de una posible solución?
Fuente de imagen: cdn.rt.com