Se conoce con el nombre de Tango a un género musical y al baile correspondiente a éste, original de la Argentina, en donde se ha convertido en sello de importación y en emblema de su ciudad capital, Buenos Aires, así como ha sucedido otro tanto con Montevideo, capital del Uruguay.
El padre del tango
Tal como sucede siempre con la autoría de un célebre cuento a pasaje popular, muchas son las teorías que rondan en torno al origen del tango, más bien hacia cuál de todas las culturas que vinieron a conformar la cultura actual bonaerense fue la responsable de aportar este ritmo musical que ha evolucionado durante décadas de la mano de la historia del país que le sirvió de cuna.
En este sentido, son numerosos los escritores e investigadores que se han abocado a la tarea de precisar si el tango lleva firma española, africana, gaucha o incluso italiana. Tras años de discusión, se ha llegado a la sincera conclusión de que de alguna manera todos las culturas colocaron su grano de arena, en especial la africana y gaucha, pues algunos han indicado que lo español que influyó en el desarrollo del tango, de alguna forma había sido aprendido en España directamente de la población africana.
De esta forma, los especialistas señalan ritmos musicales como el candombe, la milonga, la polka, la mazurca y la habanera cubana como algunos de los principales sonidos que vinieron a conformar el tango, el cual podría ser perfectamente señalado como el espejo del proceso de mestizaje vivido en Argentina, a través del proceso de conquista española, y la posterior migración italiana.
Deseo y tango
Sin embargo, el tango no es sólo sonidos, también es cuerpo, constituyendo en la actualidad uno de los bailes más vistosos y cotizados en todo el mundo, conquistando cada vez más fronteras y escenarios. Algunas fuentes indican que en sus inicios, el tango –perteneciente al ambiente de los bares de los suburbios y los márgenes de Buenos Aires- era bailado entre los hombres, en un abrazo enemigo, que giraba constantemente cuidándose las espaldas, de aquellos que quisieran aprovechar la ocasión para apuñalar a traición.
Con el tiempo, el baile entre hombres quedó atrás, convirtiéndose en un baile de pareja, hecho tal vez propiciado por la fama que ese sonido estridente y nostálgico iba cobrando, revolucionando la sociedad de Buenos Aires, al punto de que señoritas, damas y caballeros de la clase alta descendían hasta los arrabales sólo para escuchar su melodía. Finalmente, el tango se convirtió en una sensual danza, en donde hombre y mujer giran sin detenerse, mientras se desean y rechazan al mismo tiempo, en una dolorosa imposibilidad que sólo puede definirse con la palabra “melancolía”, o para decirlo en palabras del poeta argentino Enrique Santos Discépolo “un pensamiento triste que se baila.
Tango y lunfardo
Así mismo, este baile que danza acompañado del llanto glorioso del bandoneón también es palabra viva del proceso social de Buenos Aires, al estar ligado estrechamente al lunfardo, léxico propio de los suburbios y arrabales porteños, que vieron nacer al tango. De esta forma, el lunfardo ha estado presente en el tango casi desde el primer momento que a este sonido se le comenzó también a agregar forma literaria.
Según las investigaciones, sería el letrista de tango Pascua Contursi, quien inauguraría la hermandad tango-lunfardo al escribir en 1918 la letra de su afamado tango Mi noche triste, en cuyos versos se puede ver cómo cabalga sobre la tristeza un léxico extraño al español, que constituía el sello del arrabal, lo cual quizá también le confería al tango esa esencia de elemento de margen, y tal vez también de prohibición.
A partir de entonces, sobre todo en la célebre voz de Carlos Gardel –el más grande intérprete del tango argentino- tango y lunfardo visitaron los escenarios más afamados del mundo, haciendo que el público enloqueciera ante el llanto del bandoneón, el baile frenético del deseo, las letras enrevesadas y marginales, y la estampa del morocho inmortal, elementos que consagraron al tango como sello de Argentina y vino musical de los sedientos de melancolía.
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