Tipos de planeta
En nuestro Sistema Solar existen dos tipos de planeta diferentes: los llamados “planetas rocosos” y los “gigantes gaseosos”.
La diferencia fundamental es la conformación de la superficie planetaria. Los planetas rocosos son mucho más pequeños, se ubican en las cercanías del Sol (Mercurio, Venus, Tierra, Marte) y son, como su nombre lo indica, un planeta compuesto principalmente por rocas y materiales semejantes con una atmósfera gaseosa y, en el caso de la Tierra, un océano superficial.
Los gigantes gaseosos tienen un núcleo rocoso, al igual que los demás, pero este está cubierto por densísimas capas de gases que son muchísimo más grandes que los núcleos rocosos. La densidad de los gases cerca de la superficie rocosa es tan alta que no sabemos con exactitud cómo se comportan (podrían ser océanos, o incluso sólidos, u otra cosa), y a medida que se alejan del centro del planeta la densidad va cambiando y se va volviendo menos y menos fuerte, eventualmente formando una atmósfera tenue. Entonces, los planetas gaseosos carecen de una “superficie” como la de los planetas rocosos, pues el gas sencillamente se va diluyendo.
En nuestro Sistema Solar no existen otros tipos de planetas. Sin embargo, los científicos han especulado con la existencia de un tercer tipo: “planetas oceánicos” compuestos mayoritariamente por agua. La existencia de este tipo de planetas podría ser muy favorable para la vida, aún en sistemas solares con estrellas demasiado brillantes o pequeñas.
Planeta Océano
Esencialmente, un planeta oceánico es un planeta cuya masa corresponda en un 10% o más a agua. En comparación, menos del 0,05% de la masa terrestre es agua.
La posibilidad no es remota. La mayor parte de los cometas que rondan el Sistema Solar es hielo, y un planeta que estuviese en medio de una trayectoria particular podría ser golpeado por millones de cometas, acumulando una cantidad impresionante de agua.
Dicho planeta podría tener océanos con miles de kilómetros de profundidad (en comparación, la Tierra apenas si tiene 11 kilómetros de profundidad en las partes más profundas) en cuyo fondo las grandes presiones podrían crear formas de hielo completamente nuevas.
Pero lo que es más importante, un planeta así tendría una atmósfera densísima, compuesta principalmente por vapor de agua, lo que podría protegerla de los vientos estelares. Esto significaría una capacidad de sobrevivir aún en condiciones en las que otros planetas han fallado (por ejemplo, Marte). Los océanos, así mismo, podrían absorber gran parte de la radiación ultravioleta que daña la vida, facilitando su desarrollo.
Se cree que muchos planetas recientemente descubiertos (incluyendo todos los que rodean la estrella Kepler 11) podrían ser potencialmente oceánicos. Su desarrollo sería entonces completamente diferente al de la Tierra, pero eventualmente podrían ser un buen hogar para futuras colonias humanas, una vez se lograse alcanzar una atmósfera rica en oxígeno. Así mismo, tenemos un cuerpo semejante en el Sistema Solar: Europa, la luna de Júpiter, compuesta principalmente por hielo y que podría tener océanos bajo la superficie.
Lamentablemente, pasarán décadas antes de que podamos explorar de cerca uno de estos planetas y siglos, si no más, antes de poder llegar a uno, por lo que por ahora no son más que una teoría que podría verse confirmada en los próximos años. Pero la sola posibilidad de que existan ya es un aliciente muy grande para el potencial descubrimiento de vida en nuestra galaxia.
Imágenes: 1: orionsarm.com, 2: exoclimes.com