Ellos son tantos, y nuestro país es tan pequeño… ¿dónde habremos de encontrar espacio para enterrarlos a todos?
Alemania y el Eje
Cuando se habla de la Segunda Guerra Mundial todo el mundo piensa en tres países: Alemania, Italia, Japón. Fueron las llamadas “Potencias del Eje”, los principales beligerantes en el conflicto del cual salieron finalmente perdedores. Pero no fueron los únicos miembros de la alianza.
Otros países, por convicción o necesidad, se adhirieron a este bando. Hungaria, Irak y Tailandia se encuentran entre los más comprometidos con la causa. Pero hay un país en el que pocos piensan cuando se habla de Alemania: Finlandia.
El pequeño país nórdico, pobre en población y en aquel periodo también en recursos, fue uno de los más vitales aliados alemanes en la Segunda Guerra Mundial. Pero para entender qué sucedió allí tenemos que hablar primero de las relaciones fineses-soviéticas y de la Guerra de Invierno.
Política Soviética
En 1940 la Unión Soviética aún estaba formalmente aliada con Alemania, aunque ambos líderes (Stalin y Hitler) tenían claro que este era un asunto meramente estratégico, no una alianza de fondo. Y a Finlandia esta alianza no le convenía nada.
Durante siglos, Finlandia había sido un territorio en disputa entre Suecia y el Imperio Ruso. Había ganado su independencia recientemente (en 1917) y en aquellos años muchos en la Unión Soviética aspiraban a que se uniera al recién creado país. Finlandia optó por la autonomía, y la URSS siempre tuvo sus reservas al respecto.
Los soldados fineses eran expertos en el esquí, lo que les daba mucha mayor movilidad que sus contrapartes soviéticos
Pese a haber firmado varios tratados y armisticios, la URSS nunca estuvo contenta con la situación de la frontera. Finlandia estaba peligrosamente cerca de la ciudad de Leningrado. Así, aprovechando el desorden causado por la invasión a Polonia, la URSS comenzó a exigir a Finlandia entregar una porción considerable de su territorio. Al encontrarse con una negativa (lo que estaba planeado), y esperando conquistar todo el país, envió un gran ejército destinado a someter al pequeño país nórdico.
Y así comenzó la Guerra de Invierno.
La Guerra de Invierno
La ofensiva soviética
Finlandia no había estado dormida. Su población estaba entrenada y preparada para la guerra, y había organizado una cuidadosa defensa. Al contrario que Polonia, los líderes de Finlandia no confiaban en la comunidad internacional para venir en su defensa.
Y así, cuando tropas soviéticas cruzaron la frontera el 30 de noviembre de 1940, Finlandia estaba preparada. Tenía tres veces menos soldados, diez veces menos aeronaves y cien veces menos tanques. Además, la URSS contaba con vastas reservas en su gigantesco territorio: su economía y población eran decenas de veces aquella de Finlandia. El pequeño país se jugaba el todo por el todo.
Pero la moral era alta. Todos los hombres marcharon ya fuese al combate o a trabajar a las líneas de aprovisionamiento. Las mujeres, entre tanto, marcharon a las fábricas, con la intención de mantener abastecidos a los soldados, tanto de armamento como de alimento de fácil disponibilidad.
La supremacía finlandesa
Tras tres semanas de conflicto quedó claro quién tenía la mano ganadora. En la eterna noche invernal los fineses se movían conociendo a profundidad el territorio y causaron incontables bajas a los soviéticos. Estaban mejor equipados para el frío, tenían armas de largo alcance y, ante todo, tenían una razón para combatir. Los soviéticos, en cambio, habían sobrestimado su capacidad y habían enviado tropas de reserva, sin experiencia en combate.
El resultado fueron miles de bajas soviéticas en pocos días. Los fineses, hábiles combatientes, enviaron hombres al frente en pequeños grupos que se dedicaron a cortar los suministros soviéticos, haciendo que muchos murieran de frío y hambre (y que en el combate no estuvieran en su plena capacidad).
Con respecto a los tanques, los fineses pronto mejoraron la receta del llamado “Coctel Molotov” (al que de hecho ellos bautizaron así) añadiendo medidas adecuadas de gasolina y kerosene y un poco de clorato de potasio. Desarrollaron estrategias que consistían en dejar pasar los tanques y concentrarse en la infantería (de la que daban cuenta sus hábiles francotiradores) para luego atacar los tanques desde varios frentes con cocteles molotov de este tipo. Fue en este escenario que Simo Häyhä, un humilde campesino, se convirtió en la Muerte Blanca, el legendario francotirador finlandés y hasta el momento el mejor de la Historia.
La “Paz de Moscú”
Sin embargo, ni siquiera haciendo valer cada finés por 5 soviéticos podía Finlandia sostenerse indefinidamente. Tras demostrar su valía e indicarle a la URSS que una invasión completa le resultaría exhaustiva militarmente el gobierno de Finlandia tuvo que pedir un armisticio. La primavera venía y allí el ejército perdería la ventaja que le daba el terreno helado y la larga noche. Al final, Finlandia terminó por ceder lo que la URSS había pedido originalmente, pero garantizó su independencia.
Y así, cuando Alemania le declaró la Guerra a la URSS un año más tarde, para Finlandia fue natural unirse al bando del Eje, con la esperanza de recuperar su territorio. Una vez más fue un combatiente capaz, una vez más terminó por ceder ante la imponente maquinaria soviética, pero logró conservar su independencia.
En total, la Unión Soviética perdió más del triple de soldados, aeronaves y tanques que Finlandia en la primera parte del conflicto y más de 5 en la segunda. A sangre y fuego, el pequeño país pudo garantizar su supervivencia, aunque se viese obligado a ceder una parte importante de su territorio.
De los fineses de los territorios cedidos, sólo 19 decidieron quedarse bajo gobierno soviético. Los otros 400.000 (aproximadamente) optaron por abandonarlo todo y retornar a su patria.
Imágenes: 1: wiikipedia.org, 2: artofmanliness.com, 3: theatlantic.com