Reza un dicho popular que “la curiosidad mató al gato”, refrán donde queda plasmada la advertencia social de que involucrarse en todo, o ir detrás de cualquier proceso puede representar un peligro para el curioso.
Sin embargo, esto podría ser solo una advertencia sobre la necesidad de ser precavido, no de evitar la curiosidad en sí misma, en cuanto esta cualidad humana es vista por los educadores y científicos como uno de los principales atributos que debe tener el ser humano a la hora de aprender, pues sin curiosidad no hay motivación para querer ir más allá de lo evidente, o si quiera para interpretarlo.
No obstante, antes de abordar algunas de las posiciones y pensamientos que existen en la cultura occidental sobre la Curiosidad, se revisará el propio concepto de esta, para así poder entender cada una de las frases que se expondrán posteriormente, en su justo contexto lingüístico.
Definición de curiosidad
Empero, siendo un tema que ha llamado durante décadas la atención de psicólogos, terapeutas, educadores, filósofos o artistas, entre otros profesionales, no es de extrañar que no exista un solo concepto sobre esta cualidad humana, pues cada corriente ha promulgado en algún momento su propia visión sobre el tema, mostrando su aporte.
Por ende, la forma más objetiva de acercarse a este concepto puede ser tomando en cuenta la definición promulgada por la Real Academia Española de la Lengua (RAE) institución lingüística que le concede a la palabra “curiosidad” una entrada en su diccionario, en donde se puede leer textualmente en su primera acepción lo siguiente:
- f. Cualidad de curioso.
Así mismo, si se desea ampliar la información, en el mismo texto lexicográfico, se puede encontrar una entrada para la palabra “curioso”, en la cual se encontrarán entonces las siguientes acepciones:
- adj. Inclinado a enterarse de cosas ajenas.
- adj. Inclinado a aprender lo que no conoce.
Por ende, aun cuando la primera acepción puede quizás referirse más al comportamiento social del curioso, en realidad de forma general, la persona curiosa es aquella que tienen o presenta una inclinación natural a aprender, a descubrir, a experimentar, con el fin de poder conocer y comprender aquello que tiene en frente, de ahí entonces que sea considerada tan valiosa en términos educativos y académicos, pues es lo que impulsaría a los individuos a emprender, sostener y construir procesos de investigación y aprendizaje sobre hechos concretos.
Claro que la curiosidad no es tan solo un tema positivo para los estudios formales, sino que en realidad podría interpretarse igualmente como el motor que ha impulsado la Ciencia, la Tecnología y la propia modernidad, pues sin curiosidad el hombre primitivo no se hubiese atrevido a explorar el mundo que le rodeaba, o tampoco hubiese intentado resolver problemas cotidianos.
En conclusión, no es importante solo la inteligencia, el ingenio o la disciplina, para descubrir, investigar o aprender, para esto se necesita estar motivado, siendo la curiosidad la clave.
Frases célebres sobre la curiosidad
Siendo entonces la Curiosidad algo tan esencial para entender cómo poder mantener motivado a un grupo o un individuo, no es de extrañar que esta condición haya sido estudiada por cientos de corrientes pedagógicas, psicológicas y sociológicas, o que haya llamado la atención de los hombres más célebres del pensamiento occidental. A continuación, algunas de las frases pronunciadas por ellos:
José María Eça de Queirós (1845 – 1900) Curiosidad: Impulso humano que oscila entre lo grosero y lo sublime. Lleva a escuchar detrás de las puertas o a descubrir América.
Curiosidad: Impulso humano que oscila entre lo grosero y lo sublime. Lleva a escuchar detrás de las puertas o a descubrir América.
En esta frase del novelista portugués del siglo XIX, José María Eça de Queirós, puede encontrarse una visión importante sobre la Curiosidad humana, en tanto que explica cómo la Curiosidad, inherente al hombre, podía hacer que este se moviera entre lo grosero, al querer quizás enterarse de cosas ajenas que no eran de su incumbencia, y lo sublime, al impulsarlo a crear mundos nuevos. La curiosidad canalizada entonces –a la luz de la frase de este novelista- es un universo de posibilidades.
Fénelon (1651 -1715) La curiosidad de los niños es una inclinación, que va delante de la instrucción; es menester pues aprovecharse de ella.
La curiosidad de los niños es una inclinación, que va delante de la instrucción; es menester pues aprovecharse de ella.
Por su parte, ya en el siglo XVII, el escritor y teólogo francés, Fénelon, había señalado que la Curiosidad es una cualidad inherente al hombre, que podía encontrarse desde la más tierna infancia, y siempre como un impulso de la educación, no al contrario. Por ende, afirmaba este intelectual, la Curiosidad era un recurso propio del humano, que no podía dejarse perder, sino que debía ser aprovechada al máximo, pues el límite era ella misma.
Albert Einstein (1879 -1955) Es un milagro que la curiosidad sobreviva a la educación reglada.
Es un milagro que la curiosidad sobreviva a la educación reglada.
Sin embargo, ya para el siglo XX, el célebre científico Albert Einstein señalaba cómo la Educación moderna había evolucionado en una pedagogía que no incentivaba la Curiosidad, sino que buscaba reprimirla, quizás para que el ser humano se concentrara en tan sólo aprender un cúmulo de conocimientos prefabricados por otras personas, de forma anterior, impidiéndole al cerebro fantasear, preguntarse, investigar y aprender. En consecuencia, tomando esta frase de Einstein, esta quizás podría ser la causa por la que algunos estudiantes se aburren o fracasan, porque no sienten curiosidad ante lo que deben estudiar.
Albert Einstein (1879 – 1955) No tengo talentos especiales, pero sí soy profundamente curioso.
No tengo talentos especiales, pero sí soy profundamente curioso.
Sin mencionar las decenas de anécdotas e historias que existen sobre cómo el gran científico Albert Einstein fue un estudiante de bajo rendimiento y dolor de cabeza para sus profesores, quienes pensaban que no llegaría a nada, es impresionante cómo siendo uno de los hombres más inteligentes de la historia, este célebre físico sentenciaba que él en realidad no tenía grandes talentos, sino una profunda curiosidad, es decir, que iba detrás de cada cosa que llamara su atención, y seguramente no cesaba hasta obtener las posibles respuestas, las cuales seguramente también comprobaba.
José Ingenieros (1877 – 1925) La curiosidad intelectual es la negación de todos los dogmas y la fuerza motriz del libre examen.
La curiosidad intelectual es la negación de todos los dogmas y la fuerza motriz del libre examen.
De hecho, la curiosidad no sólo es el camino que lleva al hombre al conocimiento, sino que ella puede también constituirse en el escudo que defienda al humano de los dogmas y los fanatismos, pues no se conformará con aprender y repetir lo que otros le enseñen, sino que siempre irá un paso adelante, o un paso atrás, con el fin de aprender por sí mismo.
La curiosidad lleva al humano a hacerse preguntas, y buscar las respuestas, situación que difícilmente es soportada por un dogma, el cual pierde su carácter absoluto cuando se le interroga, de ahí su intolerancia hacia los cuestionamientos. No obstante, para bien del humano, cuenta con la condición natural, es decir, la Curiosidad, para defenderse de los dominadores mentales.
Vladimir Nabokov (1899 – 1977) La curiosidad es insubordinación en su forma más pura.
La curiosidad es insubordinación en su forma más pura.
Tal vez por esto, es decir, por la capacidad que le entrega la Curiosidad al hombre de replantearse constantemente los estatutos, las leyes, las normas y los dogmas, es que ella es vista por los dominadores como una forma atrevida de insurrección. Y es que en realidad lo es, porque consiste en no aceptar sin pensar y comprobar ciertas situaciones.
Un ejemplo de esta visión sobre la curiosidad la constituye el pensamiento del escritor y teórico ruso, Vladimir Nabokov, para quien la curiosidad era simplemente la forma de insurrección más genuina y natural del humano, porque era propia de su conformación mental, es decir, que de forma natural, el hombre cuestiona su realidad, y busca otras posibles, así como trata de entender lo que hay detrás de una supuesta verdad.
Blaise Pascal (1623 – 1662) Una de las principales enfermedades del hombre es su inquieta curiosidad por conocer lo que no puede llegar a saber.
Una de las principales enfermedades del hombre es su inquieta curiosidad por conocer lo que no puede llegar a saber.
Sin embargo, aun cuando se reconozca como necesaria, para algunas épocas y corrientes filosóficas, la Curiosidad puede ser vista también como un castigo, pues le robaría tranquilidad al hombre, es decir, que al mismo tiempo que es entendida como el motor que lleva al humano a querer conocer y comprender aquello que tiene enfrente, también lo llena de intranquilidad ante su entorno, o frente a aquella situación que no logra comprender. Por lo tanto, aun cuando la curiosidad puede ser un gran estímulo, también podría ser entendida como un castigo, ya que lleva al humano de pregunta en pregunta, sin nunca poder ser saciada.
Michel de Montaigne (1533 – 1592) La curiosidad de conocer las cosas ha sido entregada a los hombres como un castigo.
La curiosidad de conocer las cosas ha sido entregada a los hombres como un castigo.
Incluso, para algunos pensadores, la Curiosidad no es tan solo un hecho enfermizo que conduce al hombre a un laberinto de cuestionamientos sin respuesta aparente, sino que también ha sido entendida por algunos como un castigo, casi divino. Al pensar en este planteamiento, se llega también a la historia bíblica en donde Eva prueba el fruto del conocimiento, y luego se lo da a Adán, perdiendo los dos el Paraíso, o cambiándolo por Conocimiento.
Es decir, según estos términos, el pecado de la desobediencia llegó al hombre de manos de la curiosidad, haciéndolo perder el Edén. Tal vez por esto, por ejemplo para el célebre filósofo francés del siglo XVI, la Curiosidad podría ser entendida como un castigo impuesto al hombre, no sólo porque le implicaba dejar su paraíso para ir tras del conocimiento, sino porque esta sed de conocer no era saciada nunca.
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