Mapuche
Los Mapuches (también conocidos como araucanos) son una tribu indígena de la región central de Chile que se caracterizó, en tiempos de la Colonia y la República temprana, por una resistencia militar constante a los españoles (y posteriormente a los chilenos). Los Mapuches conservarían su independencia por siglos, antes de ser derrotados definitivamente por el gobierno chileno en el siglo XIX.
Hoy hablaremos de Galvarino, un soldado mapuche con una trágica historia que refleja, quizás mejor que nadie, el sentir y el poder de aquel pueblo guerrero. Aunque al final el hombre no logró cumplir su cometido, su recuerdo caló hondo en los españoles, que comenzaron a comprender con más claridad a qué se estaban enfrentando.
La Batalla de Lagunilla
El suceso ocurrió en 1555 o 1556 cuando centenares de familias mapuches fueron acorraladas en la batalla de Lagunillas, en lo que hoy es el centro de Chile. Allí, 600 españoles y unos 4.000 aliados indígenas se enfrentaron a una tropa desconocida de mapuches, que podía variar entre 5 y 12 mil.
El valiente líder de la hueste mapuche era, precisamente, Galvarino. Guerrero avezado, desconocía aún el poder de las armas y armaduras españolas y pese a su valor no había elaborado con cuidado sus tácticas. Su estrategia fue simple: atacar de manera frontal y sin clemencia.
Originalmente la batalla favoreció a los mapuches, pero pronto la posición aventajada de los españoles y sus poderosas armaduras les dieron la ventaja. Al final las tropas se desbandaron y Galvarino cayó presa de los españoles, que como es lógico lo condenaron a muerte.
Sin embargo, la bravura y entereza del hombre (que de inmediato puso su cabeza para ser decapitado) convencieron al gobernador García Hurtado de Mendoza de que matarlo no tenía propósito. No, mejor enviarlo destruido a sus hombres, que vieran y temieran el poder imperial. Entonces lo torturó, le cortó las manos y lo dejó libre.
El hombre manos de ¿cuchillo?
Se suponía que Galvarino volvería como la sombra de un ser humano a donde Caopulicano, su señor, y le convencería de no luchar. Lo que pasó fue precisamente lo contrario.
Enardecido por lo sucedido, el soldado marchó a donde su señor y le contó sobre su derrota. Sin embargo, lo convenció de seguir luchando, pues era preferible morir a servir a los españoles.
Galvarino incluso le prometió que lucharía a su lado. Y como no tenía manos, encontró una solución que servía a su propósito: se amarró dos cuchillos largos y afilados a sus brazos, convirtiéndose así en un soldado verdaderamente temible. Así, cumplió su palabra y acompañó a su señor a la batalla una última vez.
Como podrán imaginar, las cosas no salieron bien para los mapuches. Una vez más su ejército fue derrotado y Galvarino, de nuevo, fue capturado. Los españoles quedaron atónitos ante su prisionero, que afortunadamente consiguió suicidarse antes de que nada más sucediera.
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