¿Pudiéramos imaginar la vida sin el color azul? ¿Cómo veríamos el firmamento? Pues ahora, algunos científicos estiman que esta tonalidad no la podíamos percibir hasta hace algunos siglos y que antiguas civilizaciones no la conocían, por lo menos físicamente. Escudriñando filósofos, escritos seculares y basados en unas investigaciones lingüísticas, todo indica que el color azul es nuevo en la humanidad. Veamos:
Si no hay un término que lo defina, no existe
Los más especializados lingüistas y expertos en el cerebro, han explicado que la forma como percibimos el mundo, varía de persona a persona y grupos poblacionales. Según algunas investigaciones de cómo el lenguaje afecta la percepción, se ha notado que un ser humano pudiera llegar a no captar un color, por el simple hecho de no contar con un término que lo describa. Eso es lo que al parecer, nos ha sucedido con los tonos azulados.
Uno de los ponentes de esta investigación, es el lingüista Guy Deutscher, quien dice que hasta hace unos cuantos siglos, la gente no entendía el color azul ni física, ni mentalmente sino sólo con el alma. Una de las primeras referencias sobre este interesantísimo dato, son los escritos de William Ewart Gladstone, que a finales del siglo XIX resaltó la forma de describir el cielo del poeta clásico Homero, por el hecho de que su descripción del cielo no incluye para nada el azul ni el celeste.
El gran escritor griego decía que el mar era de un color vino tinto, la miel verde y las ovejas, violetas. Eso llamó al instante la curiosidad de Gladstone y lo motivó a revisar otras obras griegas, quedando atónito cuando descubrió que igualmente, había una especie de incoherencia con los colores en todos los literatos, pero de entre todos ellos, no encontró ninguno que hablara del azul, siendo éste, uno de los colores más comunes en nuestra vida.
Este detalle tan interesante de la historia, ha llamado la atención de varios filósofos, como Lazarus Geiger, quien muy minuciosamente se puso en la tarea de verificar que ni en el Corán, ni en la Biblia, ni en los mitos chinos o en las sagas inglesas, entre otros escritos antiguos, se menciona en ninguna parte el color azul. Se hace referencia de otros tonos como el negro, el blanco, el rojo, pero no el azul.
Tanto Gladstone, como Geiger, cada uno por separado, hallaron que la primera civilización en diferenciar y clasificar el color azul, fueron los egipcios con su enigmática tecnología, hace alrededor de 4.500 años. Porque con respecto a las culturas más antiguas, como los Vedas en la India y sus versos inefables, Lazarus Geiger comenta puntualmente:
“Estos himnos, de más de diez mil líneas, están llenos de descripciones de los cielos. Casi ningún otro tema es evocado con más frecuencia. El Sol y el enrojecimiento de la madrugada; el día y la noche; las nubes y los relámpagos; el aire y el éter, todos se despliegan ante nosotros, una y otra vez… pero hay una cosa que nadie podría aprender de estas canciones antiguas… y es que el cielo es azul”.
La percepción de la realidad cambia según el país
Un psicólogo llamado Jules Davidoff, psicólogo especialista de la Universidad Goldsmiths, de Inglaterra, se vio bastante atraído por la tribu Himba y descubrió que su presentimiento estaba en lo correcto: estos nativos aislados de la sociedad, no distinguen el color azul del cielo. Davidoff fue personalmente a Namibia, tierra de los Himbas y les practicó unas pruebas simples y básicas para corroborar todo. Les mostró un cuadrado azul y otros 11 cuadros de color verde. Ninguno pudo diferenciar el azul y los veían todos verdes.
La conclusión final de los experimentos de este neuro psicólogo, es que los seres humanos tienen la capacidad de diferenciar bien o mal las tonalidades del color, de acuerdo con el país en que nacieron y su idioma. En ese orden de ideas, Davidoff afirma que un coreano tiene más habilidad desarrolla de diferenciar entre los tonos verdes y amarillos verdosos. En cuanto los rusos, pueden ver mejor las distintas variaciones del azul, mucho más que los ingleses y todo se debe a la estructura y empleo del idioma.
Teniendo en cuenta que el primer registro del color azul fue en Egipto, hace 4.500 años, se puede decir que relativamente hace poco tiempo, los humanos lo percibimos y que curiosamente, algo que no esté catalogado con un nombre, tiende a no existir en la conciencia.
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