Hola amigos del misterio. Hoy les vengo a compartir un pequeño relato de terror, se titula: La terrible historia del niño que mató a su madre, espero les guste.
La terrible historia del niño que mató a su madre
Todavía recuerdo esos días de Abril. Mi mamá se había quejado durante muchos meses de una enfermedad incurable que le producía intensos dolores. Fue entonces cuando decidí matarla para que dejara de sufrir.
Yo era apenas un niño de doce primaveras y no sabía cómo se podría hacer para matar a alguien. Apenas si recordaba la muerte de la abuela y su cara inmóvil debajo de las sábanas blancas. Decían que estaba muerta y lloraban. Luego la enterraron en el patio de la casa porque no había para pagar un sepelio. Yo, con esa curiosidad propia de un niño decidí desenterrarla. Aproveché un día que me quedé solo, fui por una pala y comencé a cavar. Me acuerdo que hedía bastante, pero me amarré un trapo a la boca y continué. Parecía más pequeña que la última vez que la había visto. Cuando la terminé de desenterrar la envolví en una colcha y me la llevé para mi alcoba y comencé a inspeccionarla con una curiosidad de biólogo. Debo confesar que también me pareció muy oportuno guardarla en algún sitio de la casa. Entonces fui por un hacha y la rebané a la altura de los codos, de las rodillas, de la cadera y del cuello. Yo estaba tentado a poner la cabeza en un florero y pensaba en lo hermosa que se vería. En eso estaba cuando oí que las personas que habían salido ese domingo al pueblo ya estaban de regreso, entonces a como pude removí una tabla del piso y escondí ahí los restos de la abuela, donde permanecen todavía.
Sin embargo, no sabía más al respecto. Yo sabía que la gente moría, y sabía qué le sucedía al cuerpo luego de que la persona moría, pero no sabía cómo se mataba a una persona. Y tampoco tuve el coraje de preguntárselo nunca a mi madre. Pero yo estaba lo suficientemente decidido en darle algo de paz a ella, que decidí improvisar. Entonces fue cuando, lejos de la casa, cavé un hueco y la enterré viva. Sin embargo, el hueco no había sido lo suficientemente profundo, y sólo logró quedar bajo tierra hasta el cuello. Su cara de tristeza me conmovía hasta la médula, y su quejido era tan desgarrador que decidí arrancarle la lengua y amordazarla para que no se escuchara ningún lamento. Pero todavía quedaba algo: sus lágrimas. Entonces cogí el marcaganados, lo calenté al fuego y corrí de prisa. Cuando lo hundí en la cuenca de sus ojos sonó como cuando uno echa agua fría en un caldero caliente. Desde ese día no volví a verle ni una lágrima, desde ese día no volví a oírle ni un quejido.
Version en video: Historias de terror
Espero les haya gustado!
Por: Danilo M. Romero