Una antigua tradición
Ahora no suelen verse verdugos sino en el Medio Oriente y China (y en otros países, la mayor parte de ascendencia árabe): el trabajo del ajusticiador ha cambiado mucho con el tiempo. Ahora cualquier yihadista o soldado desempeña esta profesión, pero hace apenas 300 años era muy diferente.
Ser verdugo no era tarea fácil: requería condiciones particulares y llegó a tener un traje particular; un gorro frigio negro y un gabán del mismo color. Era temido por todos los estratos sociales, por ser este distinto personaje el encargado de cortar la cabeza el día de mañana a cualquier persona. La verdad lo más temible era su porte de asesino al servicio de la justicia, pero sus vicios y la indiferencia a la muerte del otro no era una sustancia por la que se le viera positivamente, sino con miedo y ligereza.
Grandes equivocaciones en la profesión
Pero como trabajo este también tiene grandes erratas. Al momento que se le intentaba cortar la cabeza a Santa Cecilia, el verdugo erró en el golpe final de la espada 3 veces, por lo que el Papa Urbano la perdonó, aunque dejándola morir en paz en un convento para los días siguientes. Este caso no solo se presentó en santos, sino en conocidos personajes célebres. María Estuardo cuando se le dio el hachazo para dejar la cabeza en un cesto de aserrín, sufrió antes un golpe doloroso que no pudo destajarle el cuello en dos, por lo que el temible enjuiciador tuvo que dar otro destellante golpe con lo que terminó su acometido. En las leyendas europeas quedó muy presente la imagen del fantasma de la Estuardo llevando su cabeza sobre su mano.
El siguiente en la lista fue el conde de Chaláis por matar al cardenal Richelieu. El verdugo por más que le dio con el hacha dos decenas de veces no pudo descorchar la cabeza. La madre del delincuente dio un suspiro cuando por fin se le sacó a su hijo de la miseria vivida y gritó: “¡Gracias Dios mío: yo creía ser madre de un rebelde y lo soy de un mártir!”
Pero no todos los enjuiciados tuvieron un papel pasivo. Pascual Bruno fue un asqueroso ladrón llevado a la horca. Pero al romperse la soga, el verdugo aprovechó para ir y dar una escandalosa muerte con un cuchillo al delincuente. Este luego de recibir una puñalada arrancó el cuchillo que tenía aún en el vientre y mató a cuchillazos al verdugo gritando: “¡Miserable! Aprende a matar”.
El último verdugo de Colombia
En las Reminiscencias de Santafé de Bogotá se lee el curioso caso de Antonio Roncoy. Este miembro del enjuiciamiento de los enemigos de la antigua república, es un caso enigmático por dar con su mano orden de llevar a la horca y de fusilar a muchos españoles, entre ellos un grupo de monjes capuchinos martirizados por jurar lealtad al Rey de España.
Su vida estuvo llena de muerte y fue contratado por el español Pablo Murillo cuando quiso pacificar el continente. Obviamente por sus principios (era enemigo de los españoles) escapó dejando antes un centenar de muertos. Estuvo enrolado en la independencia, al menos en las principales batallas, pero luego de ser calificado como “prócer”, se dedicó al lucrativo negocio de estafar ingenuos. Siempre fue conocido como un “un maldito de muy mal genio” y en el suplicio de su vejez se le dejó morir de la peor forma: entre sudor y sujetado a las patas de la cama para que no se escapara de la muerte. Se cuenta que en su vida de criminal fue imposible capturarle o darle de baja, pues llevaba consigo las vidas que había robado a los hombres que había condenado al suplicio.
Luego de esto no fue necesario contratar un nuevo verdugo pero este pasó a ser considerado como ser mítico capaz de cargar la balanza de la justicia y en un estado medio entre dios y el demonio.
¿El verdugo tiene poderes mágicos?
Se habla mucho del poder que emana de la muerte. La energía robada en la picota pública a todos los que son pasados por la horca, el hacha, la espada o las balas, termina siendo parte de este ser al que se le da un antifaz para que sea reconocido por su amiga, la muerte. No podemos considerar al verdugo como una persona normal, común y corriente con un trabajo decente, pero tampoco es un trabajo profano, porque a la final alguien tiene que hacerlo.
Se le considera al verdugo como un fiel amigo de la muerte. El comparte con la parca la hoz, símbolo característico con el que se tiene que acabar con la vida de los enjuiciados. Encontramos muchos casos en pueblos europeos donde el verdugo pasó a ser un fantasma para los niños. Él se encarga de ver lo que no ven los padres y hace pasar grandes sustos a los pequeños luego de cometer sus travesuras.
Luego de la silla eléctrica nadie cree en el poder de una persona, en que alguien pueda beneficiarse por ser un intermediario entre la vida y la muerte. Pero con Rancoy vimos la suerte que tuvo al escapar más de 5 veces de las manos que lo querían capturar. Aunque creamos que la muerte habita otros reinos, ciertamente podemos pensar que ella hace tratos con algunos vivos. Con los verdugos.
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