¿Qué tan lejos puede llegar la ciencia? Los límites, si existen, no son conocidos aún, y no cabe duda de que la humanidad aún puede llegar mucho más lejos. En los últimos siglos, los avances científicos se han acelerado de manera dramática y en la actualidad vemos un fenómeno desconocido en la Historia: cada generación nace en un mundo completamente nuevo y se enfrenta a nuevos desafíos que sus padres no vieron jamás.
¿Qué tan lejos debe llegar la ciencia? Esta pregunta es mucho más importante. ¿La búsqueda de conocimiento puede pasar por encima de la dignidad? ¿De la seguridad? ¿Hasta dónde es suficiente saber? En muchas ocasiones, científicos verdaderamente obsesionados por la posibilidad de entender o realizar cosas nunca antes imaginadas han traspasado todo tipo de barreras y puesto en entredicho el carácter “objetivo” de la ciencia. Uno de los casos más famosos es el de Ilya Ivanovich Ivanov, un científico ruso (posteriormente soviético) que trabajaría por años la inseminación artificial, realizando los primeros avances en este sentido. Sin embargo, el hombre pasaría sus últimos años persiguiendo un sueño que resulta enfermo a los ojos de la mayor parte de individuos actuales: crear un híbrido entre un ser humano y un chimpancé.
Los orígenes de Ivanov
Ilya Ivanovich Ivanov nació el 1 de agosto de 1870 en la Rusia de los Zares, en la ciudad de Shchigry. Se gradúo de la Universidad de Kharkov en 1896 y se convirtió en un profesor de tiempo completo en 1907. Desde la primera década del siglo XX Ivanov comenzó a especializarse en la creación de métodos de inseminación artificial, principalmente como un método para enrazar caballos. Sus resultados, considerados sensacionales en sus tiempos, le permitían a un solo macho semental fertilizar más de 500 hembras, contra unas 30, como máximo, por métodos de fertilización natural.
Nadie sabe en qué momento comenzó Ivanov a pensar en la posibilidad de crear un híbrido hombre – mono, pero lo cierto es que en 1910 presentó esta idea como una propuesta viable ante el Congreso Mundial de Zoólogos en Graz. Algunos incluso creen que el delirio provino de antes, que fue esta idea la que lo llevó a especializarse en la creación de métodos eficientes de inseminación artificial.
La posibilidad real de crear un “Humancé”
De acuerdo con nuestro conocimiento actual de la genética, un híbrido teórico entre hombres y chimpancés (llamado coloquialmente “humancé” o “chimano”) no es imposible. Pese a que los seres humanos tenemos menos cromosomas que otros simios, está probado que algunas especies son capaces de generar híbridos a pesar de tener esta diferencia.
En general, la distancia genética entre humanos y chimpancés es pequeña, siendo igual o menor a la distancia entre varias especies de equinos que suelen producir descendencia (aunque esta sea mayoritariamente infértil). En ocasiones, la semejanza genética entre caballos y cebras hace que sea viable producir un híbrido a pesar de que el primero tiene 32 cromosomas y la segunda varía entre 16 y 23. Los diferentes números de cromosomas, por lo tanto, no parecen ser un problema.
En teoría, la diferencia entre chimpancés y seres humanos es análoga a la diferencia entre el caballo domesticado y el caballo de Przewalski, los cuales pueden producir un híbrido. Algunas pruebas también le apuntan a la posibilidad de que el semen humano fertilice un óvulo de cualquiera de los grandes simios. Sin embargo, pese a estos factores jamás se ha documentado el caso de un híbrido, y por razones obvias en el pasado reciente jamás se ha intentado crear uno (no, al menos, de manera pública). El único en hacer este intento con seriedad fue Ivanov:
Los comienzos de la experimentación
A pesar de proponer su idea en 1910, Ivanov no comenzaría sus experimentos hasta los 1920’s. Muchos afirman que esto se debió a que en su primera charla, en 1910, solo estaba elucubrando sobre la posibilidad y que no fue hasta después que consideraría seriamente la creación del hombre – mono.
No se sabe qué llevó a Ivanov a comenzar sus experimentos en medio de la agitación de la recién creada Unión Soviética, pero algunos afirman que fue en este espacio de agitación e inseguridad donde pudo, por fin, realizar sus proyectos sin temor a verse aislado y repudiado. En cualquier caso, para 1924 ya había obtenido permisos del Instituto Pasteur para usar una estación experimental de primates en Kindia, en la región francesa de Guinea, y también había conseguido una suma de 10 mil dólares estadounidenses por parte de la Academia Rusia de Ciencias. Las razones de esta curiosa subvención son polémicas, y sobre ellas hablaremos en la segunda parte.
En 1926 el científico llegó a Guinea y comenzó de inmediato su búsqueda incesante del peculiar híbrido. Originalmente, le apuntó sencillamente a fertilizar hembras de chimpancé usando semen humano, un plan en el que estaba bastante confiado y en el que aplicaba las técnicas que con tanto éxito había usado en los equinos.
Sin embargo, las cosas no salieron como Ivanov esperaba. A medida que el tiempo iba pasando, el científico se desesperaba más y más por la falta de resultados. Además de los problemas logísticos que tuvo que enfrentar (pues cuando llegó no había chimpancés sexualmente maduros en la estación), Ivanov veía que las hembras de chimpancé con las que trabajaba no quedaban embarazadas. Con el tiempo, comenzó a evaluar posibilidades más macabras para lograr sus objetivos.
En este punto, los proyectos de Ivanov, aunque polémicos, eran conocidos por toda la comunidad científica. Sin embargo, a partir de entonces comenzaría a idear planes más y más oscuros para lograr su objetivo (que, dicen algunos, era también el objetivo del gobierno de la Unión Soviética). Sobre estos dos asuntos hablaremos en el segundo episodio.
Parte 2
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