Buena parte de los que somos, de nuestra forma de pensar y de actuar, se encuentra condicionado por nuestros recuerdos, por nuestra memoria. Por ejemplo, alguien puede recordar algún episodio impactante que modificó su personalidad, que le hizo crear determinados temores, creencias, etc. O puede recordar un encuentro hermoso que le hizo crear determinados sentimientos hacia otra persona. Y todo ello en conjunto, nuestra personalidad, temores, creencias, sentimientos, recuerdos, memoria, son lo que somos en esencia, como conciencia. Pero ¿qué sucedería si todo ello pudiera ser modificado? ¿Podríamos dejar de ser nosotros mismos para convertirnos en otros?
Modificación de los recuerdos por amnesia
Hasta el momento tenemos conocimiento de eventos que producen amnesia tanto a corto, mediano y largo plazo, así como de forma permanente. Y ese hecho por sí sólo ya es una modificación a lo que somos nosotros mismos pues se suprimen parte de los recuerdos y con ellos, todo lo que implica ese proceso. Por ejemplo: hay decenas de casos donde la persona ha perdido el recuerdo de quién era su pareja y, al verla, no la reconoce, con lo que ese sentimiento de amor, cariño, protección, etc., también se ha perdido. Posiblemente también se han perdido los planes que se tenían juntos, como pareja, las esperanzas, los hábitos, las manías, las formas de llamarla, de tocarla, etc. Y todo eso es parte integral de lo que somos como conciencia, pero al perderse también se pierde todo ello.
Si llevamos este ejemplo un poco más allá, es posible que esa persona que ha perdido el recuerdo de quién era su pareja y salga a la calle y se enamore de otra persona, creando otros sentimientos y otra dinámica amorosa. Posiblemente su relación amorosa anterior era perturbadora, pero ahora es maravillosa y con ello, todas las percepciones, certezas, dudas, etc., anteriores han sido reemplazadas por otras. Quizás, por su relación conflictiva anterior, habría creado repulsión por las mujeres y hasta se habría convertido en agresor; pero ahora ama a la mujer y no puede menos que sentir sentimiento de reciprocidad por su pareja.
Modificación de las creencias
Propongamos otro ejemplo. Una persona que ha adherido al culto cristiano, junto con todo el sistema de creencias cristianas, tiene un episodio en el que pierde la memoria de todo ello. Quizás en su intento de reencontrarse consigo mismo viaja al Tíbet y se siente profundamente atraído por el budismo. En este orden de ideas, esa persona ha dejado de ser lo que era y se ha convertido en otra. Y aquí viene la pregunta ¿qué es la conciencia?
Todo ello es posible debido a episodios de amnesia, misma que podría afectar a un periodo específico de tiempo, o a un segmento de los recuerdos, pero ¿qué sucedería si se pudieran implantar nuevos recuerdos? Por supuesto, en los ejemplos anteriores, si se quiere, ha sucedido una implantación de nuevos recuerdos, pero ha requerido tiempo y ha sucedido en forma fortuita, pero ¿qué sucedería si ello mismo se pudiera realizar en forma selectiva?
La implantación de recuerdos falsos
Pues justamente eso es lo que propone la optogenética, misma que apunta a convertirse no sólo en la mayor revolución de la ciencia, sino quizás en la mayor revolución de la historia pues afecta potencialmente lo que uno es como ser humano, nuestra propia identidad. El cerebro es un sistema eléctrico y las células se comunican mediante impulsos eléctricos y, también, mediante impulsos eléctricos sería posible cambiar toda esta red eléctrica.
Mohamad Koubeissi
Doctores como Mohamad Koubeissi, del hospital universitario de George Washington ya han comenzado a hacer experimentos en tal materia. En uno de ellos se le implantó un electrodo en el cerebro (específicamente en el claustrum) a una mujer a la que se le indicó que leyera un texto. Mientras lo hacía se enviaban impulsos eléctricos que ponían en actividad el electrodo; cuando ello sucedía la mujer inmediatamente dejaba de leer y quedaba sin ninguna función cognitiva ni motriz; cuando dejaban de enviarse dichos impulsos eléctricos y la actividad cerebral de la mujer volvía a la normalidad, seguía leyendo exactamente en donde había quedado.
El experimento se repitió sistemáticamente y los resultados fueron exactamente los mismos. Luego se le preguntó a la mujer y manifestó que no se acordaba (no tenía conciencia) de los instantes en los que ella había quedado sin funciones cognitivas ni motrices, es decir, sólo recordaba que había estado leyendo el texto, pero no tenía absolutamente ningún recuerdo de haber tenido lapsos de “ensimismamiento”, para ella eso no había existido. Se conceptúa que estos instantes podrían haber sido aprovechados para implantar nuevos recuerdos, modificando potencialmente la identidad de la persona.
Inclusive se podrían suprimir los recuerdos de episodios traumáticos o simplemente reemplazarlos por unos felices. Por ejemplo, una madre cuyo hijo ha fallecido podría sentir un dolor extremo y presentar un cuadro complejo de depresión. Aún hoy mediante un episodio fortuito de amnesia selectiva esa mujer podría olvidar que tuvo un hijo, y el dolor desaparecería. Pero a futuro sería posible obtener esos mismos resultados sólo que en forma controlada y seleccionando los recuerdos y el lapso de tiempo afectados. Luego de dicho procedimiento la madre pasaría de estar agobiada a estar tranquila, incluso a estar feliz si los recuerdos negativos son reemplazados por recuerdos positivos, separando por consecuencia, el dolor de los recuerdos o, inclusive, como sostiene el neurólogo Steve Ramírez, llevarnos a un punto de no saber si nuestros recuerdos son o no reales.
Steve Ramírez
Pero la implantación de recuerdos parece ya no ser sólo una especulación, sino una realidad de la mano de la optogenética, una combinación de genética y tecnología láser que permite modificar el comportamiento de células y neuronas en cuestión de milisegundos. El propio Steve Ramírez en 2014 logró insertar nuevos recuerdos en el laboratorio del MIT (Massachusetts Institute of Technology).
Experimentos en ratones
En experimento se pone a un ratón en un primer cajón de color rojo y, posteriormente, se envía una carga eléctrica a sus pies. Eso crea en el ratón el recuerdo de que el cajón rojo es peligroso. Luego se pone en un segundo cajón de otro color y el ratón lo explora alegremente hasta que se activan las neuronas que guardan el recuerdo del color rojo; ante ello el animal queda paralizado de miedo. Al volver a ponerlo en el segundo cajón se ha activado el recuerdo el episodio traumático, creando el recuerdo de un episodio que realmente no sucedió, creando un recuerdo falso (el episodio traumático sólo había sucedido al introducir al roedor en el primer cajón).
En un segundo experimento se puso a otro razón en un primer cajón de color rojo, pero sin descarga eléctrica. Al día siguiente se pone en un segundo cajón de color azul y se envía una descarga eléctrica al tiempo que se activa el recuerdo del color rojo. Al otro día se vuelve a poner al ratón en el cajón inicial de color rojo (y sin descargas eléctricas) pero, al contrario del primer día en que el roedor lo había explorado curioso y alegre, en esta ocasión el ratón queda aterrorizado pues evoca el recuerdo falso del episodio traumático.
Pero Ramírez también ha logrado convertir recuerdos desagradables en recuerdos felices (hasta ahora sólo en animales), no sólo alterando recuerdos sino también implantando recuerdos artificiales grabando nueva información en el hipocampo (área del cerebro que permite la conversión de la memoria de corto plazo en memoria de largo plazo)
Implicaciones de la modificación neurológica
Las implicaciones éticas, médicas, sociales (por citar sólo algunas), son abrumadoras. ¿Qué es la conciencia? ¿Lo que pensamos es verdadero? Los optogenéticos y buena parte de neurocientíficos defienden dichos procedimientos argumentando que la modificación y/o implantación de recuerdos sólo se realizaría sobre personas que lo requieran como militares con traumas de guerra, víctimas de violación, personas con cuadros complejos de depresión, etc.
Sin duda, su uso en humanos, implicaría una nueva era en la humanidad cambiando nuestra percepción de lo que somos, de nuestros pensamientos, de lo que conceptuamos como verdadero, de nuestra propia identidad, de la forma de comportarnos y hasta de nuestras más íntimas creencias, sentimientos y convicciones.
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