El amor de una madre
Bien dicen que el amor de madre no tiene límites. Cuando una madre siente que sus hijos están en peligro no duda en poner en riesgo su propia vida para garantizar el bienestar de sus pequeños. Sin embargo, el caso de Inés Ramírez, una campesina indígena de Oaxaca (México) sorprende por el dramático alcance de su decisión: esta mujer, al sentir que la vida de su bebé (no nacido) peligraba, decidió hacerse a sí misma una cesárea.
Hay varios casos documentados en los que una persona, en soledad, se ve obligada a realizar una cirugía sobre su propio cuerpo para sobrevivir. Sin embargo, el caso de Inés es particularmente impresionante en la medida en que al contrario que otras personas, no solo no era médica, sino que carecía de educación superior. Inés, de hecho, no habla español, solo habla el idioma zapoteco (una herencia indígena en esta región del país).
Habitante de la pequeña población de Río Talea (de algo más de 500 habitantes), el 5 de marzo del año 2000 Inés comenzó labores de parto. Lamentablemente se encontraba sola en casa (su esposo estaba tomando en alguna cantina cercana, pero no sabía en cual) y no había médicos o comadronas en las cercanías que pudieran ayudarle. Tras 12 horas de trabajo de parto, Inés comenzó a darse cuenta de que las cosas iban muy muy mal.
Inés tomó una arresigada decisión
Fue entonces cuando decidió jugar el todo por el todo. Ella misma diría después: “Ya no podía pararme el dolor, si mi bebé moría, entonces decidiría que yo tendría que morir también. Pero si el crecía, yo lo vería crecer, pensé que Dios salvaría ambas vidas”. Para soportar el dolor comenzó a tomar alcohol para frotar y preparó y limpió su cuchillo de cocina.
Sentada en el suelo de su cocinita, Inés, comenzó a cortar. Realizó una profunda incisión en diagonal, desde la parte superior del estómago hasta el ombligo, y fue capaz de llegar a su útero, de donde sacó, con sus propias manos, a su pequeño hijo. Tras cortar el cordón umbilical y arropar a su bebé, cayó inconsciente.
De manera casi milagrosa, Inés recuperó la conciencia a los pocos minutos. Logró envolver su abdomen, presionar las heridas y pedir a su hijo de 6 años, Benito, que consiguiera ayuda pronto. El muchacho salió corriendo del hogar al poblado y, tras algunas horas de búsqueda, consiguió un médico capaz de ayudarles. A pesar del tiempo, Inés había sido capaz de terminar la pérdida de sangre y, aunque algo maltrecha, estaba sentada con su pequeño allí donde Benito los había dejado. El médico realizó una sutura con una aguja e hilo que encontró a mano y envió a ambos al hospital.
Ya en el hospital, los médicos quedaron atónitos. Tras rehacer las suturas con materiales más adecuados, sus análisis demostraron que tanto Inés como su pequeño se encontraban en perfecto estado de salud. A pesar de haber realizado su operación sin conocimiento alguno, en la mitad de una región abandonada sin agua, energía eléctrica o alcantarillado, Inés no presentaba síntomas de infección y sus cortes no habían dañado sus órganos… ni a su bebé.
Hasta el momento, Inés es la única mujer conocida en practicarse una cesárea a sí misma. A pesar de no conocer el método, quizás un conocimiento heredado (y no consciente) sobre su propio cuerpo, o la mano guía de un ser divino, la guiaron en su voluntad de salvar a su hijo. Su caso ilustra mejor que ningún otro hasta donde llega el amor de una madre.
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