¿Psicokiller de ficción?
Jack el destripador no es un personaje histórico sino el fruto de la fabulación de un puñado de periodistas. Es la conclusión a la que ha llegado el historiador estadounidense Andrew Cook, que acaba de publicar Caso cerrado, un libro en el que aplica el escalpelo revisionista sobre la historia del asesino en serie del East End londinense.
Cook asegura que los cinco crímenes que la tradición atribuye al destripador no los perpetró la misma persona y le excluye de paso de la autoría de otros seis asesinatos de cuya autoría ya se dudaba seriamente. Hasta ahora se pensaba que el misterioso asesino había asesinado al menos a cinco prostitutas: Mary Nichols, Annie Chapman, Elizabeth Stride, Catherine Eddowes y Mary Kelly. Todos los crímenes entre el 31 de agosto y el 9 de noviembre de 1888.
El historiador sustenta su hipótesis en algunas evidencias inéditas. La más interesante es una entrevista concedida por Percy Clark, policía cirujano de la división policial de Whitechapel que investigó los homicidios. Preguntado por su autoría, Clark dijo algo inquietante que hasta ahora había pasado inadvertido: «Mi impresión es que un hombre fue el responsable de tres de los cinco crímenes: Pero yo no diría que fuera el autor de los otros dos».
Una opinión refrendada por otra de las pruebas que aporta Cook: el discurso que pronunció el comisario jefe de Whitechapel, Thomas Arnold, en la cena de su jubilación. Entonces Arnold insinuó que nunca creyó que Mary Kelly -la última prostituta asesinada- fuera víctima de Mister Ripper.
Y sin embargo la idea del asesino en serie prendió como la pólvora en las callejuelas del East End. Azuzada por supuesto por los reporteros de los tabloides, que dieron con el filón con el que revivir sus tiradas.
Especialmente activo fue el diario Star, que incrementó la suya hasta los 232.000 ejemplares a base de agitar el espantajo del miedo entre los habitantes de los suburbios adyacentes. Cook recuerda cómo fue precisamente el Star el que lanzó la teoría del asesino en serie incluso antes de que empezara a barajarla la policía. En concreto, con tres cadáveres sobre la mesa: el de Emma Smith, el de Martha Tabran y el de Mary Ann Nichols.
De los tres, sólo a la última se la supone víctima del destripador. Las otras las descartaron enseguida las pesquisas de Scotland Yard. Esto no arredró sin embargo a los periodistas, que cargaron contra el primer detenido: un zapatero que vivía y trabajaba en Whitechapel.
Cuando éste fue exonerado por un puñado de sólidas coartadas, apunta Cook, el diario decidió contraatacar para disipar su error y fabricó la célebre carta del asesino que arranca con el escalofriante Dear Boss y en la que el presunto destripador alardea de sus presuntos primeros crímenes.
Hasta ahora, los expertos han dado a la misiva validez. No así Andrew Cook, que ha encargado un análisis a un presunto experto caligráfico que ha determinado que la escribió de su puño y letra Frederick Best, periodista del Star. Al margen de las fabulaciones de los periodistas, Cook cree que la confusión en torno a la autoría de los crímenes permitió a más de un asesino irse de rositas enmascarando sus fechorías a la manera de las del supuesto Jack. Algo que ya ocurriera en el caso del estrangulador de Boston en los años 60, cuando se produjeron varios crímenes calcados del original.
No parece sin embargo que el libro de Cook vaya a cercenar el misterio, convertido desde hace años en atracción turística y pasatiempo de todo tipo de intelectuales excéntricos. Las especulaciones han barajado distintos sospechosos, incluidos un pintor, un médico y hasta un miembro de la realeza.
Artículo de Eduardo Suarez, publicado en diario el mundo.