El Pensante

Kaspar Hayser, el niño que creció en una celda

Biografía - mayo 17, 2016

Imagen 1. Kaspar Hayser, el niño que creció en una celda

Aparece un joven

De acuerdo con los registros que tenemos, Kaspar Hayser apareció en las calles de Nuremberg el 26 de mayo de 1828. Era entonces un adolescente de actitud temerosa, mirada distante y que no dirigía la palabra a nadie. Consigo llevaba una misiva. Escrito en letras majestuosas se leía allí: Desde las fronteras de Bavaria/Un lugar sin nombre/1828.

La carta estaba dirigida al Capitán Von Wessening, del cuarto escuadrón del 6° regimiento de caballería, y a él llevaron al muchacho, que parecía completamente desorientado. Una vez allí, el hombre reveló el contenido de la carta.

En ella un escritor desconocido relataba una parte de la historia de este pequeño. De acuerdo con el hombre, el niño habría entrado en su custodia el 7 de octubre de 1812, siendo apenas un bebé, y él lo habría educado en la lectura y la escritura, así como en la religión cristiana. Sin embargo, jamás lo había dejado salir de su cuarto.

El niño del jinete

La razón por la que lo había enviado en esa dirección, afirmaba el misterioso remitente, era para que se convirtiese en un jinete “tal y como lo había sido su padre”: el hombre solicitaba a Von Wessening que o bien lo aceptara entre las tropas o lo colgara. Una segunda pisa del pasado del joven aparecía en otra misiva que llevaba consigo, en esta ocasión, una mucho más antigua. De acuerdo con su contenido, había sido escrita por su madre cuando lo dejó en su hogar previo, y en ella afirmaba que había nacido el 30 de abril de 1812 y, efectivamente, que era hijo de un jinete del ejército.

El joven sería encontrado en las calles por un zapatero de apellido Weickmann que, a su vez, lo llevaría al regimiento del Capitán Von Wessening. Allí comenzaron las cosas verdaderamente interesantes.

Imagen 2. Kaspar Hayser, el niño que creció en una celda

Sin palabras

A las preguntas que se le hicieron el niño no hacía más que responder “quiero ser un jinete, como lo fue mi padre” o “¡Caballo! ¡Caballo!”. Preguntas más específicas lo harían romper en llanto o repetir, de manera obstinada, “no sé”. Pronto se llegó a la conclusión de que el joven, aunque sabía escribir su nombre, no era capaz de comprender ideas particularmente complejas y tenía un vocabulario muy limitado. Cuando se le puso un papel enfrente escribió el nombre Kaspar Hauser.

En vista de que no resultaba fácil interactuar con él, el joven fue llevado al Castillo de Nuremberg, en donde quedó bajo el cuidado de un hombre llamado Andreas Hiltel. Hiltel probaría ser un buen maestro y Kaspar, que había pasado toda su vida aislado, comenzó a aprender rápidamente: en dos meses ya era capaz de comunicarse de manera razonable.

La celda

Hasta entonces, se había asumido que el joven había crecido en bosques como un niño feral, pero pronto una entrevista con el alcalde reveló su verdadero pasado. De acuerdo con Kaspar, desde que tenía memoria había vivido en una celda oscura de unos dos metros de largo, con la única compañía de una cama de heno y tres juguetes tallados en madera (dos caballos y un perro).

De acuerdo con el joven, cada mañana encontraba agua y pan al lado de su cama. En ocasiones, el agua sería más amarga de lo común y haría que su sueño fuese particularmente pesado: cuando esto sucedía encontraría sus cabello y sus uñas cortadas y heno fresco en su cama. Las únicas visitas que jamás recibió fueron de un hombre que tuvo siempre cuidado de no dejar visible su cara y que comenzó a visitarlo regularmente poco antes de su salida del lugar: el hombre le enseñó a escribir su nombre guiando su mano y le hizo repetir la frase “quiero ser un jinete, como lo fue mi padre”. Kaspar afirmó que al salir a Nuremberg no tenía idea de lo que esta frase significaba.

Imagen 3. Kaspar Hayser, el niño que creció en una celda

Estatua en honor a Kaspar Hayser en Nuremberg

Friedrich Daumer

En vista de su tormentoso pasado, las autoridades de Bavaria decidieron entonces poner al joven bajo la tutela de Friedrich Daumer, un maestro de escuela que pronto notó los talentos de Kaspar para el dibujo. En sus documentos, Daumer también afirmó que había puesto a Kaspar en contacto con imanes y el joven, contra toda lógica, podía sentirse “succionado” o “empujado” por los polos norte y sur respectivamente. Lamentablemente, este sorprendente hecho no fue estudiado a fondo y no tenemos más que las referencias del hombre.

En cualquier caso, un año después de haber quedado bajo la tutela de Daumer Kaspar apareció con una profunda herida en la frente. De acuerdo con su relato, un hombre lo había amenazado diciendo que debía “morir… o abandonar Nuremberg”: su voz, afirmó, se asemejaba mucho a aquella del sujeto que le hablaba en su celda. El relato del joven desató todo tipo de intrigas y teorías sobre su verdadero pasado y muchos llegaron a postular que se trataba incluso de un miembro de la familia real de Hungría o de Inglaterra, pero al final poco se supo al respecto.

Kaspar fue trasladado entonces a la custodia de Johann Biberbach, donde de nuevo sufriría una herida grave, en este caso, como consecuencia de un disparo accidental. Su último hogar sería el del noble Lord Stanhope, quién estaba muy interesado en averiguar sobre su pasado. Sus indagaciones, lamentablemente, no llevaron a nada.

El 14 de diciembre de 1833 (5 años después de su primera aparición) Kaspar apareció con una seria herida en su costado. Afirmó que le habían atacado, y en su bolso encontraron la siguiente nota:

Hauser podrá
decirles precisamente cómo
me veo y de dónde soy
Para salvar a Hauser el esfuerzo
quiero decirles yo mismo de donde
vengo _ _
vengo de de _ _
la frontera de Bavaria _ _
en el río _  _
incluso yo
les diré mi nombre: M. L. Ö.

La carta no tenía ningún sentido y muchos incluso acusaron a Kaspar de haber orquestado toda la mentira desde su mismo comienzo. Aunque en la autopsia se determinó que difícilmente el joven podría haber causado su herida, la carta si presentaba una caligrafía muy parecida a la suya y tenía varios errores que eran comunes en él. Al final nunca se supo la verdad: pudo tratarse de un gran engaño, magníficamente orquestado, o de una conspiración que llevó a la muerte del joven y se orquestó pensando, precisamente, en hacerlo parecer una mentira.

Ustedes dirán que postura prefieren.

Imágenes: 1: escritoconsangre1.blogspot.com.co, 2 y 3: cabovolo.com