El comienzo de la historia de las fotografías
En la semana anterior a la finalización de la Primera Guerra Mundial, Frances Griffiths, una niña de 11 años, envió una carta a una amiga en Sudáfrica, país en el que había vivido la mayor parte de su vida. La fecha era el 9 de noviembre de 1918, y la carta iba como sigue:
Querida Joe [Johanna
Espero que estés bien. Te escribí una carta antes, solo que parece haberse perdido. ¿Has jugado con Elsie y Nora Biddles? Yo ahora estoy aprendiendo francés, geometría, cocina y álgebra en la escuela. Papá vino desde Francia hace algunas semanas, tras estar allí por 10 meses, y todos pensamos que la guerra terminará en algunos días. Vamos a alistar nuestras banderas y colgarlas en nuestro cuarto. Te voy a enviar dos fotos: ambas son mías, una en vestido de baño en nuestro patio (esta la tomó el tío Arthur), la otra es con dos hadas que se encuentran a mi disposición, esta la tomó Elsie. Rosebud es tan lejos como siempre y le hice algo de ropa. ¿Cómo están Teddy y Dolly?
Si algo, causa curiosidad ver cómo la aparición de un hada en una fotografía es relatada de manera completamente natural por una niña de 11 años. Pero es que, de acuerdo con Frances y su prima, Elsie Wright, la presencia de las hadas era regular en su hogar en aquellos días. Para ellas, como para muchos otros habitantes de la región rural en torno al arroyo del jardín de Cottingley (en Yorkshire occidental), eran un compañero común de las andanzas en los linderos de los bosques y de las fuentes de agua.
El escepticismo de la familia
La historia continúa con Arthur, el padre de Frances, que al revelar las fotografías consideró que sus hijas habían estado manipulando la cámara y comenzó a buscar los objetos que habrían utilizado para tal fin. Ayudado por su esposa comenzó a revisar el cuarto de las pequeñas, así como los lugares de la casa que frecuentaban pero no encontró nada que pudiera indicar que habían realizado trucos con la cámara.
La historia se hubiera quedado ahí, pero Polly, la madre de Frances, comentó algo al respecto en una reunión que organizaba la Sociedad Teosófica de Bradford. Edward Gardner, dirigente máximo de esta sociedad, vio las fotografías en la conferencia anual de la Sociedad (que ese año se realizó en Harrogate) y de inmediato se interesó en su historia.
Las fotografías consiguen fama
Lo primero que Gardner hizo fue enviar las fotografías a un experto: Harold Snelling, quién (para sorpresa de todos) declaró que no había rastro alguno de manipulación en los negativos. Pronto, un personaje importante de la época: Sir Arthur Conan Doyle (quien escribió los libros de Sherlock Holmes), se interesó en las fotografías y comenzó su propia labor de difusión de las mismas. Gardner puso las fotografías a su disposición y se negó a recibir pago por ellas alegando que lo motivaban asuntos mucho más profundos que el dinero.
Estas dos personas llevaron entonces las fotografías a la Kodak, donde de nuevo afirmaron que seguramente se tratara de originales, aunque aclararon que “esto no puede tomarse como evidencia conclusiva de que son fotografías auténticas de hadas”. Pero nada más era necesario para encender el interés en el tema y convertir a las fotografías en lo que muchos consideraban la prueba de la existencia de las hadas.
En 1920 Gardner decidió visitar la familia y pasar con ellos algún tiempo. Estaba interesado en obtener nuevas fotografías de las hadas, por lo que dio a las dos muchachas un par de cámaras y les solicitó que intentaran tomar nuevas fotografías. Las dos jóvenes aceptaron, aclarando que el clima lluvioso no favorecía la aparición de las criaturas y, tras varios días, entregaron los negativos al espiritista, quien alborozado descubrió que dos de las fotografías tenían hadas en ellas.
La situación comenzó a ir más rápido: en 1921 una nueva visita resultó en una quinta (y última) fotografía que revelaba la existencia de una pequeña hada en el prado. Las 5 fotografías comenzaron a ganar popularidad, apareciendo incluso en algunos periódicos de cobertura nacional, y se desarrollaron enconados debates sobre su veracidad o falsedad. Incluso, serían publicadas en un libro de Doyle llamado La venida de las hadas.
El olvido del fenómeno
Lo más curioso del asunto es que el interés en las fotografías comenzó a declinar rápidamente. Para 1925, habían sido prácticamente olvidadas a pesar de que jamás se comprobó que fueran falsas y de que muchas personas creían que se trataba de hadas reales. No es lógico ni comprensible este olvido, pero lo cierto es que sería más de 40 años después cuando las fotografías volvieran a la escena pública.
En este momento las dos muchachas, ya casadas y viviendo en el extranjero, fueron contactadas por periodistas del Daily Express y de nuevo volvió a aparecer un interés considerable en el tema. Las declaraciones de las dos primas resultaban confusas (en ocasiones contradictorias) pero puede extraerse lo siguiente:
En primer lugar, afirmaron que ellas realmente habían visto las hadas y que, aunque no tan comunes como uno creería, si aparecían ante ellas, así como ante otros niños de la región.
En segundo lugar, confesaron haber falsificado 4 de las fotografías usando muñecos que ellas mismas habían creado, aunque siempre asemejándose a las hadas reales. Sin embargo, hasta su muerte (acaecida en 1986 y 1988 respectivamente) ambas afirmaron y juraron que la quinta fotografía (la última que aparece en el artículo) era real, que había sido una sorpresa para ellas más que para cualquier persona, pues nunca estas entidades se habían materializado en sus cámaras.
No sabemos cuál es la verdad de las fotografías, pero ¿qué crees tú? ¿Realidad o farsa?
Fuente de imágenes: 1: futilitycloset.com, 2: philipcoppens.com, 3: cdn8.openculture.com, 4 y 5: upload.wikimedia.org