Niños ferales
Se conocen como niños ferales a los pequeños que no tienen contacto con la sociedad humana y crecen en un ambiente en el que los animales se encargan de su crianza. Los relatos de niños ferales abundan en la antigüedad, incluso en las leyendas fundacionales de sociedades como la romana, pero en la actualidad es poco lo que se sabe de estos pequeños.
Pese a la abundancia de casos, es difícil encontrar uno bien documentado: en la actualidad los derechos humanos impiden que un niño así sea estudiado por los psicólogos, y no cabe duda de que en muchos países incluso se asegurarán de que la identidad permanezca en secreto y pueda llegar a la adultez sin problemas por persecución o discriminación.
Por esta razón muchos de los casos son mitad evidencias, mitad leyenda. Normalmente estos involucran mamíferos sociales (monos, lobos u osos), pero en ocasiones son las aves las que se encargan de la crianza. Hace algunos días vimos el caso del niño – pájaro que fue hallado en Rusia; hoy hablaremos de un caso muchísimo más impresionante: el del llamado niño avestruz.
Los orígenes de la historia
De acuerdo con el relato, todo comenzó en la primera década del siglo XX en alguna aldea del Sahara occidental. Se cuenta que una tarde, con su familia, el pequeño comenzó a seguir algún animal que llamó su atención hasta perderse de la comitiva; otras versiones hablan de un camello que escapó y lo dejó sólo en medio de las dunas. El asunto no fue grave y sus familiares confiaban en pronto volver a encontrarlo.
Sin embargo, pasaron los días y el pequeño no aparecía. Una semana después sus padres asumieron que las inmensas fauces del desierto lo habían devorado, y sencillamente optaron por abandonar su búsqueda.
El hallazgo de los avestruces
Pero el pequeño no había muerto. Sus pequeños pies lo llevaron hasta un nido de avestruces que, por razones que no comprendemos, decidieron cuidarlo como si fuera uno de los suyos. El comportamiento no es tan irracional: en época de cría los avestruces acostumbran a pelear entre sí y la pareja victoriosa se quedará con todos los polluelos, haciendo que haya parejas que terminen con más de 100 pequeños bajo su cuidado. Para las aves quizás el pequeño, bípedo y del tamaño de una de sus crías, era uno más del grupo.
En cualquier caso el niño sobrevivió de milagro. Seguramente estaba en una región con abundancia de pequeños animales y semillas, pues la fibra (principal dieta de los avestruces) no puede ser digerida por los seres humanos: sin embargo otros objetos que son comunes en la dieta de estos animales sí lo son. En cualquier caso el pequeño sobrevivió entre la manada de aves corredoras y se adaptó a su estilo de vida.
La única foto que queda del joven Hadara
Hadara vuelve a la civilización
Unos años después comenzó a correr el rumor entre los pastores que había un ser extraño con las manadas de avestruces, que corría junto a ellas (rezagándose ocasionalmente) e imitaba su estilo de vida, pero con un porte más… “humano”. La leyenda cayó en oídos sordos excepto por los familiares del niño, que pronto consideraron que podía tratarse del pequeño perdido. Organizaron una cacería y en algún momento de la década de 1910 consiguieron capturarlo, aprovechando que no era tan veloz como el resto de los avestruces.
El joven luchó por liberarse, pero pronto se volvió a adaptar a la vida con los seres humanos. Se cuenta que algunos años después lo colgaron de cabeza y comenzó a vomitar muchas de las piedras que había ingerido mientras vivía con los avestruces.
Pese a su extraña infancia, no tuvo problema en vivir con los seres humanos. Pero eso sí: de vez en cuando entraba en una especie de trance y comenzaba a comportarse como un avestruz, y dicen que el movimiento de sus brazos cuando se enfadaba era muy semejante al de estos animales. El hombre murió en algún momento de los 1970’s y su historia se convirtió en una leyenda, que parece tener más de cierto que de falso.
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