Una vez el hombre se libró de las limitaciones físicas y pudo dedicar su tiempo al desarrollo del pensamiento y la filosofía comenzó a comprender el funcionamiento del mundo, no tuvo que pasar mucho tiempo para que encontrara el inmenso campo de las matemáticas. Los números, desde el 0 hasta el infinito, pasando por los irracionales (como pi), siempre han tenido un gran poder en la mente de las personas, y han representado diversas cosas para las culturas.
Orígenes de la mística matemática
Es imposible saber cuándo se dieron los primeros contactos del ser humano con la matemática teórica, que va más allá de la aritmética (sumar, restar, multiplicar, cosas necesarias en el día a día), pero si sabemos que en tiempos babilonios (allá por el 4000 a. C.) los sacerdotes de los Zigurats ya habían descubierto la función cuadrática, y elucubraban lo que sucedía allá cuando el número alcanzaba cantidades inconmensurables. Fue allí donde se comenzó a considerar la existencia del número infinito (un número tan grande que no pudiese existir uno más grande que él).
Pitágoras, en la Antigua Grecia, no fue solo un genio matemático. Además de sus teoremas, el desarrolló una escuela en la que se consideraban las matemáticas como un vínculo directo con la divinidad. Creó una organización que se asemejaba a una escuela – monasterio en la que los miembros estaban obligados a jurar votos de lealtad (a Pitágoras y a la congregación) y austeridad. Los descubrimientos de esta sociedad eran secretos, y quien la traicionara corría peligro de muerte: sus miembros tenían que pasar por una “iniciación” en la cual se ponía a prueba su capacidad para mantener en secreto las enseñanzas de la sociedad.
Es desconocido el tiempo que duró en funcionamiento esta sociedad secreta, pero lo cierto es que su mera existencia influenciaría otras sociedades secretas con un fuerte contenido matemático, como la Masonería (cuyos primeros rastros aparecen por allá en el siglo XIV) y la orden secreta del Rosacruz, más o menos del mismo periodo. Estas sociedades estaban fuertemente influenciadas por la Alquimia y buscaban en la ciencia y las matemáticas la respuesta a las preguntas fundamentales de la vida. Sin embargo, no estaban tan centrados en la numerología como sus predecesores griegos.
La Alquimia, o búsqueda de la piedra filosofal (aquella que podía convertir todos los metales en oro – símbolo de pureza, y darle vida eterna a quien la posea) estaba muy relacionada con la pureza de los números, y diversas sociedades clamaban que uno u otro respondían a la divinidad y que los llevarían a alcanzar su meta. A lo largo de la Edad Media y la Edad Moderna, los números siguieron teniendo muchísimo poder para quienes buscaban la pureza, la verdad o el más allá.
Las sociedades esotéricas modernas
En la actualidad, las sociedades secretas son más secretas que nunca. La masonería, por ejemplo, después de alcanzar gran importancia en el siglo XIX (cuando muchos de sus miembros organizaron gobiernos y dirigieron revoluciones a lo largo y ancho del mundo), se ha convertido en poco más que un relato. Pero no cabe duda de que, junto con otras sociedades ya olvidadas, continúa existiendo por debajo de la superficie.
Sin embargo, si se conocen algunos detalles de su funcionamiento. Dentro de la numerología clásica (que algunos creen que se deriva de la antigua Babilonia mientras que otros afirman que proviene de las cruzadas y la adopción del sistema numérico decimal) los números 3, 5, 7, 11 y 13 tienen muchísima importancia. Dentro de éstos la multiplicación del número 3 por el número 11 nos da el 33, que es precisamente el número de eslabones en la logia masónica y la máxima categoría que un iniciado puede alcanzar dentro de ella.
Los número 11, 22 y 33, reconocidos como los números maestros, tienen mucha importancia en estas sociedades secretas. Se cree que de alguna manera definen los eventos importantes de la humanidad, algo que podría corroborarse con un considerable número de eventos (11 de septiembre o los atentados al World Trade Center, asesinato de Kennedy el 22 de Noviembre, 33 secciones del globo en la bandera de las Naciones Unidas, 11, 22 y 33 esferas en los dibujos que de vez en cuando aparecen en algunos cultivos, etc.). Lo cierto es que más allá de su reflejo en la realidad, estos números representan conceptos sutiles pero muy poderosos que dirigen, muchas veces sin que nos demos cuenta, los destinos del mundo.
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