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Raymond Isidore, «el Picasso de la vajilla»
Miles de personas acuden todos los años a Chartres para contemplar la que se podría considerar como la catedral por excelencia de Francia, Notre Dame. Pero lo que muchos ignoran es que a escasa distancia, en las afueras de la ciudad, existe una peculiar construcción que quizás no sea tan grande y esplendorosa como la catedral de Nuestra Señora, pero que rivaliza con ella por el trabajo y empeño que su constructor invirtió en ella. Hablamos de la Maison Picassiette.
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La Mansión Picassiette es una extraordinaria construcción realizada por Raymond Isidore situada en un suburbio a las afueras de la ciudad. En su construcción, Isidore empleó 26 años de su vida y se calcula que utilizó unas 15 toneladas de fragmentos de vajilla y cristal.
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Fotografías de Jellybns_shinobu
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Pero vayamos por partes y conozcamos desde el principio la historia de este peculiar personaje.
A Raymond Isidore se le podrá catalogar de muchos modos menos de “persona normal”. Nació un 8 de septiembre de 1900, hijo de un fundidor y de una costurera y séptimo de los hermanos. A los seis años, sin motivo aparente, perdió súbitamente la vista, a los diez perdió a su padre y a los once, recuperó la vista del mismo modo que la había perdido (años más tarde se atribuiría este hecho a un milagro de la virgen), a los doce ocupó el lugar de su padre en la fundición y a los veinticuatro se casó con una viuda bastante mayor que él que tenía tres hijos. No es mal comienzo ¿Verdad?, continuemos.
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Fotografías de Cristina Sobreira
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Al poco tiempo de casarse compró un terreno en las afueras de Chartres y con sus propias manos levantó una humilde vivienda para él y su familia. La casa tenía lo justo, una cocina-comedor y dos habitaciones, restando en la parte trasera un porción de terreno sin construir. En 1935, tras perder su trabajo en la fundición, Raymond comenzó a trabajar en el vertedero municipal. No se sabe si los motivos fueron místicos o religiosos, artísticos o interesados por el reciclaje, o simplemente fruto del aburrimiento, la cuestión es que estando trabajando en el vertedero a Raymond le llegó la inspiración de recrear en su casa los rosetones y vidrieras que habían decorado la catedral de Chartres y que habían sido destruidos durante los bombardeos de la guerra, para “devolver a la catedral sus ojos”.
Así fue como comenzó a guardar en sacos todos los pequeños trozos de cristal o cerámica que encontraba en el vertedero. En su mente se iba fraguando lentamente lo que sería el motivo y el trabajo de su vida y que se convertiría desde entonces en una obsesión para él. Sus problemas nerviosos y psicológicos, a los que algunos achacarían más tarde su ceguera infantil, hicieron que se librase de la vida militar, de modo que se pudo dedicar en pleno a la labor que le llevaría el resto de su vida.
Durante dos años se dedicó a buscar por doquier esos pequeños y valiosos trozos de vidrio y cerámica por doquier. Cuando guardó todos los del vertedero se despidió y se dedicó a recorrer los pueblos y los vertederos de los aledaños en busca de más materia prima para su trabajo.
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En estos tiempos se ganó el apodo de Picassiette con el que ha pasado a la posteridad. Según algunos, Picassiette es una combinación de Picasso y assiette (plato), lo que vendría a significar algo así como “el Picasso de la vajilla”. Según otros el nombre viene de pique-assiette, que en francés significa “gorrón”, pero que en sentido literal podría traducirse como “roba-platos” o “rompe-platos”, piqué también equivale a “tocado del ala”, con lo que la combinación podría derivar en “el loco de la vajilla”.
La cuestión es que cuando Picassiette pensó que ya tenía bastante material recolectado, se encerró en su casa y comenzó su gran obra. Empezó a cubrir con mosaicos los suelos y las paredes, más tarde el mobiliario y luego, cualquier objeto cotidiano del hogar. Cuando todas las habitaciones estuvieron cubiertas de mosaicos, comenzó con la parte exterior de la casa y luego, con la parte trasera y el jardín.
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Hay que reseñar de Picassiette era un hombre con una cultura más bien escasa, prácticamente analfabeto y por supuesto, sin ningún tipo de estudio ni preparación sobre diseño o arquitectura. Su aprendizaje y su evolución con el paso de los años fue completamente autodidacta. Esto es un punto a destacar ya que lo que en un principio comenzaron siendo mosaicos con simples y sencillas formas geométricas, con los años, acabaron siendo verdaderas obras de arte como, por ejemplo, escenas bíblicas y elaboradas cruces, paisajes bucólicos con la catedral de Notre Dame al fondo o retratos de lo más variado, a parte de los rosetones y vidrieras de la catedral, que estaban en todos los rincones.
El material que había recogido durante dos años se le agotó y durante años era frecuente ver a Picassiette salir por las mañanas temprano con su carretilla en busca de más material para su obra. Incluso llegó a acudir a subastas para comprar viejas vajillas que más tarde hacía añicos para poder continuar su trabajo.
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En su casa apenas un par de cacerolas se salvaron de ser revestidas con sus peculiares mosaicos, todo, absolutamente todo era un buen soporte para plasmar sus obras, incluso las sillas o la máquina de coser, las perchas y las lámparas… Cuando ya no le quedó nada, se dedicó a construir sus propias figuras en yeso emulando todo tipo de construcciones como figuras humanas, la torre Eiffel o la torre de pisa y en varias ocasiones la Catedral de Chartres, fuente de sus obsesiones. En el jardín construyó una pequeña capilla y un muro que llamó “el muro de Jerusalén”, otra zona es el Patio Negro, por estar decorado con mosaicos sin color, tan solo blancos y negros.
Tras más de veinte año, su obsesión devino en locura que no le quitó de continuar hasta el último día de su vida con su mismo empeño. Y fue así que un 7 de septiembre de 1964 Raymond Isidore fue encontrado moribundo junto a su carretilla en un camino de la ciudad mientras iba en busca de más vajillas que romper.
En 1982 su construcción fue catalogada como monumento de interés histórico por el Gobierno francés y abierta al público. Con los años, su casa se ha convertido en un peculiar museo por el que todos los años pasan más de 30000 personas.
La Maison Picassiette se puede visitar entre el 1 de abril y el 30 de noviembre, desde la estación de Chartres se puede tomar un autobús que les dejará prácticamente en la puerta.
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En esta foto se puede ver la tumba que se construyó para si mismo, pero en
que las autoridades no dejaron que fuese enterrado.
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Fuentes y más info en:
Guía de arquitectura insólita, de Natalia Tubau. (Editorial Alba)
Raymond Isidore y su catedral, de Edgardo Franzosini (Editorial Minúscula)
www.thejoyofshards.co.uk
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