Un viaje para ver a la virgen
En tierras de Jalisco, México, existe un pueblo olvidado entre el desierto donde los pobladores hacen una peregrinación anual en Semana Santa para rendirle culto a una virgen, La virgen de Talpa de Allende. De todas partes de la República vienen pobladores a esta larga marcha que mínimo demora un mes en llegar al destino. Personas de todas las índoles, campesinos, rancheros, mariachis, narcos, citadinos se enfrentan con este recorrido para que la virgen les cumpla los deseos. Este pueblo en medio de un contexto fuertemente religioso es demandado por las circunstancias de la vida y la muerte, la simpleza y el existencialismo que roen el país, dan cuenta de una cosmovisión particular.
Creer que los males van a ser curados y sus deseos saciados es la fe necesaria para enfrentarse a este recorrido que se parece tanto al recorrido de los muertos nahuas para llegar al Mictlan, el mundo de los muertos mesoamericano.
Pacíficamente se mueven a través de montañas, riachuelos y potreros infinitos. La cuestión es que muchos de los habitantes no logran llegar hasta acá, mueren en la travesía y dejan sus cruces por medio del camino, convirtiendo el recorrido en un enfrentamiento contra la muerte. Las personas no mueren por nada, el cansancio producido por cientos de kilómetros sin agua y al calor del sol, la sequedad del suelo y los miles de animales peligrosos, son algunas de las situaciones más difíciles con las que se encuentra los peregrinantes.
Viaje a través del Inframundo
Lo otro es lo ultraterreno que sale a flote en medio del camino: el suelo por las noches se calienta trayendo de las profundidades de la tierra la muerte histórica de aquellos que nunca lograron llegar al destino de la virgencita. Los sueños de los que acampan en los zócalos de los caseríos y en los montes sin árboles, ni ningún vegetal vivo, se ven atormentados por súplicas fantasmales y ataduras trasparentes, por ello se prueba la voluntad de los hombres que recorren el camino.
Pero lo más difícil es el despertar, porque si aquellos caminantes ignoran la súplica, el camino faltante se vuelve más difícil. Escalar puede costar más tiempo y menos comida se encontrará.
El caso de Don Raimundo Vives es un relato del encuentro con un fantasma femenino que le pidió llevarle un mensaje a la Virgen de Talpa. Consistía en pedirle que cuidara a su nieto de la esposa, pues ella le era infiel. En el camino, Don Vives pensó que un alma de Dios no podía pedir algo tan egoísta y lleno de odio, pero cuando esos pensamientos accedieron a su mente, el cuerpo se le dificultó caminar. Lo único que pudo hacer fue rezar a Dios y autoflagelarse para lograr llegar a donde la Virgen.
Decía Vives en lo poco escuchado de sus súplicas. La vida se le complicó y murió el perro acompañante, luego de eso, tuvo que despertar a media noche y afirmar mientras lloraba el cumplimiento del favor pedido por la fantasma.
La llegada al pueblo
El caminante nos contó lo difícil de llegar a Talpa de Allende, luego de subir una montaña, donde era menester el uso de cuerdas, supuso llevar nopales clavados en la piel y los pies amarrados, costumbre entre los surcadores del camino por generaciones, incluso algunos van con la familia amarrada, en cumplimiento de una promesa.
El pueblo se veía repleto de personas, nunca pudo pasar sin chocar con otro peregrino, aunque siempre se encontraban con olor de personas sucias, porque no se bañaban por meses enteros. En Semana Santa, son tan fuertes los olores que ponen baños públicos para poder bañarse en cada esquina. Aunque el primer acto al llegar es ir a la catedral y ver la Virgen. Un cuadro pequeño dorado rodeado de flores, ramilletes blancos y rojos, así como multitud de personas se congregan para pedir arrodillados las súplicas a la Santa.
Don Vives no creía posible que la virgen cumpliera lo pedido por la fantasma, aun así le pidió por ella y luego, pidió su deseo, la cura de su hijo de una rara enfermedad infecciosa. El niño fue contagiado de algo que ningún médico sabía medicar.
El regreso
Después de dos días en el pueblo, solamente rezó y pudo bañarse, porque debía regresar a Mascota, de donde él era. Triste por la muerte de su perro partió para el largo camino a casa, caminó y caminó hasta tener que acampar detrás de la primera montaña. En ese lugar a medianoche se le volvió a revelar el misterioso espíritu que le agradeció por haberle pedido a la virgen el favor de la súplica. El agradecimiento fue muy bello por devolverle el cachorro que le había matado.
Llegó a su casa tiempo después y descubrió su hijo en sanas condiciones. En el pueblo los escépticos comenzaron hacer el viaje a Talpa y pedir a la Virgencita. Es por ello que es la única virgen que cumple los milagros.
Fuente de imágenes: 1: forosdelavirgen.org, 2 y 3: talpadeallende.gob.mx.