Las matanzas de Taco
29 de abril de 1979. Barrio de Taco, La Laguna, Tenerife (España) El encargado de seguridad de una fábrica de materiales de construcción descubre – según su parte – al as 11.00 horas, que un perro pastor alemán que custodia el almacén yace muerto en el suelo. Parece haber arrancado la cadena. No hay rastro de sangre. Ni huellas. Ni nada que indique por qué ha fallecido.
Cuando se efectuaron los pertinentes análisis saltó la sorpresa. El cuerpo del perro no contenía ni una gota de sangre en su interior. Algo o alguien parecía habérsela succionado a través de dos pequeños orificios que se localizaron en su costado. Además, de su cuerpo habían desaparecido el corazón y el hígado.
Con tan macabro hallazgo comenzaba una extraña odisea que tuvo en vilo a la localidad durante tres semanas.
En primera instancia, la investigación del caso corrió a cargo de la Policía Municipal de La Laguna. Posteriormente, y ante la gravedad de los hechos, la Jefatura Superior de la Policía Nacional prosiguió con las investigaciones. La Guardia Civil también participó en las diligencias. Mientras tanto, el gobierno insular siguió de cerca todo lo que acontecía.
Tras aquel primer episodio se produjo otro. Fue en el mismo lugar, en la misma fábrica. Ocurrió cuatro días después. La víctima, nuevamente, fue un pastor alemán. La muerte del segundo animal fue similar a la primera: en el interior del cuerpo del perro no quedaba ni gota de sangre.
En la necropsia realizada a la víctima no se encontró nada, salvo un par de orificios en la piel. Tampoco había huellas, ni rastros de pelea, ni ninguna pista que sirviera a los investigadores para esclarecer lo sucedido.
Empezaron a barajarse las primeras hipótesis una vez que se descartó la muerte natural. Se habló de sectas, de animales extraños, y se habló, por supuesto, de las enigmáticas mutilaciones de ganado que ocurrían en aquellos años en Estados Unidos y que, a todas luces, eran inexplicables mediante formulaciones lógicas. Al otro lado del Atlántico hablaban de OVNIS, de experimentos secretos…
Los días pasaron.
Y el 14 de mayo volvió a ocurrir algo extraño. Fue a pocos kilómetros de Taco. Esta vez, el escenario de la muerte de otro animal fue el barrio de Guamasa. Allí se encontró un cerdo muerto. Tampoco apareció en condiciones normales, porque, nuevamente, la sangre del animal había sido succionada. En su interior no había vísceras.
La psicosis se extendió…
Posteriormente, aparecieron cabras muertas en circunstancias igualmente extrañas. Un informe policial contenía la misma conclusión a la que habían llegado los veterinarios en la necropsia del animal. No había causa razonable para la muerte. Y, otra vez, el cuerpo del animal estaba exangüe. Dicho expediente, además, hacía alusión a la tesis de la presencia de una secta. Sin embargo, el seguimiento de esa pista no condujo a ninguna solución.
Los servicios especializados en veterinaria del cabildo insular destacaron que se tratara de una muerte provocada por otros animales. Según el informe que realizaron, las características de los fallecimientos denotaban la existencia de una mano de inteligencia mayor que la de cualquier depredador. El problema era que la policía no encontró indicios que condujeran a un culpable. Más bien al contrario.
Todo parecía cosa de “fantasmas”. Las autoridades se encontraron en un callejón sin salida, tal como revelaban los informes policiales. Pese a ello, y con objeto de calmar a la población de la zona, Muñoz Yeberes, el jefe de prensa de la Jefatura Superior de Policía, explicó que quizá unos extraños roedores pudieran haber provocado las muertes. Sin embargo, acabó confesando ante los medios de comunicación que los agentes no habían encontrado explicación para los crímenes.
Siguieron produciéndose los casos, pero el interés de la prensa decreció. Pese a ello, el misterioso agente hizo de nuevo aparición en octubre. En esta nueva ocasión, ocho cabras aparecieron muertas en Taco. Se repitieron los mismos parámetros de los anteriores casos. La necropsia fue efectuada por el Laboratorio Regional Agrario, cuyo director, Joaquín Quillós, en su informe hacía alusión a la utilización de instrumental técnico sofisticado para ejecutar la “agresión”. Pero Quillós no pudo resolver el misterio. Un misterio al que jamás se encontró explicación…
Posteado por Sinuhé. El pensante.
Fuente:
Expedientes del Misterio, de Bruno Cardeñosa. (Libros Cúpula)
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