¿Qué tienen en común las grandes epidemias?
Los últimos 4 artículos de esta serie hemos hablado de las epidemias más grandes de la Historia. Muchas epidemias importantes se dejaron de lado (como la peste de Atenas o las grandes epidemias que diezmaron a los indígenas americanos), pero en su mayoría se trató de enfermedades localizadas en una región relativamente pequeña. Las 4 pandemias que hemos visto fueron verdaderamente mundiales.
¿Qué las caracterizó? En primer lugar, que aparecieron inesperadamente, ante una sociedad que no consideraba la posibilidad de que un evento tal sucediera. Normalmente, una vez las epidemias se volvían algo predecible, las sociedades aprendían cómo lidiar con ellas y la cantidad de muertos se reducía mucho.
En segundo lugar, que llegaron en un momento de alta densidad poblacional y sobre todo de un auge de las comunicaciones. Ninguna epidemia atacó Europa durante la crisis de la Alta Edad Media: las condiciones sencillamente no estaban dadas para ello. Las epidemias aparecieron en el momento en el que la situación había cambiado y la sociedad europea se había recuperado… y, ante todo, cuando las rutas de comercio estaban más activas que nunca.
Por último, las epidemias se ciernen sobre sociedades en las que haya muchas personas vulnerables. Si bien la epidemia puede afectar a cualquiera, requiere de una gran cantidad de población vulnerable (ya sea por desnutrición o por hacinamiento, entre otras). Aunque una enfermedad sea mortífera, normalmente no logrará destruir una sociedad sana y bien alimentada.
Nuestra sociedad moderna cumple con todas las características, excepto por la última. Se trata de una sociedad interconectada a niveles completamente impensables: una epidemia podría hoy esparcirse por el mundo en cuestión de días o semanas (la gripe de 1918 tardó algo menos de un año). Nuestra densidad poblacional es extremadamente alta: una enfermedad que invadiera una ciudad podría también infectar miles de personas en cuestión de horas.
Las condiciones de la sociedad moderna
Hasta el momento, nuestra salubridad (con niveles jamás imaginados hace incluso 100 años) se mantiene entre nuestra sociedad y una eventual epidemia. Así mismo, pese a los problemas de grandes regiones del mundo (como África, el Sudeste Asiático o incluso regiones de América Latina) las personas están hoy mucho mejor alimentadas que hace un siglo (no digamos que hace un milenio), y los problemas relacionados con la falta de alimentos descienden día a día.
¿Es posible, entonces, que estalle una enfermedad generalizada? ¿Una epidemia comparable a aquellos infiernos que fueron la pandemia de la gripe, o la gran peste negra? Responder a esta pregunta es complejo, pero en general puede afirmarse que existe una probabilidad relativamente alta de aparezca en menos de un siglo, aunque podría ser que las autoridades la controlaran a tiempo.
Motivos de preocupación
Sin embargo, nuevas variables analizadas por algunos investigadores parecen indicar que en verdad somos más vulnerables de lo que creeríamos en primer lugar. Para empezar: cada vez menos personas sufren de enfermedades serias, lo que lleva a una dramática disminución de la inmunidad contra este tipo de dolencias. Recordemos que algo semejante sucedió antes tras la peste de Justiniano, cuando la enfermedad desapareció por casi 6 siglos.
Así mismo, desmejoras locales en la calidad de vida y la salubridad pública han llevado a la aparición de epidemias locales que se pensaban erradicadas, como el cólera en Perú o Haití. La economía del mundo se ha vuelto extremadamente volátil y no es imposible que una crisis seria lleve a una disminución considerable de la calidad de vida de las poblaciones vulnerables… convirtiéndolas en un lugar propicio para que aparezca una nueva enfermedad.
Pero seguramente el problema más acuciante sea la disminución en la eficiencia de los medicamentos. Debido al uso irresponsable de los antibióticos, gran cantidad de enfermedades han comenzado a volverse más y más resistentes. Nuestra población no tiene la inmunidad que tenía hace algún tiempo: los medicamentos son la barrera que impide que las poblaciones enfermar de gravedad. ¿Qué pasará si algunos dejan de funcionar?
Por último, vale la pena recordar que un virus lo suficientemente letal puede acabar incluso con una población sana y resistente. Seguramente el caso más conocido sea el ébola, cuya tasa de mortalidad es de un 90% incluso en las personas europeas o norteamericanas a quienes ha infectado. Sin embargo, el ébola tiene una limitación fundamental: no puede contagiarse por ningún medio eficiente. Para enfermar hace falta entrar en contacto con los fluidos de una persona enferma… es decir que, con los cuidados adecuados, la posibilidad de contagio se reduce sobremanera.
Distinto sería si la enfermedad se transmitiera por el aire, o por un vector como los roedores (o incluso los mosquitos). Sin embargo, los avances en genética seguramente permitirían desarrollar un virus como el ébola pero capaz de sobrevivir en el aire o al menos en las fuentes de agua. Este último peligro (el de un arma biológica que se salga de control), aunque menos probable, también es el que, potencialmente, resultaría más dañino y con mayores posibilidades de generar una epidemia mundial.
¿Crees tú que habrá una epidemia? ¿Será algo deliberado, o un accidente? ¿Y podremos controlarla a tiempo?
- Parte 1.
- Parte 2.
- Parte 3.
- Parte 4.
Fuente de imágenes: 1: images.indianexpress.com, 2: media.zenfs.com, 3: cde.peru21.pe