Los antiguos ancestros
Desde tiempos precolombinos, las tierras del Zipa fueron consideradas sagradas. El Zipa era jefe indio de una tribu chibcha en los actuales territorios de la ciudad bogotana. Sus ritos obedecían arrojar tributos en oro en las principales lagunas, hacer sacrificios humanos y también, grandes fiestas pagana en honor a Chía, diosa de la cosecha. De esta manera, los nativos podían ayudarse de mejores cosechas y mejores cazas.
La diferenciación de otras tribus indígenas continentales es muy grande, porque en este territorio al contrario de muchos, no se desarrolló un estado central unificador, pero cada tribu tenía muchísimo poder y grandes extensiones de territorio. Tenían con otras tribus sangrientas guerras, donde las flechas envenenadas condenaban a los enemigos a una muerte lenta y dolorosa.
La muerte para estos grupos era vista como un cambio de cuerpo pero no de sustancia, por ese motivo seguían viviendo con los vivos, incluso ellos ayudaban a todos los habitantes para temas importantes, quizá para conocer si iba haber terremotos, malas cosechas o también, si se aproximaba otra guerra.
La llegada española y las premoniciones indígenas
Pues, así como los sacerdotes de Moctezuma, en los territorios chibchas se había llegado a considerar la llegada de una fuerza destructiva que vendría mucho más allá del territorio de los Sutagaos y los Pijaos, incluso mucho más allá de los guerreros Tayronas, históricos enemigos de los Chibchas. Sabían por medio de sus propios muertos, fantasmas ancestrales, la llegada de unos seres montados en unas bestias que lanzaban humo por sus narices y armados de hierro, también los describían como seres despiadados y guiados por un símbolo cruzado que no podían acertar de que dios venían.
Sólo por ello armaron los terrenos de sus reconocidos guerreros “guaches”. Ellos, descalzos y armados de flechas y unas hachas de oro y otros suntuosos materiales, tomaron posiciones estratégicas, eso sí, hicieron un pacto sagrado de que si morían en manos del enemigo, los atormentarían por siempre.
La llegada de Gonzalo Jiménez de Quesada a territorios chibchas fue muy aterrador para las poblaciones que habitaban toda la cordillera: por ello, mediante la guerra, intentaron diezmar al ejercito conquistador, pero sus armas de hierro y sus feroces caballos rompían hasta los escudos más fuertes que tenían a mano. La guerra ocasionó muchísimas bajas, de lado y lado. Por una parte el ejército de “guaches” de élite, fue destruido en los primeros enfrentamientos, por el otro, los ejércitos españoles no tenían alimento y tuvieron que sucumbir al canibalismo de sus propios hombres.
La llegada a la ciudad principal del cacique de Bacatá, hizo que Jiménez fundara la ciudad de Santafé donde actualmente está Bogotá. Vale recordar que los muertos que nada perdonan, organizaron muchísimos hombres con el propósito de destruir las filas españolas, pero todo en vano, ya las flechas envenenadas no ocasionaban tanto terror y los fieros animales, como los jaguares no eran casi ningún problema serio para estos conquistadores, cuyo único placer era el oro y las mujeres de los hombres que morían en batalla.
Los fantasmas prehispánicos
Son todos esos soldados muertos en batalla, más las ánimas de los sacerdotes que nunca perdonaron las intromisiones españolas. Los hombres de Jiménez sufrieron mucho terror por establecerse en estos territorios pero también recibieron mucha riqueza. Algunos hombres como Antón de Olalla, recibieron mercedes de grandes extensiones territoriales y fueron dueños de las primeras encomiendas. En este caso, Antón tuvo más de 2000 indígenas en su poder y el inmenso territorio que recibió, estaba plagado de tumbas por todos lados. Como el nuevo encomendero quería tierras para su ganado, mandó destruir o construir sementeras arriba de las tumbas, pues necesitaba espacio, todo esto en una hacienda que abarcaba todo lo que actualmente es una localidad importante de Bogotá, la actual Bosa.
Esta localidad popular, antes era la gran Hacienda El Novillero, aquí venían a descansar las vacas que abastecerían la ciudad y al mando de la familia Olalla, tuvieron el control de todo lo que habitara por estas tierras. Huelga decir que mientras se quitaron las tumbas, fueron descubiertos muchísimos tesoros indígenas, las conocidas huacas que tenían maldiciones ancestrales, por este motivo, muchos peones del conquistador murieron por intentar quedarse con este malicioso oro.
Los fantasmas de la actualidad
Algunas personas que viven en Bosa, cuentan la gran polémica ocasionada por fantasmas que viven en sus casas y en sus calles. Muchas leyendas populares se han armado por estos seres de otros mundos. No solo asustan sino ven en sus pobladores enemigos potenciales, intentan salvaguardar los antiguos juramentos de defender hasta la eternidad sus territorios de conquistadores.
Este extenso territorio se caracteriza actualmente por mucha pobreza, pero también por una popularidad en sus costumbres indígenas, por ello vemos que hay muchísimos brujos y muchas personas de ellas acostumbran a ir a donde estos personajes, invocadores de espíritus, antes que ir a donde un doctor.
De igual manera, dicen que muchos locos y ladrones de estos territorios han nacido por esta maldición eterna. Nunca podrán tener una paz territorial y por ende serán llevados por estos espíritus a acabarse entre ellos.
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