Caballeros: tengo 25 años y he matado 309 ocupantes fascistas hasta el momento. ¿No creen que se han escondido detrás de mi espalda por demasiado tiempo?
La invasión a la Unión Soviética
Tras la Revolución de Octubre Rusia dejó de ser la de antes en muchos aspectos, pero en otros siguió siendo bastante parecida. En particular resalta el fuerte sentimiento de identidad que no hizo sino crecer durante los primeros años del comunismo y que la convertiría en una pesadilla para los alemanes cuando decidieron ejecutar la Operación Barbarroja.
Más allá de las falencias del gobierno soviético (que trocaron en franca perversidad con Stalin en el poder) lo cierto es que los habitantes de la URSS estaban en gran medida dispuestos a dar su vida para defender su patria y, en algunos casos, su revolución.
Es por ello que miles de voluntarios se presentaron a los centros de reclutamiento luego de que quedara claro que la nación estaba en guerra. Dentro de ellos se encontraba una joven de apenas 24 años, estudiante destacada de Historia en la Universidad de Kiev.
Su nombre era Lyudmila Pavlichenko.
Comienzo en el ejército
Años después Lyudmila contaría que en su primera visita al centro de reclutamiento le ofrecieron un puesto como enfermera. Ella, sin embargo, deseaba estar en el frente.
No estaba mal preparada. Durante su juventud había pasado mucho tiempo en el club de tiro de OSOAVIAKhIM y había obtenido todo tipo de medallas y condecoraciones por su talento. Esto de la mano con la natural proclividad del régimen soviético en este periodo a permitir a las mujeres participar de espacios tradicionalmente masculinos, le ganó inmediatamente un lugar en la 25° División de Infantería del Ejército Rojo.
Su primera batalla selló su destino. Tras ser testigo de la muerte de sus compañeros se convirtió en una verdadera máquina, en un soldado como no había visto la Unión Soviética. Su precisión era impecable, pero no bastaba: en el combate real se requerían otros talentos. Lyudmila pronto aprendió a colocar trampas con cintas que ondeaban al viento y a ubicar maniquíes estratégicos en la noche que se asemejaban a su figura oculta en unas ramas o tras los árboles. Con el tiempo, comenzó a ser temida por sus enemigos y respetada por sus compañeros.
Matrimonio y ascenso en la guerra
Fue en la división de francotiradores donde conocería a su primer esposo: Leonid Kitsenko. Fue una dicha corta: el joven soldado moriría poco tiempo después mientras su esposa se convertía en la francotiradora más respetada de Rusia.
Ya antes de la muerte de Kitsenko Lyudmila había sido reconocida, y su talento la había hecho no solo cobrar la vida de incontables enemigos sino ganar varios duelos con muchos de los mejores francotiradores alemanes en el frente oriental. En el frente de Odessa, donde combatió por poco más de dos meses, abatió 187 soldados enemigos: su talento no estaba en cuestión. Pero con la muerte de su esposo se volvió aún más letal… y mucho más cruel.
Fue entonces cuando comenzó a disparar a sus víctimas en las piernas, confiando en que los gritos de auxilio harían acudir otros alemanes y causando así mucho más daño en las líneas enemigas. Fue entonces cuando adquirió su apodo en las filas alemanas: “la perra rusa del infierno”, aunque hay que admitir que los alemanes la conocían por su nombre… y le temían. Entre los soviéticos por lo general la llamaban “La Dama Muerte”.
Fue en Sevastopol donde la muerte la visitó más de cerca. Tras varias encarnizadas batallas una ráfaga mató a varios superiores por lo que la mujer tomó cargo de la compañía y la retornó a un lugar seguro, ganándose el respeto de sus compañeros y la admiración de los soldados en el frente. Sin embargo, la situación pronto se tornó crítica y Lyudmila resultó gravemente herida con el impacto de un mortero.
Jamás volvería al frente. Con 309 bajas confirmadas (incluyendo 36 francotiradores) se había convertido en una heroína, y su vida era demasiado valiosa para ponerla en riesgo.
Viaje al Reino Unido y los Estados Unidos
Su siguiente misión fue mucho menos peligrosa y mucho más glamorosa: viajar a los países aliados para conseguir fondos y donaciones para la Guerra. Lyudmila cumplió su misión a cabalidad y conoció en los Estados Unidos a una mujer que la influenciaría grandemente el resto de su vida y a quien consideraría, como a pocas otras, como una amiga: Eleanor Roosevelt, esposa del entonces presidente Franklin D. Roosevelt.
Tras la guerra Lyudmila volvería a su hogar, terminaría sus estudios y pasaría el resto de su vida viviendo en paz. Sus esfuerzos, sin embargo, no pasaron desapercibidos: recibió todo tipo de honores militares en la Unión Soviética y se convirtió en una heroína de guerra. Moriría el 10 de octubre de 1974, a la edad de 58 años.
Imágenes: 1 y 3: todayifoundout.com, 2: mujeresenlahistoria.com.