Imagen bizantina del siglo XII que ilustra el funcionamiento del Fuego Griego
Game Of Thrones
*Alerta de Spoiler, segunda temporada*
Quienes son fanáticos de la serie Game of Thrones, basada en los libros Canción de Hielo y Fuego de George R. R. Martin, seguramente recuerden la escena en la que la invasión a Desembarco del Rey (King’s Landing), a bordo de la poderosa flota de Stannis Baratheon, se vio truncada por un estallido del llamado “Fuego Valirio” que redujo gran parte de sus naves a cenizas.
Dicha escena de hecho pudo ocurrir muchas veces en el pasado. El concepto de “Fuego Valirio”, en el universo de fantasía de la serie, se basó de hecho en la existencia de una tecnología secreta en tiempos del Imperio Bizantino que por siglos le garantizó el completo dominio de los mares mediterráneos. Se trataba del llamado “Fuego Griego”, un arma poderosa de la que nos quedan innumerables registros, pero cuyos secretos se han perdido para siempre.
Tecnologías antiguas
Tradicionalmente, cuando hablamos de tecnologías antiguas, se trata de elucubraciones basadas en pistas aisladas – como el posible uso de electricidad en Persia, determinado a partir del hallazgo de una única batería – o de instrumentos usados por unas pocas personas – como la máquina de vapor usada por Herón – que eran poco más que curiosidades. A veces, algunas fuentes se enfocan en las posibles evidencias de tecnologías modernas usadas en la antigüedad, pero ellas (que en ocasiones incluyen hasta la energía nuclear) no se han probado de manera satisfactoria.
El fuego griego es diferente. Se trataba de una tecnología única, usada ampliamente en el pasado y perdida en los anales de la Historia, cuya composición solo podemos tratar de adivinar. Es uno de los secretos más interesantes del mundo de Occidente.
Fuego Griego
Todo parece indicar que el Fuego Griego fue desarrollado por los bizantinos poco tiempo después de la caída del Imperio Romano de Occidente. Muchos le apuntan a los trabajos de Esteban de Alejandría, ciudadano del Imperio e importante alquimista que se trasladaría a Constantinopla (capital del Imperio) en el año 616 d. C., que habrían sido recogidos y aplicados en la creación de un líquido por el gran ingeniero Callínico, al servicio del mismo Emperador.
Las investigaciones y las pruebas se habrían realizado en tal secreto que el arma no habría salido a la luz hasta el ataque de la poderosa flota árabe, realizado en el año 674. Los seguidores de Mahoma, entonces lanzados a una maratónica conquista que los llevaría hasta Sicilia, en el Mediterráneo, y a las puertas mismas de los Pirineos en el Occidente, atacaron a Constantinopla con una gran armada de más de 1.000 naves. Su victoria era considerada segura.
Representación del funcionamiento del fuego griego, que podía acabar con las velas de un navío en cuestión de minutos.
Pero entonces los bizantinos jugaron su mejor carta. Dromons (barcos de guerra ligeros) armados con lanzagranadas y bombas de presión lanzaron un fuego que parecía salido del mismo infierno contra las naves árabes. Según las fuentes que quedaron de aquella batalla, las escuadras huían desesperadas ante un fuego imposible de apagar, pues el agua misma hacía que encendiera con más fuerza. Una vez una nave comenzaba a arder, estaba condenada: además, los bizantinos apuntaban con cuidado a las velas para garantizar que la nave no pudiese maniobrar.
En el año 717 ocurrió otro asedio, y los árabes recordaron el porqué de la supremacía bizantina. Armados con el fuego griego, eran invencibles.
¿En qué consistía?
No existe duda alguna: el Fuego Griego existió. Lo que no sabemos es su composición exacta.
Esto no debe sorprendernos. Por siglos se trató del secreto mejor guardado del Imperio, tan celosamente escondido que los técnicos que construían las máquinas no tenían autorizado dejar la ciudad. Sin embargo, para algo ha de servir la ciencia moderna, y algunos componentes del Fuego Griego han podido deducirse a partir de las descripciones de las fuentes históricas.
Así, se sabe que al menos una parte del líquido consistía en Nafta (un derivado del petróleo), que sería la que le brindaba su poder combustible. Se ha propuesto que otras partes consistían en amoníaco y azufre, o cal viva y nitratos, para darle su capacidad de resistir el agua y su estallido incendiario.
El proceso funcionaría así: la nafta es un combustible extremadamente potente y solo requiere una buena dosis de calor para comenzar su reacción con el oxígeno. Este sería brindado por la cal viva, que aumenta su temperatura hasta los 130ºC al entrar en contacto con el agua.
A sabiendas de que las bombas podían fallar, los bizantinos armaban escuadras con «granadas» llenas del
letal líquido para que las arrojaran a los barcos enemigos
Pero más interesante aún, el nitrógeno, al calentarse, comenzaría a liberar oxígeno garantizando la continuidad de la reacción incluso en espacios cerrados y debajo del agua, por lo que el fuego sería extremadamente difícil de apagar. Y las capas superiores de líquido de hecho reaccionarían con el agua (pues la cal aún no se habría mojado) llevando a que lanzar agua sobre los incendios solo incrementara el poder del fuego.
Se trataba de un arma verdaderamente magnífica y prácticamente imposible de contrarrestar. Su historia, vinculada a la del Imperio, acabaría en el año 1206 cuando los Cruzados atacaron y saquearon Constantinopla, llevando a que el secreto se perdiera. Aunque los bizantinos desarrollaron armas semejantes, jamás consiguieron que igualaran la calidad del Fuego Griego original, y con la conquista del Imperio en 1452 los últimos vestigios de esta arma maravillosa fueron destruidos.
Fuente de imágenes: 1 y 3: tectonicablog.com, 2: agenciasinc.es