¿Un fantasma en el edificio?
Hay quienes creen que las casas y los edificios son mucho más que cuatro paredes. Para estas personas, las construcciones tienen un alma, que está conformada por la energía de quien la construyó y de quienes la han habitado, y como todo ser vivo puede tener distintas naturalezas.
Según las creencias, existen casas llenas de buenas energías, que procuran para sus habitantes un espacio para la felicidad y la armonía; otras, que son consideradas por algunos como lugares malditos, en donde sus habitantes sólo conseguirán el dolor, el sufrimiento y, en algunos casos, la muerte.
Este último parece ser el caso de un edificio ubicado en un pujante suburbio de las afueras de Berlín, en Alemania, conocido por los habitantes de la zona como: “la casa de la perdición”, debido a la suerte que han vivido la mayoría de sus inquilinos.
Y es que durante los 25 años de existencia, esta casona -que en principio se construyó para albergar un burdel, para convertirse después en un edificio de apartamentos- ha visto fallecer a 9 personas, todas en circunstancias trágicas.
Una serie de eventos desafortunados
Las muertes ocurridas en esta residencia o en relación con ellas han sido tan trágicas o particulares que han llamado la atención de vecinos y medios locales, los cuales han llegado a insinuar que quizás la responsable de estos sucesos sea la casa, o alguna extraña maldición que pesa sobre ella.
La historia de “la casa de la perdición” o del “edificio maldito de Berlín” se conoció en 2013, cuando un científico de nombre Lorin W. tuvo un extraño final, en circunstancias que al parecer no son cónsonas con la forma de comportarse de este hombre.
Según lo reportado por los medios de Berlín, durante enero del 2013, el trabajador de la Siemens, Lorin W. se encontraba manejando su vehículo en una calle de la ciudad, cuando chocó con otro carro.
Cuando el otro conductor quiso llamar a su seguro, Lorin se puso muy nervioso, encendió su carro, y huyó hacia la autopista a una velocidad de 200 kilómetros por hora, hasta que perdió el control del automóvil, perdiendo la vida en el accidente.
La noticia fue publicada por los medios como el acontecimiento del día. Sin embargo, un periodista del diario alemán Bild, al revisar los datos de la víctima, y ver su dirección, se dio cuenta de que esta no era la única muerte sucedida en relación al edificio señalado como lugar de vivienda del científico fallecido.
El medio se interesó entonces por la construcción y los extraños hechos, que fueron descubriendo, en relación a la suerte de sus habitantes.
Bild descubrió que -meses antes, durante el verano del 2012- el sitio donde vivía Lorin W. había sido el escenario donde una familia completa había encontrado su trágico fin.
Según lo reportado por el medio The Local, la Policía municipal había sido advertida por algunos vecinos sobre unos extraños ruidos que salían de uno de los departamentos.
Los oficiales llamaron a la puerta. Al no conseguir respuesta, decidieron entrar, encontrándose con una escena dantesca: el padre, la madre y los dos niños, de apenas seis y tres años, habían sido asesinados, mientras que la niña más pequeña, una bebé de meses se encontraba desaparecida.
Las experticias policiales determinaron que el padre, un consultor financiero en bancarrota, desesperado por la situación económica, había decidido matar a su esposa e hijos, asfixiándolos con unas bolsas plásticas, y después de conseguirlo, se habría suicidado.
Días más tarde, la Policía descubrió que el padre antes de cometer el crimen, había llevado y dejado abandonada a su hija más pequeña a una «escotilla para bebés», que son sitios, utilizados en Europa y algunos sitios de Asia, donde los padres y madres pueden dejar a sus hijos, anónimamente, al cuidado del Estado, cuando deciden que no pueden continuar con su crianza por sus propios medios.
No obstante –tal como descubrió el medio alemán Bild– ése no era el único suicidio que había ocurrido en la propiedad.
Tal como pudieron comprobar, unos meses antes, en el mismo edificio, un periodista y su pareja habían decidido terminar también con sus vidas.
John D. y su pareja Jörg K eran una pareja alemana, que había contraído el virus del SIDA, y se encontraban muy enfermos, razón por lo cual –según comenta el medio- decidieron suicidarse juntos.
Así mismo, durante la investigación, se encontraron con el caso de un ciudadano proveniente de Holanda, que habitó esa construcción en el año 2000, y que sin razón aparente, un día, selló con cinta aislante las ventanas y puertas del apartamento, abrió la toma de gas de la cocina, y se sentó a esperar que el metano hiciera su efecto.
Sin embargo, lo más extraño es que incluso el constructor de la casa -tal como reveló el trabajo hecho por el diario Bild– también había fallecido en un trágico accidente.
Según el trabajo periodístico, el hombre era dueño de un burdel, que en sus inicios había funcionado en esta casona. Con el tiempo el hombre mudó el burdel a otro sitio, y convirtió la construcción en una casa de apartamentos.
Un día, mientras conducía su moto por la autopista, tuvo un terrible accidente, donde resultó decapitado, durante el año 2003.
Con esta, suman nueve las personas, relacionadas con este edificio, que habían muerto en terribles circunstancias.
¿A qué se debe esto?
¿Casualidad? ¿Maldición? ¿Mala suerte colectiva? Lo cierto es que nueve personas fallecidas es un alto número para pasar desapercibido.
Al parecer, en este edificio, hay algo o alguien que hace que a sus habitantes les sobrevengan circunstancias terminales, que los empujan a acabar con sus vidas por sus propios medios, porque más allá de que las muertes del científico y la del constructor se hayan producido en accidentes de tránsito, según algunos, no se puede descartar el suicidio.
¿Crees que en realidad un edifico pueda contener entidades o energías que conducen finalmente a sus habitantes a acabar con sus vidas?
¿Conoces otras historias de casas que atormentaron a sus dueños? Compártelas con nosotros y cuéntanos si alguna vez has estado o vivido en sitios que parecieran llevar mala suerte a sus habitantes