De acuerdo con varias evidencias, el cuerpo humano podría estar verdaderamente diseñado para correr
¿Cuerpo débil?
Es bastante común que los humanos nos comparemos de manera despectiva – o al menos desfavorable – con otros animales. Se afirma que al carecer de garras, potentes músculos o la capacidad de correr a altas velocidades los seres humanos estábamos en natural desventaja y que a causa de ello tuvimos que usar nuestro ingenio para salir adelante.
Esta visión, un poco “tradicional”, si se me permite la expresión, ha sido cuestionada muchas veces por las evidencias evolutivas a las que tenemos acceso. Sí, el ser humano no tiene garras, pero esto no le impide enfrentarse con éxito – carente de armas – a animales de tamaño semejante, como un guepardo. Si un león o un tigre pueden devorarlo fácilmente se debe, ante todo, a la importante diferencia de tamaño: un ser humano promedio (no obeso) rara vez supera los 70 – 80 kilos, un león bien puede pesar más de 150.
Uno de los ejemplos fundamentales de esto es la capacidad innata – y por lo general desconocida – que los seres humanos tenemos para correr. Muchos asumen erróneamente que al alcanzar velocidades relativamente bajas – unos 30km/h, quizás, en promedio – y sostenerlas por tiempos bajos, de pocos minutos en el mejor de los casos, somos inferiores a animales como la gacela, el avestruz o el guepardo.
Si bien es cierto que estos animales pueden sostener velocidades muy superiores por un largo tiempo (o en el caso del guepardo, casi cuadruplicarla por un tiempo más corto), también lo es que el cuerpo de los seres humanos no está diseñado para la velocidad, no, sino para la resistencia.
La hipótesis de la resistencia
Se conoce como Hipótesis de la Resistencia al Correr (Endurance running hypothesis) a la teoría que se ha brindado como explicación a ciertos aspectos de la locomoción humana que parecen no coordinarse, en particular las diferencias entre correr y caminar. En otras palabras, se considera que la carrera no fue un subproducto del aprendizaje para caminar, sino que se desarrolló de manera diferente.
Muchas de las características de nuestro cuerpo no sirven para caminar, únicamente para correr, y se desarrollaron en un estadio relativamente reciente de la evolución
Se presume que las cosas ocurrieron así porque muchas adaptaciones de la postura bípeda no son útiles a la hora de caminar y sirven únicamente para correr. El arco del pie, los reflejos vestíbulo – oculares, los glúteos o la capacidad del cuerpo para almacenar energía en los tendones son condiciones inútiles y hasta contraproducentes a la hora de caminar, pero muy prácticas para correr. Y ante todo tienen una función: la resistencia.
Caza por resistencia
Ubiquémonos en alguna planicie africana hace unos 500 mil años, cuando los antepasados de los seres humanos rondaban las sabanas. Armados con herramientas, algunos ya habían aprendido a cazar y buscaban activamente una presa en medio del pasto.
Un grupo de cazadores, entonces, encuentra una víctima. Con cuidado, apenas haciendo ruido, se acercan a ella. Tienen lanzas, pero no son eficientes y difícilmente harán daño si no se lanzan desde un par de metros… imposible: no podrán pasar desapercibidos a tan poca distancia en pleno sol de mediodía.
Pero este no es el plan.
El grupo sigue acercándose hasta que el animal – un antílope – los percibe y emprende la huída. Pronto lo pierden de vista: sus pies no son rivales para las pezuñas del cuadrúpedo, pero son constantes y siguen sus huellas hasta encontrarlo descansando a la sombra de un árbol. Una nueva carrera del animal hará que el ciclo se repita.
5 o 6 horas después los hombres, agotados, observan a su presa a la que el cansancio hace incapaz de levantarse. El calor, de la mano con las horas de tensión en las que no ha tenido un momento de descanso, lo han hecho colapsar. Por fin, los cazadores pueden acercarse y dar el lanzazo final.
Y si no creen que esto es posible, pueden verlo en este enlace en el que se documenta una de las últimas tribus en usar este estilo de cacería.
Nacidos para correr
Estas son, a grandes rasgos, las evidencias que indican que los seres humanos nacimos en verdad para correr. Incluso, ha llegado a afirmarse que la domesticación temprana del lobo (casi 10 milenios antes que la del caballo) se debió, ante todo, a la capacidad compartida por ambos – lobo y humano – de resistir largas carreras durante la cacería. En cualquier caso, la capacidad humana para resistir largas distancias es innegable.
Se cree que perros y humanos se aliaron en el pasado por su natural resistencia a las carreras largas
Pero no se trata solo de la resistencia. El sudor se seca rápido sobre la piel expuesta, favoreciendo así una rápida termorregulación y evitando que el cuerpo se sobrecaliente. Además, los seres humanos podían cargar fuentes con agua en sus manos, que quedaban libres al correr, alargando aún más este efecto.
Muchos animales no sudan y tienen maneras menos eficientes de regular su temperatura. Es el caso de los antílopes, que necesitan descansar en la sombra para poder regularse y no pueden tolerar carreras tan largas, menos bajo el sol de mediodía. Esto, de la mano con la natural resistencia de los seres humanos, es lo que los convierte en uno de los mejores fondistas de la naturaleza.
El cuerpo humano es verdaderamente magnífico… y poderoso, cuando se utiliza para aquello que fue diseñado.
Fuente de imágenes: 1: running.competitor.com, 2: evoanth.net, 3: americanclubrunner.com