Stefano Mancuso
Avatar
Todos los que vieron la película “Avatar” seguramente recuerden a los fantásticos seres del planeta en el que transcurre esta historia. Puede que no todos, pero seguramente muchos también recuerden el ingenioso sistema de comunicación de las plantas en aquel mundo, en el que bajo los suelos se entretejía una especie de “suprainteligencia” que, a su manera, podía considerarse pensante.
Se trataba de una red intrincada de “raíces” capaz de compartir entre sí información y que, de manera descentralizada y quizás incluso caótica, generaban una entidad mayor a cualquier otra cosa en aquel planeta. Como si los antiguos dioses de los habitantes indígenas de pronto se alzasen ante nosotros, era la misma vida la que allí gobernaba.
Se trata de un concepto de Ciencia Ficción, ¿verdad? Pues bien, parece que no tanto como creeríamos.
Gaia
Hace algunos años se propuso la teoría de Gaia, que explicaba la vida en la Tierra como un delicado equilibrio producto de la evolución que se retroalimentaba a sí mismo generando una entidad mayor a todos los seres individuales. Aunque muchos entienden Gaia como un ser consciente (una especie de versión planetaria del ser humano), es en verdad producto de millones de pequeñas interacciones que hacen que la vida abra el camino para la vida.
Gaia es un concepto un poco nebuloso que, ante todo, implica que existe una coordinación entre todos los seres vivos (la cual muchas veces es indirecta) que lleva a que todos sean capaces de encontrar un espacio. Cuando el equilibrio se rompe, eventualmente vuelve a restaurarse.
Stefano Mancuso
El neurobiólogo Stefano Mancuso va aún más allá. Sus concienzudos estudios de las plantas lo han llevado a concluir que son al menos tan inteligentes como los animales. Según el investigador, la única diferencia es que los medios de comunicación y los tiempos de las plantas son incomprensibles para los seres humanos.
De acuerdo con una reciente entrevista, Mancuso considera a las plantas seres desarrollados, capaces de comunicarse entre sí, de coordinar sus acciones e incluso de cuidar a los suyos. No lo hace, sin embargo, desde una perspectiva energética o metafísica, sino desde la bioquímica y las observaciones experimentales. Por muy delirante que suene, sus argumentos muestran que tiene mucho sentido su teoría.
La inteligencia de las plantas
Lo primero es que Stefano discute la idea que de “inteligencia” manejamos y considera que muchos otros tipos de adaptación también representan inteligencia. Así, la inteligencia de las planta, como la de los animales, está diseñada para adaptarse a los problemas del entorno.
En los animales, las neuronas son células especializadas en el intercambio de información mediante señales eléctricas, una capacidad que tienen prácticamente monopolizada. En las plantas, aunque dicha capacidad no está tan desarrollada, una gran cantidad de células (en particular en la raíz) pueden intercambiar información de esa manera. Por lo tanto, de entrada podría afirmarse que las plantas “piensan”.
Así mismo, aunque carezcan de órganos sensitivos equivalentes a los de los animales, no cabe duda de que sienten. Pueden escuchar el ambiente, seguir la luz, “tocar” sus alrededores y actuar en consecuencia.
Una de las habilidades más interesantes es aquella de detectar el sonido. El Dr. Mancuso afirma que, contrario a la creencia popular, las plantas no detectan la música que escuchan y ponerlas ante Bach o Beethoven no tiene ninguna relevancia.
Esto no significa que no escuchen. Frecuencias bajas, en torno a los 300 Hz, son sus favoritas y no solo hacen que crezcan más rápido, sino que harán que extiendan sus raíces en la dirección de la fuente. ¿La razón? Este es el sonido que emite el agua corriendo.
Algo semejante ocurre con el tacto. Cualquiera que haya visto crecer una enredadera (en particular en tomas que duran varios días) puede ser consciente de que esta planta “siente” a qué lugar puede trepar, pero como lo hace en un lapso de tiempo largo no la consideramos como un ser sensible.
Pero esto no son más que minucias. De acuerdo con Mancuso, es en la comunicación donde hallamos la verdadera magia.
Plantas que hablan
Las plantas se comunican entre sí de muchas maneras, cada cual más sorprendente que la anterior.
Ellas emiten sustancias químicas que pueden brindar información a sus vecinas. Así, muchas especies emiten hormonas de peligro cuando detectan que un insecto las está mordisqueando, las cuales alertan a sus vecinas.
Las reacciones varían. Algunas cierran sus hojas. Otras comienzan a generar sustancias químicas que dan mal sabor a la hoja, que envenenan a su cazador, etc. Algunas plantas incluso han desarrollado la capacidad de emitir feromonas que atraen a los depredadores del insecto en cuestión, haciendo así una curiosa alianza con un animal capaz de ayudarla.
Las plantas también pueden cambiar su comportamiento de acuerdo con el beneficio que un insecto les brinde. Un estudio indicó que las plantas reducían la cantidad de nutrientes que brindaban a un insecto que transportase poco néctar, mientras que la aumentaban si el insecto cargaba más.
Altruismo
Por último, el Dr. Mancuso se refiere a verdaderas “redes de ayuda” que las plantas pueden lanzar a miembros de su “clan” o grupo familiar. Está documentado que muchos árboles pueden “criar” su descendencia transmitiendo nutrientes directamente a través de las raíces, con el objetivo de que el juvenil crezca y pueda alcanzar el dosel, donde podrá alimentarse por sí mismo.
Así mismo, en Canadá se realizó una investigación en la cual se privó de agua a un gran abeto. Condenado, el árbol se salvó gracias a que los árboles de la vecindad le brindaron agua suficiente para sobrevivir.
De acuerdo con Mancuso, las plantas toman decisiones de manera semejante a como lo hacen los animales, pero como estas transcurren en plazos lentos somos incapaces de comprenderlas. Esto, si algo, revela nuestra miopía antes que cualquier otra cosa.
Imágenes: 1: youtube.com, 2: huertos.org, 3: tusciaup.com