Es la acción de normalizar y volver habitual algo en sí mismo o en alguien más. Causar que el efecto de la molestia o extrañeza, ante una cosa o circunstancia no frecuente, pierda fuerza en una persona.
Acostumbrarse a lo virtual
Tiene mucho de útil, porque el mundo le está apostando cada día más a la virtualización de la sociedad y aquellos que cuentan con conocimientos digitales, se aventajan ante quienes no, en muchos aspectos, como el económico, académico y social.
Acostumbrarse a decir la verdad
Acostumbrarse a decir la verdad trae muchos beneficios y ventajas, ya que por más cruel que sea ésta, al siempre hacer gala de ella y esforzarse en jamás decir una sola mentira, según la metafísica y las enseñanzas de tipo espiritual, el verbo se vuelve poderoso y se adquiere la magia de los decretos, distinto de quienes dicen mentiras y por eso funcionan pocos sus decretos si los intentan.
Acostumbrarse en los buenos modales
Una persona acostumbrada a los buenos modales, la diplomacia y la etiqueta, cuenta con mayores posibilidades para entablar relaciones interpersonales, que a su vez mejorarían su nivel socioeconómico de manera considerable. Los buenos modales abren muchas puertas, pero es una costumbre que se debe desarrollar preferiblemente a corta edad.
Acostumbrarse a un fuerte olor
“El ser humano es un animal de costumbres”, afirma la ciencia enfáticamente. Se puede acostumbrar tanto a los sabores, condiciones, pero también a los olores, incluso al punto en que alguien pudiera acostumbrarse tan fácilmente a su propio olor, que ni si quiera lo puede notar. Así es que alguien pudiera presentar un aroma desagradable, pero si otro no se lo señala, quizá no se percata. Aquellos trabajadores de fábricas donde persisten fuertes olores, suelen acostumbrarse a éstos. Los hedores de un establo son fuertes, pero quienes allí laboran se acostumbran.