Se trata de un sector o territorio que forma parte de los bienes de una abadía y ese territorio es jurisdicción del abad a cargo. Prácticamente era una subcomarca de una gran provincia.
Para administrar los recursos y el orden públicos
Antiguamente, el gobierno de las regiones y naciones estaba muy ligado a la Iglesia Católica. El abadengo abarcaba grandes tierras y todos los habitantes de esa delimitación geográfica le debían pagar importantes tributos. El abad dictaminaba las leyes y debían cumplirse porque su palabra podía llegar a costar la vida de algún rebelde contradictor.
Para erigir construcciones religiosas y culturales
En diferentes partes de América, España, Portugal y otros países donde el catolicismo tuvo mayor poder, se aprecian vestigios de un patrimonio artístico, histórico, monumental y cultural, que levantaron bajo la jurisdicción del abadengo, o que el mismo se apropió de diferentes culturas ancestrales.
Para otorgar licencias de construcción
Era una de las funciones que más ejercía en el día a día este señorío. Era muy similar a un señorío feudal que funcionaba con una ley que aplicaba a modo de reciprocidad, como pactos de protección a cambio de servicios, que favoreció el establecimiento de relaciones personales de dominación y sometimiento y de ese modo nadie podía construir su casa sin pedir los permisos pertinentes.
Para conceder inmunidades
Aparte de impartir las leyes y otorgar el trabajo de las tierras, el abadengo podía otorgar lo que se conocía como “inmunidades” y además se encargaban de todo el proceso de recaudación de impuestos y peajes, de impartir la justicia en casos judiciales y todo lo relacionado con el intercambio de moneda.
Impartir seguridad
Al mando del abadengo siempre había una pequeña fuerza armada que se diferenciaba en número y formación de hombres, según la región, pero las ciudades de más relevancia eran las más fortificadas y resguardadas por los mejores ejércitos.