Es el adjetivo que describe a un miembro de la segunda dinastía de califas de la religión del Islam, cuyo fundador fue Abul Abbas, en el siglo VI. Es descendiente de un tío del profeta Mahoma, maestro que logró destronar al temido califa omeya de Damasco e institucionalizó la corte de Bagdad.
Para gobernar
Esta dinastía de abasíes sirvió para gobernar y reinar en un periodo largo de tiempo; aproximadamente entre los años 749 y 1258 después de Cristo. Los dos primeros siglos en los que el mandato estuvo en su mano, fueron considerados como una época dorada, ya que se ejercía una política eficaz que proporcionaba prosperidad a todo el imperio, no sólo económica, sino en todos los ámbitos, como el arte y los conocimientos.
Para preservar el legado del profeta Mahoma
Todo abasí se consagró al islamismo y luchó hasta la última gota de sangre para preservar y promulgar la religión de Alá y del valor de la jefatura religiosa del grado de califa, quien era el líder máximo de los fieles islámicos. Su centro principal siempre fue Damasco y de ahí se extendieron hasta Bagdad. Básicamente enseñaban una doctrina de purificación del alma, del cuerpo y de vivir de acuerdo con las leyes de Alá, obteniendo bendiciones en todos los ámbitos de la vida.
Para defender y expandir el conocimiento
Se llamaron los tiempos dorados porque en todos esos años de califato de los abasí, solo se vio la bonanza y el esplendor. Eran militares asiduos y muy bien entrenados, pero pacíficos. Eso no significaba que no fuesen implacables en las batallas, pero era por legítima defensa, tal cual lo enseñó el profeta Mahoma, quien también era un guerrero. Bagdad brillaba en aquellos años de oro y la famosa obra “Las mil y una noches” es una muestra del grado de evolución al que llegaron los musulmanes en ese tiempo.