Es un adjetivo que define a una obra de arte o a algo que es propio de la academia o del academicismo.
Como una obra de arte academicista
Se califican así a las obras en las que se aprecian las normas clásicas vigentes, casi siempre por una Academia de Artes. Las obras academicistas se distinguen por estar revestidas de una calidad técnica de alto nivel. Por el contrario, se encuentra el anti-academicismo, con tendencias revolucionarias.
Como herencia del Clasicismo
La corriente artística del academicismo se expandió en el siglo XIX en territorios franceses y se caracteriza por cumplir las normas establecidas por la Academia de Bellas Artes de París. Una tendencia que se aleja del realismo naturalista, o los detalles más feos de la realidad. El clasicismo busca plasmar una belleza ideal basado en bellezas reales, o lo que se traduce en el idealismo que parte de lo real por suma de la experiencia. En este caso se sustenta en cánones previamente aceptados y en su didáctica.
Como modelo de transmisión frontal del conocimiento
En esta clase de modelo educativo, el aprendizaje se centra en el docente, quien representa el papel fundamental en el proceso. Es aquel profesional que se ha preparado en el conocimiento científico y se halla capacitado para transmitirlo a sus estudiantes. La didáctica consiste en otorgar una valoración enfatizada en aspectos conceptuales. El alumno desempeña un rol pasivo y receptor de las instrucciones del profesor, con quien mantiene una relación lineal. El aprendizaje es de tipo academicista, verbalista, resaltando el modelo magistral de las clases bajo una disciplina respaldada en las normas de la institución, pero que coinciden en que los estudiantes deben cumplir como receptores.
Como muestra de perfección académica
Una de las obras más ejemplares del academicismo es la de William-Adolphe Bouguereau, quien además fue el primer presidente del área de pintura de la “Sociedad de Artistas Franceses”.