Un reconocido académico
Theophrastus Phillippus Aureolus Bombastus von Hohenheim nació en Suiza el 11 de noviembre de 1493. Hijo de una familia educada – su padre era médico y alquimista – pudo ir a la Universidad de Basilea tras recibir una educación tradicional en Suiza y trabajar como analista de las minas. Tras doctorarse en la Universidad de Ferrara dedicó su vida a la investigación, a la medicina y, cómo no, al desarrollo de la Alquimia.
La historia de Paracelso es una historia de búsqueda infatigable y pasión por el conocimiento: en su juventud, luego de doctorarse a los 26 años, comenzó una vida itinerante como físico e ingeniero de minas que lo llevaría por Alemania, Francia, Hungría, España, Holanda, Dinamarca, Suecia, Polonia y Rusia; se dice que incluso llegó a visitar China y Constantinopla donde aprendería mucho de los antiquísimos secretos de la medicina oriental. Tras su retorno a Europa se dedicaría a seguir el camino de la Alquimia.
La búsqueda de la salud
Pero Paracelso era un personaje muy particular. Jamás pareció interesarse por el oro o por el hallazgo de la piedra: solo le importaba el bienestar humano y por ello quería descubrir el elixir de la inmortalidad, que se supone habría de curar todos los males. En su investigación destacó como un científico extremadamente competente y se le considera, entre otros, el padre de la toxicología.
Paracelso tendría una vida bastante agitada. Su genio y su amor por la medicina lo llevarían a experimentar con todo tipo de remedios (muchas veces con éxito), pero esto a su vez le acarrearía el odio y el desprecio de sus colegas, quienes se ceñían a una medicina ortodoxa más bien ineficiente. Paracelso, además, comenzaría a enseñar y publicar en alemán (y no en latín) para hacer el conocimiento más accesible a las personas del común. Expulsado primero de la Universidad de Basle, se convirtió en un merodeador y se volvió persona no grata en Nuremberg, donde las autoridades prohibieron la impresión de sus libros.
Se cuenta que en 1526 fue convocado de nuevo a la ciudad de Basel por el enfermo Johann Froben, quién se encontraba en su lecho de muerte. Paracelso sería capaz de curarlo (allí donde todos los demás médicos habían fallado) y sería entonces cuando comenzara a surgir la leyenda de que este hombre había sido capaz de conseguir el elixir de la inmortalidad que cura todos los males del ser humano.
¿Muerto o desaparecido?
Lo más interesante es que Paracelso no solo no aceptó jamás estos señalamientos, sino que oficialmente murió en 1541. Por supuesto, para mucho esto no fue más que una manera de desaparecer del ojo público que a estas alturas ya estaba limitando seriamente su movilidad. Su tumba (la cual jamás ha sido revisada) estaría vacía, como la de Flamel, o sencillamente pertenecería a otra persona. Las leyendas sobre Paracelso siguieron por varios siglos e incluso perduran en la actualidad.
Lo más interesante de este personaje es que a pesar de su fascinación por el ocultismo y las ciencias secretas de hecho fue un importante arquitecto de la medicina científica y de la aplicación de los conocimientos químicos (y alquímicos) en la curación de los pacientes. A pesar de su fascinación por la Alquimia, este hombre dedicó su vida concienzudamente a investigar sobre las propiedades de las sustancias en el cuerpo y abrió la puerta para que una nueva generación de médicos desarrollara más y mejores herramientas de curación.
¿Crees que Paracelso murió? ¿O que sencillamente escapó para poder seguir con sus trabajos en paz?
Fuente de imágenes: 1: s637.photobucket.com, 2: upload.wikimedia.org