Por ausencia de personal que realice las labores sepulcrales
El tratamiento que se les da a los cuerpos sin vida de los seres humanos que partieron de este mundo, siempre ha representado un foco de problemas en nuestra sociedad moderna occidental.
Pocas personas se atreven a trabajar en un cementerio, pues no son para nada agradables las tareas que allí se llevan a cabo. Pero en un pueblo llamado Salinas de Oro, en España, los habitantes se ven obligados a turnarse para enterrar a los difuntos, por falta de sepultureros. Veamos:
De costumbre asentada y asumida a una ordenanza municipal que la «institucionaliza» desde esta legislatura. La tarea de enterrar rota así todavía entre los vecinos de Salinas de Oro conforme a una lista que determina el orden.
– Salinas contó en otro tiempo con dos sepultureros, pero murieron y el servicio no se volvió a contratar.
Una costumbre regulada esta legislatura vía ordenanza municipal y un pueblo que mantiene viva una práctica desaparecida, con contadas excepciones, del resto de la comarca. Ocurre en Salinas de Oro, un pequeño municipio con poco más de cien habitantes que asumen todavía el cometido de enterrar cuando alguien fallece. Sin recursos económicos para contratar el servicio, la rotación entre vecinos se vio en su día como alternativa para afrontar las sepulturas
De una norma no escrita pero asentada y asumida, se pasó a una normativa que hoy la «institucionaliza».
¿De qué forma? La alcaldía, dicta la ordenanza, «tendrá a su cargo la organización y funcionamiento del cementerio disponiendo del personal necesario, formulando al Ayuntamiento las propuestas precisas para el mejor cumplimiento de la misión propia».
Sin empleados contratados para ello, es una lista vecinal quien resuelve mediante un sistema que recorre todas las familias del pueblo con cabida sólo para los varones. Cada turno abarca dos enterramientos, pero nunca se asume en solitario. En el primero, el vecino de la rotación anterior te enseña cómo hacer el agujero con la pala y, cuando llega el segundo, eres tu quien guía a otro en esta labor.
Fernando Olite Munárriz, concejal de Salinas, explica que, de esta forma, uno nunca se ve sólo en esta situación. «La verdad es que, aunque no es una tarea muy agradable, nunca se han tenido problemas en este sentido y nadie se ha negado», indica. El número de fallecimientos -cada vez más reducido como lo demuestra el único registrado en todo el 2008- hace que este cometido se asuma en contadas ocasiones.
La tarea comienza precisamente con la excavación de la tumba, el aspecto más desagradable porque obliga primero a retirar otros restos -huesos cuando el paso del tiempo ha hecho desaparecer el féretro- para hacer sitio al nuevo ataúd y recolocarlos allí. A partir de ahí, queda ayudar a que descienda.
En un nuevo cementerio
Con su antiguo cementerio al completo, Salinas de Oro dispone ya de una ampliación que mantendrá en su totalidad la fórmula del enterramiento en tierra. El nuevo camposanto posibilitará por primera vez que pase la maquinaria, opción imposible con la puerta actual, y evitará recurrir siempre a pala y azada.
«La anchura de la entrada nos permitirá ahora emplear una pequeña máquina excavadora y dejar de hacerlo de forma manual», subraya Fernando Olite.
No es fácil concretar en Salinas cuando los vecinos comenzaron a enterrar. Lorenzo Azcona Zabalza, de 85 años, cuenta que en otro tiempo, con más habitantes y antes de que la gente se marchara a trabajar fuera, el pueblo dispuso de dos sepultureros. «Cuando fallecieron, hace unos veinte años, nadie lo quiso coger y se empezó con este tema de la rotación. Salinas contó antes también con un guardia jurado para las fincas y montes o con otros pequeños oficios para distintas tareas», recuerda este vecino. Junto a él, otro de los veteranos del pueblo, Elíseo Anocíbar San Martín, se refiere a un papel tan asumido en estos años como el auzolán o otros cometidos vecinales que permiten suplir la falta de fondos para encargarlos y pagar por ellos.
Únicamente durante una parte del año se cuenta con un empleado de servicios múltiples que trabaja unas horas con las ayudas proporcionadas por el Servicio Navarro de Empleo. Otras tareas, desde tocar las campanas para la misa sábados y domingos hasta el reparto de documentos, funcionaron también en otro tiempo mediante listas similares a la que hoy sigue vigente para los entierros.
«Desde fuera, puede verse como una tarea que desagrada, pero de alguna manera es algo cercano porque todos en el pueblo nos conocemos «, argumenta el edil.
Casos como el que el turno toque con un familiar directo se tienen, eso sí, en cuenta en una ordenanza que se encuentra siempre con colaboración.
Fuente: www.diariodenavarra.es