Dentro del ámbito de la Psicología Humana, se pueden definir la ira, el enojo, la irritación, el odio y el resentimiento como un conjunto de emociones humanas, generalmente interpretadas como negativas, las cuales impulsan al individuo a defenderse, rechazar, agredir o dañar a las personas, animales u objetos, que les inspiran dichos sentimientos.
Origen de estas emociones negativas
Algunos especialistas han llegado a indicar que estas emociones están relacionadas con la edad primitiva de la civilización humana, en donde los individuos necesitaban de estos impulsos y sentimientos, que generando gran cantidad de adrenalina –entre otras hormonas y sustancias- ayudaban a que el hombre mantuviese el sentido de alerta, pudiendo escapar, defenderse o cazar. De esta forma, este tipo de emociones, en principio, sirvieron al hombre primitivo para procurar su supervivencia en un mundo que le era hostil.
No obstante, con el pasar de los siglos y el desarrollo de la civilización, estas emociones comenzaron a ser reguladas a través de leyes, buscando cada día la resolución de conflictos, en un ámbito de paz. Sin embargo, en épocas de guerra entre reinos y naciones, también servían a los soldados y guerreros a defender su territorio y pobladores, así como su propia vida.
Qué papel juegan hoy estas emociones negativas
Actualmente, en un mundo que trata de resolver sus diferencias a través de la Diplomacia, las Leyes, la Comunicación, entre otras prácticas pacíficas, la ira, el enojo, la irritación, el odio y el resentimiento son vistos como emociones, que si bien son inherentes a la naturaleza humana, ya no cumplen un papel importante en la supervivencia humana, sino que por el contrario atentan contra el equilibrio, la paz y la armonía dentro de una sociedad o colectivo humano.
De esta forma, los especialistas en comportamiento humano ven en estas emociones la raíz de muchos conflictos sociales, como el rechazo hacia alguna minoría, la exclusión, la explotación e incluso el ataque hacia determinados grupos. Así mismo, algunas corrientes ven en estos sentimientos la razón de muchas guerras, las cuales ya no son asumidas como una cuestión de honor, sino como la máxima expresión del horror, en donde se tiene entendido que todos pierden.
Así mismo, algunos médicos homeopáticos han señalado también la repercusión que tiene sobre el propio organismo, el sentir de forma constante y sostenida este tipo de emociones, puesto que generan un ambiente negativo dentro del cuerpo, haciendo que éste genere ciertas sustancias, que terminan atacando al cuerpo. En este sentido, algunas fuentes naturistas han llegado a señalar a estas emociones, así como al estrés al que someten al organismo, como una de las principales causas de enfermedades como el cáncer.
¿Por qué se conservan estas emociones?
No obstante, ciertos científicos han indicado que el hecho de que en el proceso de evolución el humano no haya perdido la capacidad de sentir estas emociones, significa que todavía pueden representar alguna utilidad en la vida humana. Al respecto, se ha insinuado que –aun cuando en ocasiones al desbordarse estas emociones traen consecuencias negativas- siguen procurando al humano la capacidad de defenderse ante los peligros, como por ejemplo el ataque directo de un animal o un individuo. Visto así, la ira, el enojo, la irritación, el enojo y el resentimiento siguen –tal como hace miles de años- relacionados con los mecanismos de defensa y supervivencia humana, siempre que sean usadas para eso, para defenderse, y no como una posición desde la cual ver el mundo, momento en que el individuo no sólo se encuentra dispuesto a atacar, rechazar y dañar aquello que le inspira estas emociones, sino que lejos de conservar su bienestar, puede conseguir todo lo contrario.
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