La pérdida de una especie es un evento trágico para la historia natural. Se trata de la desaparición de un material genético único que había tardado millones de años en desarrollarse y que sencillamente jamás seremos capaces de volver a encontrar. Normalmente las extinciones ocurren a ritmos lentos y la biodiversidad se recupera rápidamente, pero en tiempos anómalos (como este) las extinciones no hacen sino acelerarse.
La palma perdida de Judea
Es quizás por eso que resulta tan emocionante pensar en el retorno de una especie que había desaparecido de la faz de nuestro planeta. La planta de la que hablamos es el Dátil de Judea: una palma icónica en la región que desapareció de los Anales de la Historia.
Por miles de años esta era una planta reconocida en la región y cultivada a lo largo y ancho del Levante. Su importancia fue tal que incluso aparecen en la biblia, donde se mencionan como uno de los símbolos de la buena fortuna del reino: incluso el rey David llamó a su hija Tamar, en honor al nombre de la planta en hebreo.
Las extensas plantaciones fueron de hecho una de las grandes riquezas de la región que el Imperio Romano estaba interesado en conquistar, y florecían a lo largo y ancho del Levante. Pero 500 años más tarde, cuando este mismo imperio agonizaba, los cultivos habían desaparecido. Siglos de ocupación y extracción habían acabado con las otrora exuberantes plantaciones y la palma comenzó a volverse poco más que un rumor, una historia de tiempos pasados. Con el imperio murieron los cultivos del Dátil de Judea, y la planta pasó a la historia como una de las muchas plantas en desaparecer por obra de los seres humanos.
El retorno del Dátil
Sin embargo, en su caso la destrucción no fue completa. Escondidas en el fondo de la tierra, bajo las ruinas de un antiguo palacio, se encontraban algunas semillas de la palma que por obra del destino se habían preservado a pesar de las guerras y los saqueos.
Se trataba del palacio de Herodes el Grande, en Israel, que comenzó a ser excavado por los arqueólogos en 1960, y en donde encontraron una jarra con algunas semillas que tenían unos 2 milenios de antigüedad. Las semillas se guardaron como tesoros en la Universidad Bar Ilan de Tel Aviv, pero en el año 2005 una investigadora botánica (Elaine Soloway) decidió plantar una, a ver qué pasaba.
Y entonces sucedió el milagro.
“Asumí que las semillas en el jarro ya no servían. ¿Por qué habría de creer lo contrario?” relata Soloway, quien realizó el experimento casi que por aburrimiento y no porque realmente creyera que de allí podía nacer una palma. Pero su pesimismo pronto se vio cuestionado y de la semilla nació un pequeño brote (que, por cierto, es el brote que ha nacido de una semilla más antigua… que sepamos). La planta creció y la comunidad de Tel Aviv fue testigo de una experiencia única: ver una palma que nadie había visto en más de 12 siglos.
En 2011, como una señal de esperanza, la palma produjo sus primeras flores. Se piensa cruzarla con otras variedades de dátil mientras se siembran nuevas semillas, pero en cualquier caso pasarán años antes de que la palma dé sus primeros frutos. Y Soloway, la botánica que obró el milagro, se dedica ahora a buscar otras antiguas especies de plantas que pueda rescatar del olvido y de la muerte.
¿Qué otra planta conoces que haya desaparecido?
Fuente de imágenes: 1: marcianosmx.com, 2: creced.com